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Los caprichos de Sarah Netanyahu: helados 'a granel' por 2.080 euros y una suite por 115.000
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la alargada sombra de la mujer del 'premier'

Los caprichos de Sarah Netanyahu: helados 'a granel' por 2.080 euros y una suite por 115.000

Su marido se enfrenta a la reelección el día 17. ¿De qué manera influye la esposa del presidente israelí en la política de su país? Así son los escándalos y los gustos ‘kitsch’ de la primera dama

Foto: El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, junto a su esposa, Sarah, durante una visita a Ámsterdam
El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, junto a su esposa, Sarah, durante una visita a Ámsterdam

Sarah Netanyahu (57 años) conoce muy bien su papel de primera dama de Israel. De la esposa de Benjamín Netanyahu (65) dicen que es déspota, derrochadora y caprichosa. Sus escándalos han marcado la agenda política de su país. Hasta tal punto que su marido se ha visto obligado, en varias ocasiones, a salir al frente de las acusaciones que se han vertido sobre ella. El famoso “¡déjenla en paz y atáquenme a mí!”, que entonó el premier hace unas semanas, surgió tras la publicación de un informe presentado por el interventor del Estado, Yosef Shapira. En él se hablaba, y mucho, del espíritu manirroto de esta “María Antonieta israelí”, como la apodó el diario Haaret.

Uno de los platos fuertes de este documento es el Botellagate. Al parecer, Sarah se quedaba con el dinero que recogía por devolver envases de botellas de vidrio consumidas en la residencia oficial desde que ella, su marido y sus dos hijos, Yair y Avner, entraran como inquilinos de Beit Aghion –la residencia presidencial– en 2009. Aunque Sarah devolvió unos 908 euros, debería haber entregado al erario público unos 5.450. Un hecho que ayuda poco a allanar el camino hacia la reelección de su marido. Netanyahu aspira a ser reelegido primer ministro de Israel el próximo 17 de marzo.

Otro de los puntos calientes del mencionado informerecoge los gastos públicos de las tres viviendas de la familia presidencial: la oficial y las dos particulares que poseen en Cesarea y Jerusalén. Según este, la limpieza de las tres viviendas ascendió a 250.000 euros en 2011. Una cantidad sufragada por los contribuyentes “a pesar de que los Netanyahu pasan gran parte del año en Beit Aghion”, subrayó Shapira.

De toda esta maraña de cuentas, destacan caprichos con un sello eminentemente femenino. Como, por ejemplo, los muebles que adquirieron por valor de 6.780 euros para el patio de la residencia presidencial y que acabaron en el jardín de uno de sus chalésparticulares, la compra de helado de pistacho y vainilla por valor de 2.080 euros al año, productos de cosmética, velas aromáticas o la cama que Benjamin y Sarah instalaron en un avión para descansar durante su vuelo de cinco horas a Londres en 2013. ¿El precio? Más de 115.000 euros.

“Es un intento deliberado para degradarme”

Pero Sarah, ante el escándalo, no se arredra. Hace unos días, habló para el diario Jerusalem Post. Y de la entrevista resultó un retrato que ensalzaba sus bondades como buena madre, buena esposa y mejor psicopedagoga. Una imagen que se aleja de esa otra por la que es conocida en su país. Además, supo aprovechar la oportunidad para contradecir todas esas informaciones que hablan de la gran influencia que ejerce sobre las decisiones de su marido. “Es una actitud sexista y un intento deliberado para degradarme”, aseguró Sarah.

Sarah tiene carácter. Quienes han trabajado para ella dicen que suele dar gritos y que libera su rabia lanzando zapatos a sus empleados. Menny Naftali sabe muy bien lo que es ser subordinado del matrimonio presidencial: los denunció por “explotación y maltrato”. Durante los 20 meses en los que trabajó para ellos, desempeñó dos cargos: guardaespaldas y supervisor de la residencia oficial. Según este joven de 35 años, “no soportaba las incontrolables broncas de Sarah que acabaron formando parte de la peor parte de mi día a día”. Tal y como aparecía en el escrito de sus abogados, “una noche, a las tres de la madrugada, Sarah despertó a nuestro cliente a gritos recriminándole haber comprado leche de bolsa y no de brick, como había pedido”. Un hecho que obligó a Netanyahu a participar de la conversación y “reclamar a Naftali que hiciera lo que su esposa le había pedido para que se calmara”, destacaron en el escrito.

El caso de Naftali no es aislado. Tras romper su silencio, muchos exempleados se decidieron a hablar. Como Gay Eliyahu. Él también padeció un ‘calentón’ típico de Sarah: “Había terminado mi jornada laboral y me llamó por teléfono para que volviera a la residencia y le calentase un plato de sopa”.

Sarah, que asegura ver su relación con Netanyahu “como una gran responsabilidad”, tal y como confesó al Jerusalem Post, pasará a la historia de Israel por su fuerte carácter. De hecho, según Forbes, ha sido calificada como “la mujer más poderosa por su capacidad de influir en la política nacional de su país”. Con estos mimbres, ¿quién manda más en Israel?

Sarah Netanyahu (57 años) conoce muy bien su papel de primera dama de Israel. De la esposa de Benjamín Netanyahu (65) dicen que es déspota, derrochadora y caprichosa. Sus escándalos han marcado la agenda política de su país. Hasta tal punto que su marido se ha visto obligado, en varias ocasiones, a salir al frente de las acusaciones que se han vertido sobre ella. El famoso “¡déjenla en paz y atáquenme a mí!”, que entonó el premier hace unas semanas, surgió tras la publicación de un informe presentado por el interventor del Estado, Yosef Shapira. En él se hablaba, y mucho, del espíritu manirroto de esta “María Antonieta israelí”, como la apodó el diario Haaret.

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