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El 'annus horribilis' de don Juan Carlos
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El 'annus horribilis' de don Juan Carlos

“Ser rey es mi deber, pero también es mi pasión”. Así quiso tranquilizar durante la Nochebuena de 2010 el Rey don Juan Carlos a todos los

“Ser rey es mi deber, pero también es mi pasión”. Así quiso tranquilizar durante la Nochebuena de 2010 el Rey don Juan Carlos a todos los españoles. Su operación de pulmón había causado un clima de preocupación generalizada. Todo el mundo se preguntaba qué le pasaba en realidad al monarca, cuáles eran los problemas de salud que le acechaban. En cambio, a Su Majestad la felicitación del año nuevo le vino en forma de broma por parte de un programa de radio catalán que, cosas del destino, llevaba por título ‘Todo es muy confuso’.

Absorto por el ‘atraco’ que sufrió, ya que pensaba que el que estaba al otro lado del teléfono era Artur Mas, tan sólo acertó a desear “un buen año para todos”. Pero se le olvidó incluirse a sí mismo en el pack de los candorosos deseos. Así que en enero, Peñafiel ya seguía, para pesar del soberano, hablando de su familia, la Real. Que si había un camarilla de los Príncipes que estaba obligándole a abdicar, que si en Zarzuela había más de un matahari dispuesto a orquestar una conspiración a toda costa, que si al Rey le amputaron un testículo… mientras, El Jueves afilaba sorna y sátira con la que hacer leña del árbol caído. “Demuestran que al Rey no le falta ningún huevo”, titularon.

Un momento de debilidad que quiso aprovechar a colación el conde de París. “Los Borbones son ilegítimos”, dijo a favor de la estirpe de los Orleans, que siguen con sus líos dinásticos. Los disgustos para Su Majestad no habían hecho nada más que comenzar. El resultado “plenamente satisfactorio”, que obtuvo en el chequeo médico al que se somete todo los años, le sirvió como balón de oxígeno frente a los problemas de su primísimo Carlos, duque de Calabria, que alegó una enfermedad mental ante un posible embargo por parte de la Justicia. Don Juan Carlos lo vio claro y se encomendó al Cristo de Medinacelli, con tan mala suerte de que días después apareció con un sospechoso moratón en la cara, que fue motivo de comentario en la prensa. Desde la Casa del Rey se limitaron a echarle la culpa a la luz. “Es un simple efecto óptico”.

Llegaron las Fallas y el jefe de Estado ardió completamente desnudo, con la misma cadencia que se terminaron los ejemplares en 1995 de la revista italiana Novella 2.000, la única que se atrevió a publicar a don Juan Carlos sin ropa en la cubierta del Fortuna. Un enojo nada comparable al puñetazo que dio en la mesa cuando vio que Fernando Gómez Acebo, su sobrino, iba por la vida aparcando en segunda fila para comprar bolsos de piel en Loewe, alegando formar parte de la Real Casa. Apretó las tuercas y se reunió con sus tres hijos y sin su esposa en Casa Landó, con tal mala- o buena- suerte de que la puerta del local estaba plagada de paparazzi. El enigma de aquel encuentro sigue todavía sin resolver.

Solo se tiene constancia de que días después, durante la tradicional misa del Domingo de Resurrección en la catedral de Palma, la ausencia de don Juan Carlos se convirtió en la homilía de la semana de todos los medios, que se hicieron eco de un posible empeoramiento de su estad de salud. "El Rey tiene dificultades de locomoción, se cansa mucho y luce barba por las reacciones de eczema". Se trataba de la primera ocasión en la que Zarzuela reconocía públicamente que Don Juan Carlos no estaba bien. Unas declaraciones que recogió en exclusiva Vanitatis, al igual que el progresivo relevo en el príncipe Felipe, con el que por entonces no  mantenía una gran sintonía.

El rey de Marruecos preocupado por su amigo le invitó a pasar unos días en sus predios, que, sin duda, le cambió la cara, pese a que unos días después tuviera que confirmar que las regatas, afición favorita de Su Majestad, ya formaban parte del pasado. Pero la comunión de su nieto Miguel Urdangarin logró transmitir, después de meses de ausencia, una imagen de unidad familiar y por tanto de alegría, a pesar de algún que otro enfado transitorio del Re y alguna frase para la posteridad como: "Lo que os gusta es matarme y ponerme un pino en la tripa todos los días". Estas palabras corresponden al día en el que se comunicó que sería operado de la rodilla derecha.

Ni tan siquiera con la ayuda de sus muletas supersónicas, don Juan Carlos, cuya convalecencia de esta intervención fue larga y bastante dolorosa, pudo acudir a la boda de Alberto de Mónaco, lo que estuvo a punto de ocasionar un problema de mayor alcance. Ya en verano, éste también limitó su presencia en Marivent, donde la Reina sí que estuvo durante gran parte del estío, mientras su marido se recuperaba en Madrid, ya que a principios de agosto volvió a ser intervenido, esta vez del tendón de Aquiles. Las vacaciones en Mallorca no han sido como otros años. Los lugareños también se quejaron de ello.

Ni el desfile del Día Nacional, que tuvo que afrontar varios cambios debido a la frágil salud de don Juan Carlos. El Rey tuvo que pasar revista a las tropas sobre cuatro ruedas. Pero lo peor estaba todavía por llegar. El monarca  ahora dice adiós al año en el que tuvo que renegar públicamente de su yerno favorito.Todo apunta que Iñaki de Urdangarin, a quien se le atribuía un brillante palmarés deportivo y no una presunta implicación en un caso de corrupción, se las tendrá que ver con la Justicia. Tal vez, don Juan Carlos se vuelva a poner las gafas que ha lucido tras sufrir un pequeño accidente doméstico hace unos días, para seguir manteniendo que el comportamiento del duque de Palma “no ha sido ejemplar”.

“Ser rey es mi deber, pero también es mi pasión”. Así quiso tranquilizar durante la Nochebuena de 2010 el Rey don Juan Carlos a todos los españoles. Su operación de pulmón había causado un clima de preocupación generalizada. Todo el mundo se preguntaba qué le pasaba en realidad al monarca, cuáles eran los problemas de salud que le acechaban. En cambio, a Su Majestad la felicitación del año nuevo le vino en forma de broma por parte de un programa de radio catalán que, cosas del destino, llevaba por título ‘Todo es muy confuso’.

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