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Carolina de Mónaco, 25 años después de la muerte de Stephano Casiraghi
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murió un 3 de octubre de 1990

Carolina de Mónaco, 25 años después de la muerte de Stephano Casiraghi

Un muro de agua cuando corría a 150 kilómetros por hora se interpuso en su camino cuando competía. El marido de la princesa murió al instante. Muchos creen que él fue el gran amor de su vida

Foto: Carolina de Mónaco y Stephano Casiraghi en un fotomontaje de 'Vanitatis'
Carolina de Mónaco y Stephano Casiraghi en un fotomontaje de 'Vanitatis'

Fue un lluvioso 3 de octubre de 1990. Una carrera de off-shore (motonáutica) fue el escenario del accidente que le costó la vida a Stephano Casiraghi, que trataba de renovar su título de campeón mundial de este deporte. Un muro de agua cuando corría a 150 kilómetros por hora se interpuso en su camino cuando competía. El copiloto fue lanzado fuera de la embarcación debido al impacto. El marido de Carolina de Mónaco, que estaba a los mandos de la embarcación, no corrió la misma suerte. Pese a que el equipo de rescate fue ágil y rápido a la hora de socorrerle, acabó muriendo en un día gris en el que Mónaco revivió otra tragedia siete años después de la que le costó la vida a Grace Kelly. No hubo luto oficial pero sí banderas a media asta.

El principado quería y apreciaba a Stephano. Su labor como responsable de la tranquilidad en la vida de Carolina de Mónaco era, a ojos de los monegascos, un trabajo arduo que había acometido a la perfección. El matrimonio de esta con Philippe Junot había resultado un desastre que apenas duró dos años. El empresario, procedente de un ambiente frívolo y totalmente ajeno a las necesidades emocionales de la princesa, ni siquiera quiso tener hijos con ella. El final de la relación abrió el camino a Casiraghi, al que había conocido en el verano del 83. Medio año después ya se estaban casando. Carolina estaba embarazada de tres meses. Pese a que la iglesia había puesto el grito en el cielo a la hora de valorar un matrimonio que consideraban ilegítimo, la princesa obvió moralinas religiosas y pareció encontrar la calma con él y los tres hijos que le dio: Andrea, Pierre y Carlota. A los ojos eclesiásticos, estos también eran ilegítimos.

La inesperada y trágica muerte de Casiraghi dejó a Carolina desolada. Su marido, el eterno deportista, joven y bravucón, había traído a su vida la madurez necesaria, la que habían reclamado Rainiero y Grace ante el carácter díscolo de su hija. La muerte le afectó tanto que cuando obtuvo, tras una década de lucha, la nulidad de su matrimonio con Junot, ni siquiera lo recibió con la alegría que se esperaba. Mucho más ilusionada estuvo cuando, a través de un decreto, el papa Juan Pablo II ratificó como legítimos a sus tres hijos. Alegre o triste, lo que estaba claro es que el corazón de la princesa volvió a ser un carrusel de idas y venidas, de amores y rupturas, de romances breves y soledades largas.

Ernesto de Hannover, el parche que nunca lo fue

A mediados de los 90, Carolina conoció a Ernesto de Hannover, el príncipe de la Casa de Hannover. Antiguo crápula relacionado con mil y una historias de juergas y desfases, ya conocía a la hija de Rainiero desde hacía años. Lo suyo fue un reencuentro con cierta edad que acabaría resultando desafortunado para ella. Divorciado de la que era su mujer, en el 99 Ernesto se casó con Carolina, que volvió a contraer nupcias con un hijo en sus entrañas. En este caso, niña, ya que pocos meses después nacía su hija Alexandra.

El carácter díscolo de Ernesto pronto se reveló imposible de aguantar. A la hora de hacer un repaso somero a la vida en común del príncipe díscolo y la princesa monegasca es imposible olvidar a Carolina yendo sola a la boda de los príncipes Felipe y Letizia, en mayo de 2004. L a borrachera de la noche anterior del príncipe de Hannover la había dejado compuesta y sin novio en su camino hacia la catedral de la Almudena en la que se desposaban los príncipes de Asturias.

En 2009, cansada de las jaranas de su marido, Carolina se acabó separando de hecho, aunque nunca ha llegado a firmar el divorcio. Su vida desde entonces se ha convertido en la de una abuela ejemplar. Desde que enfocase su actividades oficiales a la caridad, ha ejercido su papel de perfecta imagen del Principado. De hecho, antes del matrimonio de su hermano Alberto con Charlene, ejerció durante unos meses el papel de la perfecta primera dama de Mónaco. Sin embargo, el rol que más le gusta en la actualidad es el de abuela. Si Andrea le dio dos nietos, Sacha y a India, Carlota le ha dado a Raphaël, fruto de su relación con el actor Raphaël Emaleh. Además, son muchos los que se preguntan cuándo tendrán descendencia su hijo Pierre y Beatrice Borromeo para volver a hacer sonreír a la princesa.

Pese a que el amor parezca no interesarle, la imagen de una Carolina taimada por los años hace que muchos de los monegascos se pregunten si ha renunciado definitivamente a los sentimientos amorosos por un hombre. Sea así o no, está claro que el amor de su vida siempre será aquel galán apasionado del mar al que una ola mortal se llevó para siempre.

Fue un lluvioso 3 de octubre de 1990. Una carrera de off-shore (motonáutica) fue el escenario del accidente que le costó la vida a Stephano Casiraghi, que trataba de renovar su título de campeón mundial de este deporte. Un muro de agua cuando corría a 150 kilómetros por hora se interpuso en su camino cuando competía. El copiloto fue lanzado fuera de la embarcación debido al impacto. El marido de Carolina de Mónaco, que estaba a los mandos de la embarcación, no corrió la misma suerte. Pese a que el equipo de rescate fue ágil y rápido a la hora de socorrerle, acabó muriendo en un día gris en el que Mónaco revivió otra tragedia siete años después de la que le costó la vida a Grace Kelly. No hubo luto oficial pero sí banderas a media asta.

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