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Miriam Ungría, siete años de tragedia y lucha en solitario
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MUJER DE KARDAM DE BULGARIA

Miriam Ungría, siete años de tragedia y lucha en solitario

El 15 de agosto de 2008 pudo haber muerto. Su vida se convirtió entonces en una lucha continua, tanto para salir adelante con sus hijos como para cuidar de su marido, un dependiente con parálisis cerebral

Foto: Miriam Ungría y Kardam de Bulgaria, en una imagen de archivo (Gtres)
Miriam Ungría y Kardam de Bulgaria, en una imagen de archivo (Gtres)

El 15 de agosto de 2008 Miriam Ungría podía haber muerto en el accidente de coche que dejó a su marido, Kardam de Bulgaria, con unas secuelas irreversibles. Sufrió varias fracturas y como recordatorio de aquella tarde de verano en la que regresaban de su campo de Riaza (Segovia) tiene en la frente y en el brazo varias señales de guerra.

Mientras Kardam se debatía entre la vida y la muerte, ella se recuperaba de las lesiones físicas y psíquicas. En la ciencia médica los milagros no se contemplan. Miriam quería salir pronto del hospital porque tenía claro que sus hijos, de 10 y 12 años, la necesitaban. La fuerza que demostró para esa recuperación la utilizó después para hacer que la tragedia no les destruyese y que la desesperanza no ocupara un lugar central en la vida cotidiana. Desde el primer momento explicó a los niños la situación. Su padre podía morir en cualquier momento, pero también vivir. Y con esas directrices la familia Sajonia Ungría ha vivido durante estos últimos seis años y medio. Incluso probó, en contra de algunas opiniones, terapias alternativas. Se trasladaron durante varios meses a un centro en Galicia donde decían que a veces los milagros se hacían realidad.

Miriam se dedicó full time a la posible recuperación de su marido. Le decían que lo único que se podía hacer por Kardam era mantener una calidad de vida física. Incluso le llegaron a aconsejar un centro especializado en este tipo de pacientes “ausentes y dependientes”. Dijo 'no' y se lo llevó de nuevo al domicilio familiar porque decía que era “donde debía estar”. Organizó la intendencia en función de las necesidades del “príncipe”, como le llamaban los amigos. Sus hijos se acostumbraron rápidamente a la situación y a la rutina de dar un beso a papá antes de irse al colegio y cuando volvían. Miriam hizo suya la canción de Julio Iglesias La vida sigue igual para que los niños no vivieran en un ambiente de desolación y amargura.

Mujer fuerte y valiente, tuvo el apoyo total de ambas familias, especialmente la suya, que nunca la dejaron de arropar afectiva y económicamente. Ella era la menor de una casa de siete chicos. Podía haber sido la niña mimada, pero no lo fue. Desde pequeña le enseñaron que el esfuerzo era fundamental y esto le sirvió para enfrentarse a un futuro tan complicado como solitario. Gemóloga de profesión, volvió a ejercer como diseñadora de joyas el año pasado presentando su propia colección. Retomó también su vida social. Su primera salida pública fue a la boda real de Luxemburgo, a la que acudió acompañada de su cuñado, Kyril de Bulgaria.

Miriam ha demostrado ser una mujer valerosa, decidida y con nula capacidad para la depresión. Incluso llegaba a bromear sobre sus secuelas físicas. “Tengo partes de mi cuerpo como si fuera Robocop”, decía.

Princesa de Tirnovo por matrimonio, formó parte durante años de la lista de las más elegantes. Un mal día su mundo se derrumbó cuando tras un accidente su marido entró en coma. En vez de desesperarse decidió enfrentarse al dolor con una fuerza tan intensa como la de la poción mágica que bebían los indestructibles galos. No tiró la toalla y desorganizó su mundo para organizar el de Kardam, al que ha rodeado de amor y seguridad.

Este 7 de abril, con el fallecimiento de su marido, empieza una nueva etapa de lucha y superación para Miriam, el de su ausencia.

El 15 de agosto de 2008 Miriam Ungría podía haber muerto en el accidente de coche que dejó a su marido, Kardam de Bulgaria, con unas secuelas irreversibles. Sufrió varias fracturas y como recordatorio de aquella tarde de verano en la que regresaban de su campo de Riaza (Segovia) tiene en la frente y en el brazo varias señales de guerra.

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