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Los 40 años de DiCaprio, la superestrella que fue 'tentada' por Isabel Gemio
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uno de mejores de su generación

Los 40 años de DiCaprio, la superestrella que fue 'tentada' por Isabel Gemio

Este martes, el eterno ‘baby faced’ (cara de niño) de Hollywood cumple cuatro décadas. Parece que fue ayer cuando, con apenas 23 años se convertía en una estrella

Foto: Leonardo DiCaprio en un fotograma de 'El Aviador' (Gtres)
Leonardo DiCaprio en un fotograma de 'El Aviador' (Gtres)

Este martes, el eterno ‘baby faced’ (cara de niño) de Hollywood cumple cuatro décadas de vida. Parece que fue ayer cuando, con apenas 23 años, se convertía en el centro de una ‘Leo Manía’ que lo convirtió en la persona más famosa del mundo tras protagonizar ese fenómeno de masas y de incontables récords que fue Titanic. Pocos recordarán que la Isabel Gemio que por entonces, en 1998, presentaba Sorpresa, sorpresa, llegó a anunciar hasta en dos ocasiones que el programa estaba gestionandocon los agentes del rubio californiano su visita a España para sorprender a alguna fan en el espacio. Pero DiCaprio no estaba para ‘sorpresas’ en plena ebullición titánica. Perseguido por los paparazzi, de juerga en juerga, acosado por fans que se agarraban a su pierna en los aeropuertos y con su cara en los posters y las revistas de medio mundo, muchos no sabían cómo el chico del momento en Hollywood, que hasta entonces se había caracterizado por sus incursiones en el cine independiente, podría asimilar semejante presión mediática.

Si en cuanto al cine, su emparejamiento con Martin Scorsese, Clint Eastwood, Christopher Nolan o Steven Spielberg lo han convertido en uno de los indudables actores referencia de su generación, en cuestiones amorosas, Leo no parece haber sido tan afortunado. Antes de la llegada del célebre transatlántico a su vida, DiCaprio era más propenso a revelar facetas de intimidad a los periodistas. En la premiere de Romeo y Julieta, celebrada en 1996, no dudó un momento a la hora de ir del brazo de Kristen Zang y aguantar el chaparrón de preguntas. La modelo iniciaría un patrón casi ‘hitchcockiano’: el gusto del actor por modelos altas, rubias y de aspecto angelical. Con el tiempo, su ingenua confianza en los medios de comunicación se tornó en el hermetismo de un chico con gorra de baseball, gafas de sol y un secretismo que sólo se rompe cuando alguien le recuerda sus orígenes alemanes o le pregunta por las docenas de directores de cásting que intentaron cambiarle su nombre italiano por el de Lenny Williams.

A comienzos de 2000, el rodaje en Italia de Gangs of New York supuso para él una auténtica tortura. DiCaprio se lo jugaba todo aquel año: era su primera película con Scorsese, que había recreado el Nueva York de los bajos fondos en los estudios de Cinecittá. También su primer gran papel tras el fiasco de La Playa de Danny Boyle. Sin embargo, los paparazzi estaban más interesados en perseguirle por la ciudad italiana comiendo pizza junto a su nuevo amor: Gisele Bundchen. De nuevo aparecía en su currículum amoroso una modelo, ahora brasileña, que se vio catapultada al éxito gracias a su noviazgo con el actor. Leo llegó incluso a llevarla a la edición de los Oscar de 2005, en la que acudía como nominado por el papel de sus sueños, el de Howard Hughes en El Aviador. Sin embargo, sus cinco años juntos estaban a punto de finalizar justo cuando más sonrientes se mostraban en la alfombra roja.

Soltero empedernido y millonario hermético

En 2005, con su carrera consolidándose, su llegada a la década de los 30 y la sombra alargada de Titanic cada vez más lejana, empezó a salir con otra modelo, la israelí Bar Refaeli, junto a la que estaría otros cinco años, llenos de constantes rumores de separación. Quizá en contra de la voluntad del hermético actor, Refaeli aseguró que había sufrido “mucho” cuando en 2011 se separó de él y que nunca tuvieron una relación “verdadera” porque no habían compartido un mismo techo durante un tiempo prolongado de tiempo.

Desde entonces, la afición del actor a las supermodelos pasó de anecdótica a archiconocida. Tras Refaeli, llegaron Erin Heatherton y la alemana Toni Garrn, que también tienen éxito sobre las pasarelas, aunque sus carreras parecen mucho más discretas que las de Bundchen y Refaeli.

Ante la impostada discreción de DiCaprio, lo único que la prensa rosa ha podido certificar sobre su vida íntima se basa en las fotografías de los paparazzi entreyates de lujo, comentados kilos de más y el dispendio ilustrado de los 25 millones de dólares que dicen que cobra por película. En las entrevistas ante los periodistas, lo más cercano a un asunto personal que suele sacar a relucir es su ecologismo o la gran amistad que le une a Kate Winslet, su compañera de naufragio. Tan grande es el compañerismo entre ambos que los hijos de la británica lo llaman "tío Leo".

En 1998, James Cameron, ignorando al que sería el futuro Gatbsy, Jordan Belfort o J. Edgar Hoover de la ficción, lo llamó “mocoso malcriado” por no acudir a la ceremonia de los Oscar en los que Titanic barrió y él ni siquiera fue nominado. El ególatra director tampoco pareció ver entonces el alcance trascendental del ‘fenómeno DiCaprio’: antes de los ‘megamachos’ como George Clooney o Hugh Jackman, el joven actor convertía en ‘cool’ ser una estrella andrógina y aniñada, de cara efébica y presencia algo bisoña pese a su enorme carisma. Quizá esa particularidad de su fama se ha trasladado a su irregular vida amorosa, en la que no parece haberle valido esa ‘fuerza del débil’ que lo convirtió en megaestrella y en carne de fenómeno pop de unos años 90 cada vez más lejanos.

Este martes, el eterno ‘baby faced’ (cara de niño) de Hollywood cumple cuatro décadas de vida. Parece que fue ayer cuando, con apenas 23 años, se convertía en el centro de una ‘Leo Manía’ que lo convirtió en la persona más famosa del mundo tras protagonizar ese fenómeno de masas y de incontables récords que fue Titanic. Pocos recordarán que la Isabel Gemio que por entonces, en 1998, presentaba Sorpresa, sorpresa, llegó a anunciar hasta en dos ocasiones que el programa estaba gestionandocon los agentes del rubio californiano su visita a España para sorprender a alguna fan en el espacio. Pero DiCaprio no estaba para ‘sorpresas’ en plena ebullición titánica. Perseguido por los paparazzi, de juerga en juerga, acosado por fans que se agarraban a su pierna en los aeropuertos y con su cara en los posters y las revistas de medio mundo, muchos no sabían cómo el chico del momento en Hollywood, que hasta entonces se había caracterizado por sus incursiones en el cine independiente, podría asimilar semejante presión mediática.

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