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Doña Letizia cumple 43 años, una bocanada de aire fresco en La Zarzuela
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Doña Letizia cumple 43 años, una bocanada de aire fresco en La Zarzuela

La Reina cumple este martes 43 años en el inicio de una vida para la que 'nació' hace tan solo 13 años y para la que ha tenido que familiarizarse con una posición singular y extraña para ella

Foto: La Reina Letizia (Gtres)
La Reina Letizia (Gtres)

Los comienzos suelen ser generalmente maravillosos. Salvo ligeros tropiezos –lógicos y casi necesarios– la vida suele ser feliz. Y el futuro, un reto apasionante. Qué duda cabe, la Reina Letizia celebra hoy su 43º cumpleaños en el inicio de una vida para la que 'nació' hace tan solo 13 años.

Desde aquel sorpresivo giro que experimentó en 2002, siendo reportera de televisión, a este 15 de septiembre de 2015, la ovetense que nació y vivió durante 30 años como la plebeya Letizia Ortiz Rocasolano se ha convertido en la Reina Letizia de España. En reina y madre, claro. Porque hoy es, sobre todo, la columna vertebral de la recién renovada Casa del Rey de España.

Y en este corto periodo de tiempo, cuyo futuro tendrá que labrarse día a día junto al Rey, lo que sí se puede afirmar es que su llegada al recinto de La Zarzuela ha sido, y es, una poderosa bocanada de aire fresco.

Después de un corto noviazgo de dos años, extraño en el común de los jóvenes españoles de este siglo; tras algo más de una década como princesa de Asturias y una vez cumplido su primer año de Reina consorte, quizá ya se puedan atribuir algunos calificativos a esas tres etapas, si bien la tercera está aún por descubrir.

Supo estar

Como prometida y esposa del príncipe heredero la opinión más extendida entre los expertos en estas lides es que Letizia Ortiz Rocasolano ha sabido estar.

Su papel ha sido extraordinariamente complejo, cierto. No solamente porque tuvo que aprender y familiarizarse con una posición singular y extraña para ella, sino que debía desempeñar una función para la que no había más manual que –y no es poca cosa– el 'inventado'por la Reina Sofía, cuya experiencia ha sido más valiosa y más didáctica que cualquier sesudo escrito que pudiera haber elaborado el más concienzudo experto. Ya lo dijo la propia Doña Letizia: "El ejemplo impagable de la Reina".

Gracias a la referencia de una experiencia vital ciertamente exitosa y ejemplar, la de Doña Sofía, la plebeya que se convirtió en princesa por amor no ha cometido errores de bulto, como la abuela Federica de Grecia, que llegó a saludar efusivamente a un mayordomo en una de sus primeras visitas oficiales como princesa griega, lo que la obligó a seguir saludando con el mismo empeño al sorprendido mayordomo cada vez que visitó posteriormente a aquella distinguida familia en Atenas.

Tras los pasos de 'una profesional'

Como esposa y madre, primero siendo princesa y ahora como Reina, también ha seguido el surco que laboriosamente se labró minuto a minuto la Reina Sofía, cuya experiencia se forjó en una muy unida familia de reyes, reinas, príncipes y princesas, cuna de la realeza europea, solamente rota –en parte–porlos trágicos avatares de la II Guerra Mundial. Una guerra, por cierto, que también puso fin a la monarquía como forma de Estado en buena parte de los países del Viejo Continente. Hoy quedan diez de la veintena que había a primeros del siglo pasado.

Y la clave de ese código de prioridades, como esposa y madre, no es otro que la plena dedicación de la Reina a su marido; y muy particularmente, a sus hijas,Leonor y Sofía.

Doña Letizia sabe muy bien que sus hijas no crecerán como el resto de las niñas de las familias españolas, porque no han nacido en una familia más. Sin embargo, ello no es óbice para que sí sean educadas con el mismo patrón docente de las niñas de su edad, al que adicionalmente se añade el plus de su compromiso con España, de su vocación de servicio a los españoles y de orgullo de pertenencia a la realeza moderna.

Es muy probable, por lo tanto, que ni la princesa Leonor ni la infanta Sofía puedan decir en el futuro lo que ha afirmado recientemente su abuela, la Reina Sofía, que recordaba con enorme cariño a su niñera escocesa Sheila como a “mi segunda madre”. Lo más probable es que ni Leonor ni Sofía lleguen a tener conciencia de qué es una “segunda madre”.

Y ello, sobre todo, porque en ese código de prioridades que rige actualmente en La Zarzuela se valora más el tiempo de dedicación a las niñas que cualquier ocupación oficial, salvo honrosas excepciones, claro está. De hecho, en los últimos años, Letizia Ortiz ha pronunciado 113 discursos (25 de ellos como reina) y ha realizado decenas de viajes al exterior, trece en los últimos catorce meses.

Abanderada de una nueva monarquía

Y la tercera etapa, en fin, es la que está por descubrir. Es la que desempeñará la Reina Letizia dentro de unos años, cuando las obligaciones como madre requieran menor dedicación de tiempo. Será entonces, previsiblemente, cuando Doña Letizia despliegue una actividad pública más intensa, asumiendo una mayor responsabilidad al lado de su esposo, midiendo siempre su protagonismo, aunque con peso específico propio. En esta misión futura, no muy lejana en el tiempo, también tiene referencias próximas muy valiosas, que a buen seguro conoce la Reina con detalle.

La más cercana, la de Doña Sofía, que supo desempeñar el papel de extranjera en un país complejo; que superó con alta nota los tiempos de “cuando no éramos nadie”, ni siquiera príncipes de Asturias (y en consecuencia, herederos); y que ha sabido ejercer como Reina de España ejemplarmente, con el calor de una madre, con la ternura de una abuela y, a pesar de todo, con el amor y la responsabilidad de una gran esposa.

Con personalidad propia

No hay duda de que la bocanada de aire que ha invadido La Zarzuela en estos años lleva el sello personal e intransferible de la plebeya que ha tenido el coraje de ser princesa y, ahora, Reina de España.

Tiene personalidad propia. Y no la ha ocultado nunca. Los españoles fuimos testigos de ello muy pronto, en el mismo acto de su presentación pública como prometida del príncipe Felipe, cuando –ante las cámaras de televisión, tan familiares para ella–evitó ser interrumpida por su futuro esposo con aquella frase que pronunció entre dientes… “Deja, estoy hablando yo…”.

La Reina Letizia es una mujer con un carácter apasionado. Es muy espontánea. Perspicaz y, en ocasiones, impetuosa. Durante los años de esa primera etapa a la que me he referido anteriormente –la de novia, esposa y princesa–, en sus apariciones públicas ofrecía un perfil un tanto acartonado, quizás por el peso de la responsabilidad y por la inseguridad de su incipiente aprendizaje. Aunque sus facciones, al margen del efecto de las intervenciones quirúrgicas, se relajaron notablemente después, cuando ya ha comparecido públicamente como reina consorte.

Su aspecto físico, del que se han escrito ríos de tinta llamando la atención su acusada delgadez, contrasta enormemente con su poderoso carácter, arrollador en ocasiones. Y en el pasado reciente ha sorprendido de vez en cuando con gestos que han sido interpretados como de una inopinada insolencia. Quizás fuesen solamente fallas del férreo autocontrol al que se somete ella misma, en su afán por alcanzar el grado de 'profesionalidad'(valga la expresión) que ha aprendido de su suegra, la Reina Sofía. O quizás hayan sido, simplemente, síntomas de un proceso de maduración que, aunque no finaliza nunca, en lo fundamental podría estar prácticamente concluido.

A nadie se le escapa que la Reina Letizia está llamada a ser la abanderada de una monarquía –la que encarna el Rey Felipe–con un marcado carácter social, bien dispuesta a actuar conforme a la voluntad del pueblo.

Precedentes históricos

Su origen plebeyo, a estas alturas de la historia, ya no sorprende a nadie. Atrás han quedado ejemplos para todos los gustos. Y más recientemente, desde Grace Kelly hasta Kate Middleton, han accedido plebeyas a lo más alto de la aristocracia, como María Teresa de Luxemburgo, Matilde de los belgas, Mette Marit de Noruega, Mary de Dinamarca o la propia Camila Parker, sin olvidar a la bellísima Raniade Jordania.

En la casa Glücksburg, la Casa Real de Grecia, hay un precedente histórico maravilloso. Se trata de Aspasia, hija del coronel Petro Manos, hombre de confianza de Constantino I, rey de los helenos, que en 1919 se casó con Alejandro I en secreto y sin consentimiento de su padre, Constantino I, que permanecía en el exilio después de la I Guerra Mundial. El matrimonio se vio truncado súbitamente al cabo de poco más de un año debido a la trágica muerte de Alejandro I, infectado por una mordedura de un mono en los jardines del palacio de Tatoi (residencia de verano de la familia real griega).

Aspasia Manos, que jamás ostentó el título de reina, dedicó toda su vida a su hija Sandra, con la que compartió la desventura de su matrimonio con Pedro II de Yugoslavia, el joven rey que no pudo regresar a su país después de la II Guerra Mundial,porque un dictador, Tito, ocupó el poder a la sombra de las poderosas repúblicas soviéticas y con el resignado beneplácito de las potencias occidentales.

Sin embargo, Aspasia Manos sí recibió posteriormente el reconocimiento de la familia real griega. Obtuvo el título de princesa de Grecia en 1922 (fue la primera princesa griega con sangre griega) y hoy reposa en el cementerio de Tatoi junto a su esposo y a su hija Sandra (que falleció en 1993).

Viene esta cita a la familia real griega como un ejemplo más de las plebeyas que se convierten en princesas o reinas. Pero también, adicionalmente, a propósito de las frecuentes comparaciones que ha realizado la Reina Sofía entre las cualidades de su madre, Federica de Grecia, y la actual Reina de España. Y las semejanzas que ella advierte entre su hijo, el Rey Felipe, y su padre, el rey Pablo I de Grecia(porque la propia Doña Sofía es fiel espejo del carácter de su padre).

La Reina Sofía ve en su hijo la seriedad, la discreción y el carácter reflexivo de su padre. Y ve en la Reina la espontaneidad, la vivacidad y el carácter extrovertido de su madre. Es decir, hoy, en la Casa Borbón de España late un corazón griego en el que se funden los mil años de la dinastía que fundó Hugo Capeto y los 152 años de la dinastía griega (1863), que hunde sus raíces en las casas de Oldenburgo (1448) y de Glücksburg (1825).

Educada para…

Existe en la hemeroteca española un retrato literario de la reina Federica de Grecia, publicado en ABC (12 de mayo de 1962) con motivo de la boda entre Don Juan Carlos y Doña Sofía, cuyo autor firmaba con el seudónimo Pausanias, el historiador griego que escribió el libro de viajes Descripción de Grecia en el siglo II. A continuación reproducimos el último párrafo de aquel retrato (muy elogioso para la reina Federica, ciertamente), cuyo contenido, mutatis mutandis, pudiera ser ahora de rabiosa actualidad:

“Esta reina, excepcionalmente atractiva, excepcionalmente inteligente, excepcionalmente experimentada y excepcionalmente dotada de instinto político, es la que ha educado a la princesa Sofía [luego Reina Sofía de España] para que su querer coincida siempre con su deber”.

La difunta reina Federica, a la que en tantos detalles recuerda hoy la Reina Letizia, no solo conocía y retocaba (cuando no escribía directamente) los discursos de su marido, el rey Pablo I de Grecia, sino que se tuteaba personal y epistolarmente con los principales dirigentes de occidente sobre cuestiones de política y de Estado, en nombre propio y en el del rey de los helenos.

placeholder Fermín J. Urbiola

Fermín J. Urbiola

Periodista y escritor

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Los comienzos suelen ser generalmente maravillosos. Salvo ligeros tropiezos –lógicos y casi necesarios– la vida suele ser feliz. Y el futuro, un reto apasionante. Qué duda cabe, la Reina Letizia celebra hoy su 43º cumpleaños en el inicio de una vida para la que 'nació' hace tan solo 13 años.

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