Carlota de Mónaco, prototipo de princesa moderna

Con Victoria de Suecia camino del altar, llega el turno de las nuevas generaciones de princesas. Aunque muchas son todavía pequeñas, algunas vienen ya pisando fuerte desde hace tiempo. Y así descubrimos que las princesas de antaño no tienen nada que ver con las actuales, modernas, interesadas por la moda y, sobre todo, con una vida propia alejada de los convencionalismos de palacio. Y el modelo a elegir es Carlota Casiraghi , la nueva chica del momento.

Nacida con el nombre de Charlote Marie Pomeline Casiraghi Grimaldi, se convirtió en princesa desde su nacimiento en 1986 fruto del matrimonio entre Carolina de Mónaco y el empresario italiano Stefano Casiraghi. La temprana muerte de su padre la exilió a la provenza francesa, donde su madre pasó varios años recuperándose anímicamente. Sin embargo, su vuelta al Principado provocó que la niña creciese rodeada del glamour materno, de las locuras de su tía Estefanía y de las excentricidades de su tío Alberto. Y la niña se fue a París a estudiar y se hizo mayor.

La princesa ha pasado gran parte de su adolescencia en la Ciudad de la Luz, rodeada de los amigos diseñadores de mamá. Aunque en teoría estudió filosofía -no hay ni una foto suya asistiendo a la Universidad-, la verdad es que han sido sus salidas y su belleza las que le han permitido encontrar su hueco entre la socialité francesa. Habitualmente viste de forma estrambótica, siempre con prendas de los grandes de la moda. No es extraño verla con unos leggins y una camiseta que parece sacada de un mercadillo. Pero como buena hija, siempre opta por la discreción cuando se traslada a algún acto público en Mónaco.

Para tomar ejemplo de todo ello siempre ocupa uno de los primeros bancos de la semana de la moda parisina. Además, en la actualidad, como si fuera Tamara Falcó, ejerce de crítica de moda en el diario británico The Independient, donde seguramente no está por dinero. Y es que su novio, hijo de unos millonarios británicos, reside en este país, por lo que Carlota pasa largas temporadas en él. Además, tampoco se pierde las vacaciones veraniegas en el yate de mamá, el Pachá, que siempre está surcando algún rincón del Mediterráneo, o las estancias en diversas estaciones de esquí de los Alpes. ¿Serán así Leonor y Sofía?