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La noche en la que, a una semana de su boda, Don Felipe se relajó a ritmo de vals
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12 aniversario de Federico y Mary de Dinamarca

La noche en la que, a una semana de su boda, Don Felipe se relajó a ritmo de vals

Aquel acontecimiento fue la presentación oficial en Europa de Doña Letizia Ortiz, que una semana después contraería matrimonio con el todavía príncipe de Asturias en la Catedral de Santa María la Real de la Almudena de Madrid

Foto: Los Reyes de España el día de la boda de los príncipes de Dinamarca (Gtres)
Los Reyes de España el día de la boda de los príncipes de Dinamarca (Gtres)

Viernes, 14 de mayo de 2004. palacio de Fredensborg, Dinamarca. Media noche. La orquesta pasa la página de las partituras y hace sonar los instrumentos a ritmo de vals. Los recién casados, el príncipe Federico y Mary Donaldson, herederos de la enraizada corona danesa, se sitúan en el centro del salón y –sin poder disimular los nervios– dan los primeros pasos del baile que ponían fin al denso programa oficial de su boda.

El vals de Federico y Mary de Dinamarca en su boda

Los 400 invitados a la cena, la tercera parte de los que habían asistido a la ceremonia religiosa de las cuatro de la tarde, neutralizaron con sus palmas los titubeos iniciales de los recién casados, mientras estrechaban el círculo en torno a ellos, hasta que –aparentemente obligados– se dieron el tradicional beso que abre el baile al resto de los allí presentes.

Don Felipe VI, entonces príncipe de Asturias, no dudó ni un segundo en acompañar a los recién casados cogido a la cintura de Doña Letizia que, a ritmo acompasado, ocuparon el centro del salón. El príncipe Felipe estaba feliz. Relajado. Y no lo disimuló ni en un instante. Incluso se permitió la confianza de acompañar a la orquesta con un discreto silbido, como para asegurar el ritmo del baile en pareja.

Cuatro duros años con final feliz

Habían transcurrido 48 horas de intenso protocolo, que ponían fin a los cuatro complejos años de noviazgo entre Federico de Dinamarca y la australiana Mary Donaldson. El heredero de la corona danesa, a punto de cumplir los 36 años, no solamente parecía haber superado su azarosa vida sentimental de juventud, sino que había demostrado su amor por la joven profesional australiana –a la que conoció cuando ella tenía 28 años, durante los Juegos Olímpicos de Sidney–, hasta lograr convencer a su madre, la reina Margarita II, de que quería unir su vida a la de Mary Donaldson por amor, al margen de títulos nobiliarios o de antepasados aristocráticos.

No fue nada fácil para el príncipe Federico. La reina se tomó su tiempo. Y muchas precauciones. Ahí están, por ejemplo, las condiciones que debió asumir Mary Donaldson para poder convertirse en princesa de Dinamarca; entre ellas, la renuncia a su legal derecho sobre propiedades y dinero en el hipotético caso de separación o “'conducta'. Aunque, doce años después, Margarita II mira con ilusión a sus herederos y a sus cuatro nietos.

Presentación oficial de Doña Letizia

Pero aquella boda, que despertó el interés de todas las monarquías europeas (no en vano la familia real danesa es raíz y parte de casi todas las familias reales de Europa), ofrecía también un ingrediente muy especial, enormemente atractivo para la monarquía europea.

Aquel acontecimiento fue, de hecho, la 'presentación oficial' en Europa de Doña Letizia Ortiz, que una semana después contraería matrimonio con Don Felipe de Borbón y Grecia en la catedral de Santa María la Real de la Almudena de Madrid. No era una desconocida, por supuesto. Algunos de los invitados a la boda ya la habían conocido y saludado en Madrid, durante el funeral de Estado que se celebró en la Almudena el 24 de marzo de 2004, trece días después de los trágicos atentados de Madrid.

Sin embargo, los días 13 y 14 de mayo de 2004, los ojos de los invitados a los fastos de Copenhague y las cámaras buscaban con cierta reiteración la menuda figura de la periodista española que estaba a punto de convertirse en princesa, en el seno de una de las familias reales más arraigadas y –en aquellos momentos– de mayor prestigio, en la que todo parecía bien encauzado y feliz.

El éxito de Caprile

Por ello, sin duda, la propia Reina Sofía tomó las riendas de los preparativos, en los que involucró a sus hijas –que viajarían con sus respectivos maridos–, dejando un buen margen a la iniciativa del príncipe Felipe y de su prometida.

Letizia eligió minuciosamente los modelos que lució como futura princesa, y reina, en los actos que se alargarían durante las dos jornadas que compartiría con la realeza europea en Copenhague. Fueron dos modelos del diseñador español Lorenzo Caprile, quien ya había vestido en fechas muy relevantes y con notable éxito a las infantas Elena y Cristina.

El primero, lo estrenó durante el concierto del día 13 en el Teatro Real de Copenhague, era un drapeado con escote de barco y una falda roja de seda natural. Y el segundo, elegido para la ceremonia, un ajustado vestido de gala de color rojo fuego, con el que se paseó junto a su prometido por la larga alfombra roja que daba acceso a la catedral, con cierto aire de actriz –de actriz nominada– en la ceremonia de los Oscar.

Los dos diseños de Caprile no pasaron desapercibidos. Pero la prometida del heredero a la Corona española llamó la atención no solamente por ambos modelos, sino por su forma de 'estar'y de 'actuar': un sorprendente dominio del escenario, una sonrisa prolongada –pero comedida– y ligeros gestos de desparpajo.

La mayoría aprobó con nota a Doña Letizia, a la que alabaron por su carácter desenvuelto. Aunque tampoco faltaron las críticas más o menos ponderadas; no por las creaciones de Caprile, sino sobre todo porque quisieron adivinar en algunos momentos una ligera 'sobreinterpretación'de su papel de 'aspirante'.

En todo caso, la Familia Real española (acudieron todos, excepto el Rey Juan Carlos, que ya no viajaba a bodas) celebró con satisfacción el acontecimiento. La presentación en sociedad de Doña Letizia había sido todo un éxito. Por eso, el príncipe heredero, consciente de ello, se relajó aquella noche durante el vals y se permitió el capricho de seguir sus notas con un silbido íntimo y complaciente.

Vea aquí la ceremonia completa de los príncipes daneses
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Fermín J. Urbiola

Fermín J. Urbiola

Periodista y escritor

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Viernes, 14 de mayo de 2004. palacio de Fredensborg, Dinamarca. Media noche. La orquesta pasa la página de las partituras y hace sonar los instrumentos a ritmo de vals. Los recién casados, el príncipe Federico y Mary Donaldson, herederos de la enraizada corona danesa, se sitúan en el centro del salón y –sin poder disimular los nervios– dan los primeros pasos del baile que ponían fin al denso programa oficial de su boda.

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