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Una ópera de gigantes mecánicos
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ESTRENO DE 'PACIFIC RIM', DE GUILLERMO DEL TORO

Una ópera de gigantes mecánicos

Se estrena 'Pacific Rim', una cinta de ciencia ficción de Guillermo del Toro de homenajea al género 'mecha' japonés de robots y monstruos gigantes

Robots gigantes contra monstruos gigantes a tortazo limpio en medio de la ciudad. No es que la sinopsis de Pacific Rim tenga demasiada enjundia, vale, pero Guillermo del Toro no prometió nada más. "La pelea a puñetazos es muy operística, muy teatral", explicó hace tiempo en la revista Empire sobre esta cinta en la que se combate a los monstruos no con potencia de fuego, sino a mamporros. "Es wagneriana. Sea en el medio de un océano lleno de icebergs o de una tormenta con olas gigantescas rompiendo contra los jaeger y los kaijus, en la película hemos querido hacer peleas con estructura, como en los encuentros de lucha libre de mi infancia. Hemos querido evocar la majestad de El Coloso de Goya".

A Del Toro, para qué nos vamos a engañar, le puede el entusiasmo con las comparaciones, pero es honesto. En su película, como en tantas otras, hay aliens, portales interdimensionales y un acabarse el mundo inminentemente, pero ni unos ni otros llegan a convertirse nunca en el verdadero tema de Pacific Rim, que es el gigantismo. ¿Una obviedad cuando se trata de una película en la que todo es gigantesco? No tanto. Estamos hablando de una industria, la de Hollywood, donde lo grande es con frecuencia más una aderezo, un must inevitable de la épica en tiempos digitales, que un tema en sí. Recordemos que Peter Jackson, por ejemplo, dirigió hace no tanto un King Kong donde lo fundamental no era que el simio fuese grande, que lo era, sino que tenía sentimientos. O la reciente Jack el Cazagigantes, sin ir más lejos, en realidad una fábula sobre el crecimiento personal con la singularidad –y solo singularidad– de que los malos medían treinta metros.

Por suerte los kaijus y los jaeger de Pacific Rim –los monstruos y los robots, para entendernos– miden bastante más y no tienen tanta pamplina, en particular los primeros. Para sorpresa de la humanidad uno de ellos emergió una buena mañana del océano Pacífico y devastó de un plumazo la ciudad de San Francisco. Después de ese vino otro que hizo lo propio con Lima, en Perú, y otro después que atacó Manila, en Filipinas. Estamos en el año 2020 y la humanidad no tiene potencia de fuego suficiente para derribar a estos monstruos en un tiempo razonable, así que construye un escuadrón de robots gigantes con los que combatirlos cuerpo a cuerpo dirigidos en su interior no por uno, sino por dos seres humanos. A eso se dedican Raleigh Becket –Charlie Hunnam– y su hermano mayor, pilotos ambos del temible Gypsy Danger hasta que el segundo cae en combate. Cuando la amenaza de los kaijus se redobla y el enemigo empieza a ganar la partida, Becket no tiene a nadie con quien defender las últimas posiciones de Asia mientras se completa la construcción de un muro –también pantagruélico, por supuesto– de contención.

Siendo un homenaje al tokusatsu–la ciencia ficción japonesa clásica– y evidentemente al género mecha –el cine de robots gigantes pilotados por seres humanos–, podría parecer que Pacific Rim no tenía más posibilidad que el entretenimiento, pero no es verdad. Aunque ya se ha comparado con experiencias como Godzilla o Mazinger Z –en general, con cualquier película mecha que haya funcionado fuera de Japón– lo cierto es que la cinta tiene mucho más que ver formalmente con Evangelion, una serie de manga erigida hoy en producto de culto con la que la historia y la estética de Pacific Rim comparten la mayor parte de sus premisas –ocurre en el futuro; empieza cinco años después del primer contacto con el enemigo, en ambos casos en la segunda década del siglo XXI; los kaijus son de origen desconocido; los mechas son de naturaleza biomecánica y combaten en escuadrón–. La película de Del Toro, eso sí, prescinde del aparato filosófico de Evangelion y se queda solo con su punto de partida, quizá por falta de tiempo, quizá por legítimo desinterés en ponerse a elaborar.

Por suerte Del Toro, en cambio, sí que ha querido meterse en otros jardines más o menos nipones y mezclar personajes realistas con caricaturas, por ejemplo, un recurso del anime clásico del que no se suele tirar en Occidente, donde las películas o son realistas o no lo son, pero rara vez mitad y mitad. En torno a los personajes principales, todos muy convencionales –con un héroe atormentado por el pasado en Charlie Hunnam, una chica dura en Rinko Kikuchi y un militar paternalista de Idris Elba– revolotean esperpentos como el contrabandista tuerto de botas de oro que interpreta Ron Perlman, los histriónicos científicos del filme –dos friquis rematados a quienes dan vida Charlie Day y Burn Gorman– o algunos de los pilotos de los jaeger, como dos hermanos rusos de aspecto extrañamente tecnopunk o unos apocados trillizos chinos que parecen sacados de un casting de malos de una película de Jackie Chan. Es, por supuesto, la dimensión más divertida de la película.

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Pacific Rim no es, como hay quien dice que es, una fábula, o peor: un cuento de ciencia ficción. Tampoco es el ejercicio mercenario del que acusarán seguramente a Guillermo del Toro, –aunque tampoco acaba de ser, por supuesto, todo lo contrario–. Es, lo decíamos al principio, robots gigantes contra monstruos gigantes a tortazo limpio en medio de la ciudad. Sin más. Con todo lo que eso tiene de simplón, con todo lo que Del Toro consigue rescatar de esa simpleza. Y gigantismo, insistimos, emprendido desde la convicción de que se puede emocionar a los adultos con Pantagrueles mecánicos como los niños se emocionan con los que salían al final de los Power Rangers. Firmada con honestidad y rematada digitalmente de forma impecable, el balón está en el tejado espectatorial. Disfrutarla consiste solo en querer dejarse llevar.

Pacific Rim

Director: Guillermo del Toro

Género: Fantasía, ciencia ficción

País: Estados Unidos

Duración: 131 minutos

Robots gigantes contra monstruos gigantes a tortazo limpio en medio de la ciudad. No es que la sinopsis de Pacific Rim tenga demasiada enjundia, vale, pero Guillermo del Toro no prometió nada más. "La pelea a puñetazos es muy operística, muy teatral", explicó hace tiempo en la revista Empire sobre esta cinta en la que se combate a los monstruos no con potencia de fuego, sino a mamporros. "Es wagneriana. Sea en el medio de un océano lleno de icebergs o de una tormenta con olas gigantescas rompiendo contra los jaeger y los kaijus, en la película hemos querido hacer peleas con estructura, como en los encuentros de lucha libre de mi infancia. Hemos querido evocar la majestad de El Coloso de Goya".

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