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Penélope cumple su sueño dorado
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Penélope cumple su sueño dorado

Lo ha logrado. Nuestra Pé ya tiene su Oscar gracias a Vicky Cristina Barcelona y con él se convierte en la primera española en conseguirlo. Para

Lo ha logrado. Nuestra Pé ya tiene su Oscar gracias a Vicky Cristina Barcelona y con él se convierte en la primera española en conseguirlo. Para ello ha tenido que esperar el gran empujón de los Wenstein, magos de la distribución en Estados Unidos que se hicieron cargo de la cinta de Woody Allen. El gran momento llegó pasados pocos minutos del comienzo de la ceremonia pero no de la manera que esperábamos. La Academia cambió su guión este año y no fue el Mejor Actor Secundario del año pasado -Javier Bardem (una pena para el papel couché)- quien le dio la dorada estatuilla, sino cinco actrices que lo consiguieron en esa misma categoría en otros años.

Muy emocionada, Penélope Cruz sujetaba con fuerza a tío Oscar y confesaba estar a punto de desmayarse. No lo hizo y en su lugar soltó un discurso en el que se acordó de los directores Pedro Almodóvar y Fernando Trueba, y en el que incluso mencionó su Alcobendas natal. La cosa se puso más patria que nunca cuando dijo unas palabras en español en las que, como hiciera el año pasado hiciera Bardem, no se olvidó de los de su profesión. De esta manera, dedicó el Oscar: "a todos los que en España están compartiendo este momento conmigo. A todos los actores de mi país”.

Hollywood da la mano a Broadway

La Academia había prometido un espectáculo más dinámico y teatral y lo ha conseguido. De la mano de Hugh Jackman, experto en estas lides musical-teatrales gracias a sus tres presentaciones consecutivas de los Emmys, se convirtió en el maestro de ceremonias perfecto con su desparpajo bailando y cantando. Su introducción de la ceremonia sobre un escenario brillante –gracias, sobre todo, a la cortina de cristales swarovski- puso al público en pie. A su destreza sobre el escenario se sumó Anne Hathaway, que ejerció de partenaire perfecta en una de las muy trufadas canciones que resumían de manera cómico-festiva las cinco películas nominadas.

También estuvo sorprendente cuando recordó un buen puñado de musicales en un número-popurrí en el que le acompañó Beyoncé, todo muy al estilo Broadway. En el resto de la gala se le echó de menos. No hubo chistes ni improvisaciones, algo quizá más reservado a otros actores cómicos que ejercieron de maestros de ceremonias en el pasado. Como Jerry Lewis, Oscar honorífico de éste año, pero que tampoco le puso pimienta al asunto y fue más bien parco en su discurso de agradecimiento.

Sin grandes momentos, pero con alguna sorpresa

Cuando nos enteramos días antes de que Slumdog Millionaire llevaría a los niños chabolistas que interpretan a los protagonistas en su nada tierna infancia –aunque, ciertamente, sus padres preferían el dinero de los muy costosos vuelos-, creímos que la gala tendría un tono un tanto lacrimógeno. También lo apuntaba el posible premio al fallecido a Heath Ledger. Pero para nuestra sorpresa, todo resultó eminentemente sobrio.

La película de Danny Boyle se convirtió en la gran triunfadora de la noche gracias a sus ocho Oscar y sin necesidad de que nadie tuviese que hacerse el hara-kiri por el sufrimiento e indefensión de los que habitan en los suburbios de la India, verdaderos protagonistas de la cinta. Los padres y la hermana de Ledger recogieron el premio con sencillez y sin lágrimas. Así que los momentos más reivindicativos –defendiendo los derechos de los homosexuales- se los quedó Mi nombre es Harvey Milk. También alguna sorpresa. Sean Penn arrebató el Oscar a Mickey Rourke, el favorito en las quinielas, y las cámaras nos dejaron con ganas de ver la cara de decepción del que difícilmente tenga un papel más a la medida que este de El luchador.

Sorpresivo fue también el momento en que se entregó el premio a la Película de Habla No Inglesa. Ni Vals con Bashir ni La clase –ambas películas asombrosas- lo consiguieron. Se lo llevó la nominada japonesa, Departures, con lo que nuevamente todas las quinielas se volvieron a truncar.

El momento más british lo trajo la actriz Kate Winslet. Ya era hora de que esta señora de enorme talento se llevase una estatuilla al otro lado del charco. Tras besar discretamente a su marido, el director Sam Mendes, que seguro que hubiera preferido verla recogerlo por Revolutionary Road, en la que la dirigió –nosotros también- subió a por la estatuilla vestida de Yves Saint-Laurent. Su discurso fue emocionado cuando mencionó a su padre, perdido entre el público, pero principalmente cuando mencionó a su marido, Sam Mendes y a sus dos hijos.

La noche fue amena, fue al grano, pero aún así la ceremonia se alargó hasta cerca de las seis de la mañana, media hora más del horario previsto. No obstante la Academia ha marcado el camino a seguir en próximas galas gracias a su mezcla de buen espectáculo y a la presencia de cinco premiados para otorgar el galardón en cada categoría. Todo un acierto.

Lo ha logrado. Nuestra Pé ya tiene su Oscar gracias a Vicky Cristina Barcelona y con él se convierte en la primera española en conseguirlo. Para ello ha tenido que esperar el gran empujón de los Wenstein, magos de la distribución en Estados Unidos que se hicieron cargo de la cinta de Woody Allen. El gran momento llegó pasados pocos minutos del comienzo de la ceremonia pero no de la manera que esperábamos. La Academia cambió su guión este año y no fue el Mejor Actor Secundario del año pasado -Javier Bardem (una pena para el papel couché)- quien le dio la dorada estatuilla, sino cinco actrices que lo consiguieron en esa misma categoría en otros años.