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Jóvenes, ricos e 'instagramers': así es la 'Young Beautiful People' de Estados Unidos
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Jóvenes, ricos e 'instagramers': así es la 'Young Beautiful People' de Estados Unidos

Sus nombres están vinculados a las sagas o fortunas de mayor abolengo de su país. Son hijos de magnates que han hecho de las redes sociales un lugar donde presumir de una vida de lujo y excesos

Foto: Las 'pool parties' forman parte de sus ineludibles compromisos sociales (Vanitatis)
Las 'pool parties' forman parte de sus ineludibles compromisos sociales (Vanitatis)

Riegan sus farras con Dom Pérignon. Acostumbran a tirarse al mar utilizando sus helicópteros como trampolín. Aman la moda por encima de todas las cosas. Y, sobre todo, no tienen ningún pudor en compartir una vida de lujo (y excesos) a través de Instagram. A grandes rasgos, este suele ser el perfil de una caterva de 'niños bien' surgida al calor de la citada red social. Son hijos de millonarios (de nuevo y de viejo cuño) o de empresarios influyentes. Jóvenes a los que la vida les ha tratado tan mal que solo pensar en su interminable agenda de eventos podría llegar a causarles cuadros de estrés.

Con el verano, los Hamptons –esa suerte de Sotogrande a la americana– se convierten en el mayor hervidero de niños ricos de Estados Unidos. Allí las pool parties devienen en la excusa perfecta para que amplíen su circulo social. Habitual de estos saraos es Tiffany, la hija pequeña del magnate Donald Trump. A sus 21 años se ha convertido en pieza clave para la campaña electoral de su padre: su amplia red de amistades se convierte en un caldo de cultivo idóneo para ganar adeptos a su causa. Tiffany pertenece a esa generación conocida como los niños ricos de Instagram cuyas vidas suelen recogerse en un blog que recopila las dulces existencias de estos bon vivants.

El 'cabecilla' de este grupo no es otro que Andrew Warren (22 años), nieto del magnate David Warren (famoso en los años 70 por vender vestidos de noche low cost). Él también ha visto en la moda todo un filón y ha lanzado varias colecciones desde 2013. Sus amistades –chicas jóvenes, guapas y con pedigrí– posan junto a él bebiendo vino rosado sobre la cubierta de un yate o sobre una colchoneta en una infinity pool. “Tengo aspiraciones profesionales y no me gusta que me vean como un niño mimado amigo de unas chicas que llevan un Birkin”, ha asegurado a la revista Dojour. Y aunque no quiere que se le juzgue por publicar una fotografía “comiendo caviar en el Claridge de Londres”, despierta tantas filias como fobias entre los jóvenes de su generación.

Fruto de un odio o envidia acérrimos, lo cierto es que son demasiados los instagramers que siguen sus correrías a lo largo y ancho del mundo. Desde los Hamptons hasta Saint Tropez, son casi 32.000 personas quienes le vigilan de cerca. A él o a Kyra Kennedy. A la sobrina nieta del desaparecido Robert F. Kennedy le ha costado caro presumir de amigos (y de fiestas) en Instagram. Hace unos días saltó a las páginas de la prensa sensacionalista. La joven publicó en la red sendas imágenes donde se la podía ver desfasando junto a su selecto grupo de amigos. Las imágenes fueron carne de revista y su padre la obligó a eliminarlas para no manchar el buen nombre del que goza su dinastía.

Después de encajar este revés mediático, Kyra –estudiante de diseño y moda y amiga personal de María Olimpia de Grecia– se mantiene firme en sus convicciones: “Si a alguien no le gusta cómo visto o lo que hago, yo no le he pedido que me siga en Instagram”.

El historial fotográfico de Gaïa Matisse, descendiente directa del célebre pintor francés, también ha sido sometido a juicio por el gran público. Esta aspirante a actriz y modelo, hija del artista Alain Jacquet, también presume de tener amigos de alto nivel. Estudió interpretación junto a Bradley Cooper y entró a formar parte de este grupo de instafamosos cuando tenía 16. Entonces, Mickey Rourke fue quien la presentó a su (ahora) amigo Andrew. Ella tampoco pasa desapercibida en la mencionada red social. Con sus noches de excesos y su atrevidos outfits se ha ganado más de un detractor. Incluso por su nivel de esnobismo: prefiere utilizar el apellido materno porque le da más caché.

Un sentimiento similar al de Reya Benitez (23). La joven es hija del productor musical y antiguo DJ de Studio 54. Su padre ha trabajado con Madonna o Whitney Houston y ella quiere dejar su puesto como gerente en una empresa de conserjería y dedicarse al mundo del espectáculo. Como su progenitor. Y mientras termina de encontrar su sitio en la música, ella prefiere pinchar en las fiestas de verano en casa de sus amigos.

Este quinteto de jóvenes niños ricos ha logrado lo que quería: hacerse notar. Solo queda que la dictadura de los 'me gusta' decida si su fama tiene visos de seguir adelante o si, por el contrario, serán flor de un día.

Riegan sus farras con Dom Pérignon. Acostumbran a tirarse al mar utilizando sus helicópteros como trampolín. Aman la moda por encima de todas las cosas. Y, sobre todo, no tienen ningún pudor en compartir una vida de lujo (y excesos) a través de Instagram. A grandes rasgos, este suele ser el perfil de una caterva de 'niños bien' surgida al calor de la citada red social. Son hijos de millonarios (de nuevo y de viejo cuño) o de empresarios influyentes. Jóvenes a los que la vida les ha tratado tan mal que solo pensar en su interminable agenda de eventos podría llegar a causarles cuadros de estrés.

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