Es noticia
Menú
El disparo que marcó la vida del Rey
  1. Casas Reales
CASAS REALES

El disparo que marcó la vida del Rey

"¡Júrame que no lo has hecho a propósito! ¡Júramelo…!" La muerte de Alfonso de Borbón, el hermano pequeño del Rey, es uno de los capítulos más oscuros

Foto: El disparo que marcó la vida del Rey
El disparo que marcó la vida del Rey

"¡Júrame que no lo has hecho a propósito! ¡Júramelo…!" La muerte de Alfonso de Borbón, el hermano pequeño del Rey, es uno de los capítulos más oscuros en la biografía de Don Juan Carlos I. El secreto del Rey (Ediciones B) supone el estreno en la novela del escritor José María Zavala, quien pretende configurar, a partir de este suceso real, un thriller policíaco lleno de espías y tramas internacionales que, sin embargo, no ponen en entredicho la verdad oficial de aquel 29 de marzo de 1956.

Don Juan Carlos tiene 18 años y disfruta de un permiso militar de la Academia de Zaragoza. Pasa la tarde jugando junto a su hermano pequeño, pero la pistola que Alfonso ha cogido del escritorio de su padre Don Juan se dispara y el pequeño recibe un balazo mortal.

“En ninguna cabeza humana cabe otra hipótesis”, comenta a Vanitatis el propio José María Zavala. “Nadie piensa que no fuese un accidente. No tengo ninguna duda”. “Se trata de un hecho que marca a una persona de por vida, que marcó la vida de Juan Carlos”, añade el autor. “Dejó a los condes de Barcelona destrozados, fue un mazazo. La condesa entró en depresión”, añade Zavala, que ha investigado lo que sucedió este día desde hace 15 años.

¿Por qué El secreto del Rey? “A Don Juan Carlos no le interesaba que se conocieran sus romances, fundamentalmente por Franco. El propio Martínez Campos, tutor del Rey en la Academia, le hizo retirar una foto de su novia de la mesilla”, cuenta Zavala. Pero esos no son los únicos secretos de esta trama de espías. “Don Juan acabará enterándose por el hermano de Franco que lo que ocurrió entre los hermanos no fue un simple accidente”.

Cuando se le pregunta al autor si ha tenido algún problema con la publicación de este libro, se muestra tajante: “No he tenido ningún problema, igual que no lo tuve hace 15 años cuando empecé a investigar. Es una novela, no tiene que sentarle mal a nadie”, declara el autor. “Es un suceso horroroso, no es agradable. Es normal que no se hable mucho de ello”.

El secreto del Rey mezcla realidad y ficción en unas páginas que vuelven a poner de actualidad el día más difícil del Rey. “¡Te lo juro, papá! ¡Sólo estábamos jugando! –gritaba una y otra vez el príncipe entre sollozos”. A partir de ese momento casi todo son historias ficticias que entrarán en la vida del monarca durante más de 400 páginas.

Capítulo 9

Alfonsito reparó extrañado aquella tarde en que alguien había dejado olvidada la llave con borla en la cerradura del secreter de su padre.

La primera vez que pasó junto al mueble de caoba lacada en color crema, con jaladeras de bronce, pareció no apercibirse de ello. Pero un reflejo inesperado le hizo volver enseguida sobre sus pasos y acabar clavando su mirada de asombro en aquella llave de bronce tallada con la flor de lis que podía abrirle las puertas del paraíso. Corría el 29 de marzo de 1986. Era Jueves Santo.

- ¡Juanito! –gritó.

Nadie respondió. Su hermano debía de estar arriba, entretenido en su habitación, con la puerta cerrada.

Alfonsito retiró entonces la silla tapizada en seda de shangtú con casquillos de bronce en las patas delanteras, a juego con el secreter, para poder girar más fácilmente la llave y poder abrir el primer cajón. Ante su absorta mirada surgió entonces la pistola que su padre creía haber guardado allí a buen recaudo para que sus hijos no volviesen a jugar con ella.

El chaval cogió el arma como si fuese un cuerno de oro, y corrió escaleras arriba, en busca de su hermano.

- ¡Juanito, Juanito…! –volvió a gritar, abriendo de golpe la puerta de su dormitorio.

- ¿Se puede saber qué te pasa? ¡Menudo susto acabas de darme! –replicó el hermano mayor.

- Mira qué pistola más chula –dijo, mostrándole el mismo revólver de salón con el que había estado jugando las pasadas Navidades.

- ¿Quién te la ha dado?

- La he cogido yo.

- ¿Del secreter de papá?

 - Alguien se ha dejado la llave puesta.

- Habrá sido él, con las prisas. Recuerda que hace un rato dijo que tardaría unas horas en volver a casa.

- ¿Y a qué esperamos entonces nosotros para jugar?

- ¿Disparas tú primero o lo hago yo?

- Te cedo a ti tan inmenso honor; a fin de cuentas, eres mi hermano mayor –dijo haciéndole una reverencia, mientras trazaba en el aire con un gorro invisible el saludo de un mosquetero del rey.

- ¡Pues arriba las manos, miserable! –ordenó Juanito, apuntándole al pecho.

- ¡No dispare señor, se lo ruego! –suplicó Alfonsito de rodillas.

El príncipe apretó con fuerza el gatillo y se oyó el ruido hueco del percutor en señal de que no había munición.

-¡Estás muerto! –celebró al ver a su hermano tendido en el suelo.

-¡Ahora me toca a mí! ¡Te vas a enterar!

- ¿Se puede saber dónde vas a dispararme ahora, asqueroso matón?

- En la cabeza seguro que no tendrás tanta suerte.

El infante acercó la pistola a la sien de su hermano y apretó el gatillo. Otra vez sonó el disparo hueco tan familiar.

Desplomada en el suelo, la víctima fingía estar muerta hasta que súbitamente decidió resucitar.

-¡Ya verás cómo a la tercera va la vencida…!

Empuñando la pistola, Juanito apuntó ahora a un palmo de la frente de su hermano y apretó decidió el gatillo. Esta vez sí que sonó un disparo real tras golpear el martillo percutor sobre el fulminante. En cuanto se oyó la deflagración, donjuán, que regresaba en ese momento inesperadamente a casa, subió desconcertado como una exhalación por la escalinata, seguido de cerca por su ayudante Eugenio Monteiro, en dirección al cuarto de la segunda planta donde hasta hacía un instante jugaban animadamente los dos hermanos.

Una vez arriba, observaron ambos que Juanito giraba como un autómata con el revólver humeante todavía en la mano derecha alrededor de su hermano pequeño, que yacía desangrado sobre la moqueta verde. Parecía un soldadito de plomo al que hubiesen dado cuerda. Buscaba incesantemente una salida, como el buceador a pulmón necesitado de subir a la superficie para respirar una bocanada de oxígeno. Pero una vez y otra vez parecía asfixiarse al rebotar contra una superficie invisible.

- ¡No puede ser, no puede ser…! –repetía, ensimismado, sin cesar de dar vueltas alrededor del hermano agonizante.

Don Juan se arrojó sobre su hijo pequeño tratando de taponar son sus dedos los orificios de entrada y salida por donde la sangre manaba a borbotones, mientras Mosterio, de pie a su espalda, sacudía impotente la cabeza. Era una gran mancha negruzca, con la que se le mezclaba el púrpura violáceo de la sangre.

"¡Júrame que no lo has hecho a propósito! ¡Júramelo…!" La muerte de Alfonso de Borbón, el hermano pequeño del Rey, es uno de los capítulos más oscuros en la biografía de Don Juan Carlos I. El secreto del Rey (Ediciones B) supone el estreno en la novela del escritor José María Zavala, quien pretende configurar, a partir de este suceso real, un thriller policíaco lleno de espías y tramas internacionales que, sin embargo, no ponen en entredicho la verdad oficial de aquel 29 de marzo de 1956.