La miel, el truco de belleza que se esconde en las alacenas de las cocinas

La miel acompaña al ser humano desde tiempos inmemoriales. El viscoso líquido procedente del laborioso trabajo de las abejas ha endulzado platos y proporcionado alimento a los hombres y las mujeres generación tras generación, y en torno a este insecto alado se ha creado una veneración que lo ha convertido en símbolo del esfuerzo y la organización. No en vano es necesaria la visita a mil flores para que una abeja pueda elaborar un solo gramo del producto. Las bondades de la miel como alimento son conocidas de sobra, pero ¿qué ocurre con sus cualidades como cosmético?

Puede sonar curioso el utilizar la miel como producto de belleza en vez de comerla, pero se trata de un remedio casero que hace de maravilla las veces de hidratante y rejuvenecedor corporal. ¿El método? Tan sencillo como efectivo: todo el mundo tiene en casa leche y miel, ¿verdad?

Pues para empezar, tome un litro de leche y 150 gramos de miel y viértalos en su bañera llena de agua. Tras 20 minutos sumergidos en la mezcla, la piel se presenta mucho más suave y limpia. Cubiertos por una toalla, las vitaminas, minerales y proteínas continuarán su proceso de regeneración capilar.

Este remedio de la abuela hace de la necesidad una virtud. La miel es un estupendo agente limpiador y purificador, hidrata las manos y devuelve el brillo al cabello. Combinada con una crema hidratante, es un aliado infalible en la búsqueda de una piel tersa.

Un requisito fundamental a la hora de seleccionar un tipo de miel (aparte de los gustos personales por las provenientes de unos u otros tipos de plantas, claro está) es permanecer atentos al grado de pureza. El mejor lugar para comprar miel suele ser en el campo, directamente a los apicultores que venden sus cosechas artesanas en mercados de pueblo. Esto nos garantizará un alto grado de pureza, esto es, que el producto no ha sido diluido con agua, de modo que sus cualidades permancecerán intactas.