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Isabel II, otro aniversario récord, pero entre burbujas
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65 años del acceso al trono de la reina Isabel II

Isabel II, otro aniversario récord, pero entre burbujas

Isabel II pertenece al club de monarcas que llevan en su ADN la máxima de que un rey debe morir con las botas puestas. Salvo causa mayor, lógicamente. O salvo sorpresa mayúscula.

Foto: La reina Isabel II en una imagen de archivo (Reuters)
La reina Isabel II en una imagen de archivo (Reuters)

Todo parece indicar que en diciembre pasado se dispararon las alarmas injustificadamente. El resfriado que padeció la reina Isabel II rompió la tradición de la familia real en Navidad, pero fue pasajero. Y los comentarios sobre una supuesta abdicación de la monarca, que son recurrentes, han vuelto a perder intensidad. Lo que no parece ni pasajero ni provisional es la decisión de reducir progresivamente la agenda pública de la reina, que ya ha sido sustituida por otros miembros de la familia real británica en una treintena de entidades.

Por ejemplo, en el All England Club, que solamente ha visitado como reina en cuatro o cinco ocasiones, sobre todo para presenciar alguno de los más destacados partidos del torneo de Wimbledon. La duquesa de Cambridge ha tomado ya el relevo como representante de los Windsor en el distinguido club. Evidentemente, aún tendrá que desprenderse de más títulos de representación, porque la reina Isabel participa de una u otra manera en unas 600 entidades, cuya actividad requeriría su presencia en una media de casi un acto diario.

Pero, al margen de dichos y comentarios, el hecho cierto es que la reina Isabel celebra hoy su 65 aniversario en el trono británico, a poco más de dos meses de su 91 cumpleaños, en plenas facultades físicas —de acuerdo con su edad— y mentales (no se olvide que su madre vivió 101 años). El reinado más largo de todos cuantos ha habido en el Imperio, dos años más que el de su tatarabuela la reina Victoria (1837-1901) y primera Emperatriz de la India.

Actualmente es ya la reina en el ejercicio de sus funciones con más años de permanencia en el trono, no solo en el Reino Unido, sino en el mundo, tras el fallecimiento (octubre de 2016) del rey de Tailandia, Bhumibol Adulyadej, que teniendo casi dos años de edad menos que ella reinó durante 70 años.

Y no es nada probable que la reina Isabel vaya a seguir la estela de Beatriz de Holanda, Alberto de Bélgica o de nuestro emérito Rey Juan Carlos. Isabel II pertenece al club de monarcas que llevan en su ADN la máxima de que un rey debe morir con las botas puestas. Salvo causa mayor, lógicamente. O salvo sorpresa, porque el Rey Juan Carlos también era miembro de ese mismo club hasta hace tres años. Como tampoco es nada probable que, llegado el momento, se produzca un ‘salto’ en el orden dinástico de los Windsor. Salvo causa mayor, en efecto. O salvo sorpresa mayúscula.

Lo que sí es singular en este 65 aniversario del reinado de Isabel II es su reciente iniciativa de comercializar un burbujeante vino espumoso, marca ‘Windsor Great Park Vineyard’, procedente de las vides que plantó en las tierras de su posesión en 2011, recuperando la misma iniciativa que tuvo el rey Enrique II (1133-1189) hace nueve siglos. Todo un éxito. Y una buena gestión de la compañía Laithwaite’s, que es la responsable de todo el proceso de producción y comercialización, aunque bajo la atenta mirada y la frecuente cata del duque de Edimburgo.

La iniciativa, impensable en otras monarquías —como la española—, ha permitido poner en el mercado 3.000 botellas del nuevo ‘champán’ británico, en estuches de tres botellas, que se vendieron en muy pocas horas a un precio equivalente de 87 euros. La nueva añada, que saldrá al mercado a finales de este año, tiene previsto venderse a 41 euros la botella. Y si todo evoluciona según los planes de Laithwaite’s, a medio plazo se podrán vender unas 20.000 botellas anuales de ‘Windsor Great Park Vineyard’, si no se desploma el interés de los consumidores, que ahora son sobre todo ‘fieles’ y coleccionistas.

Aunque el consenso de los analistas augura un gran éxito a la nueva marca, porque el sorprendente y nuevo mercado del ‘champán’, ‘cava’ o vinos espumosos británico está en alza. A lo que se añade el hecho contrastado de que aquellas marcas vinculadas a la familia real, como los ‘royal warrants’, pueden elevar sus ventas hasta un 50% más por ser precisamente eso, por incorporar a la etiqueta su condición de proveedores de la Corona.


Fermín J. UrbiolaFermín J. Urbiola

Periodista y escritor

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Todo parece indicar que en diciembre pasado se dispararon las alarmas injustificadamente. El resfriado que padeció la reina Isabel II rompió la tradición de la familia real en Navidad, pero fue pasajero. Y los comentarios sobre una supuesta abdicación de la monarca, que son recurrentes, han vuelto a perder intensidad. Lo que no parece ni pasajero ni provisional es la decisión de reducir progresivamente la agenda pública de la reina, que ya ha sido sustituida por otros miembros de la familia real británica en una treintena de entidades.

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