La dramática infancia de Charlène de Mónaco como refugiada de guerra

“Este mundo no me es extraño, no puedo ignorarlo”, comentaba la princesa Charlène de Mónaco durante su tour por la India en un viaje solidario, acompañada por un equipo de la revista gala 'Paris Match', que se encargará de que todos seamos testigos de su faceta más altruista. La esposa de Alberto II de Mónaco no ha dudado en compartir su drama familiar, esos capítulos más oscuros de su infancia, para hacer que su mensaje cale con mayor fuerza en el corazón de aquellos que lo reciban. Y es que la exnadadora sabe a la perfección lo duro que es dejar tu hogar para salvar la vida.

Su infancia está marcada por la guerra civil en su Rodesia natal, de la que huyó cuando aún era una niña -tenía tan solo 11 años- para instalarse junto a su familia en Sudáfrica. Ella, como las personas con las que ha tratado en la India y a las que desea proteger para asegurar su supervivencia, también procede de una familia que ha huido del horror y ha pasado calamidades hasta que el amor la convirtió en princesa y la envolvió en una espiral de lujo, glamour y comodidades.

Aunque cueste creerlo ahora, la princesa Charlène fue en su día una refugiada más. Una de tantas personas que huyeron de la guerra de independencia de Rodesia para asegurar no solo su supervivencia, sino también el futuro de sus seres queridos. “En Sudáfrica tuve que enfrentarme a la segregación racial. Me separaron de otros niños. He sido testigo de injusticias y desigualdades por las cuales los niños pueden resultar particularmente afectados. Estoy orgullosa de pertenecer hoy a un principado que ha hecho del combate por los derechos una prioridad”, destacaba la princesa durante un discurso en su tour por la India que ha publicado este lunes la revista 'Paris Match'.

Le ha tocado revivir esos duros momentos de su infancia y ha visto la angustia en el rostro de personas que, como ella, luchan día a día por un plato caliente sobre la mesa: “Cuando yo era niña tenía que terminar mi plato por respeto a la gente que no muy lejos de nosotros moría de hambre… Desperdiciar la comida o el agua era un sacrilegio”, comparte emocionada Charlène, que se alegra de la suerte que han tenido sus hijos porque “pueden sentirse protegidos”.

No fue fácil para ella, pero tampoco para sus padres el hecho de ganarse la vida en una tierra que les acogió, pero que no sentían como propia: “Mi padre tenía dos empleos, mi madre daba clases de natación cuando ni siquiera tenían los medios para disponer de dos coches”, subrayaba Charlène, que recuerda que tuvo que utilizar ropa de segunda mano de familiares mayores que ella y también de organizaciones que le facilitaban abrigo cuando no tenían con qué guarecerse de las inclemencias del tiempo: “Sé lo que es hacer kilómetros a pie bajo la lluvia al volver de la escuela”, recuerda la princesa que, para obtener este privilegio, debió luchar mucho para sobrevivir y también para convertirse en una promesa de la natación y alzarse con una medalla olímpica. Su pasaporte para conocer a Alberto de Mónaco, quien ahora es el padre de sus dos hijos.

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