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La moda del 'burkini' levanta polémica en Holanda
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La moda del 'burkini' levanta polémica en Holanda

Aunque puede ser la solución para que las más puritanas practiquen la natación, la moda del burkini -nombre con el que se ha bautizado al bañador

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La moda del 'burkini' levanta polémica en Holanda

Aunque puede ser la solución para que las más puritanas practiquen la natación, la moda del burkini -nombre con el que se ha bautizado al bañador que usan algunas musulmanas y que solamente deja al descubierto los pies, las manos y la cara- no ha sido bien recibida en todas las piscinas holandesas. La piscina de la ciudad de Zwole (norte del país), parcialmente financiada con fondos públicos, ha prohibido su uso en horarios regulares, argumentando que espanta a los usuarios que acuden a nadar con trajes de baño normales.

El director de la instalación, Hans Meijer, ha propuesto a las musulmanas que deseen utilizar ese tipo de bañador horarios especiales, igual que sucede con los nadadores nudistas. Pero esta postura le ha costado a Meijer las críticas del Ayuntamiento, que ha amenazado con retirar la subvención de 1,5 millones anuales que concede a la piscina.

El director del Centro Holandés para el Desarrollo Multicultural (FORUM), Sadik Harchaoui, lamentó, en declaraciones a Efe, que el director de las instalaciones haya hecho "de su gusto una norma". Según Harchaoui, el uso del burkini contribuye "a la participación e integración" de las mujeres musulmanas y, además, no viola ninguna regla.

Vivido como una revolución por muchas mujeres musulmanas, el bañador, de poliester, recuerda a los trajes de neopreno que usan los buceadores, pero además incluye una túnica de hechura suelta y una capucha que cubre el cuello y que se refuerza con una especie de gorrito de baño.

Los fabricantes aseguran que la capucha sirve como hijab (el pañuelo con que las musulmanas ocultan su pelo), pero también puede retirarse y dejar la cabeza descubierta, en función del gusto de la usuaria. La secretaria de Estado de Deporte, Jet Bussemaker, destacó recientemente en el Parlamento holandés que el burkini da a las mujeres musulmanas "la oportunidad de poder nadar en instalaciones públicas".

El Ministerio de Sanidad considera, además, que el burkini -creado por la australiana de origen libanés Aheda Zanetti, una musulmana amante de los deportes- cumple todos los requisitos de seguridad o higiene que se le puede pedir a un bañador o biquini ordinarios. Las musulmanas residentes en Holanda que quieran adquirir un burkini sólo pueden hacerlo a través de la empresa holandesa Woortman Sportswear, que lo vende por internet (www.woortmansportswear.com) a un precio de entre 137,5 y 150 euros.

Desde el pasado noviembre, esta tienda de deportes importa desde Australia y de forma exclusiva esta prenda y la distribuye en Europa y el Norte de África. Las compradoras pueden elegir entre diversas hechuras (recatada, deportiva o ajustada), en las que varía el largo de la túnica superior y el ancho de los pantalones, y en numerosos colores, pero todos los modelos garantizan comodidad y sujeción, según los distribuidores.

La propietaria de la empresa, Dorelies Woortman, asegura que el negocio marcha a pedir de boca, ya que los "pedidos llegan por centenares desde Europa, y por miles desde el Norte de África". El bañador "ha hecho felices a muchas mujeres, porque les permite nadar con gusto, además de secarse con rapidez y de ser ligeramente impermeable", comenta la firma Woortman en su página de internet.

Para Harchaoui este bañador no supone ninguna revolución -como lo pudo ser en su día el biquini-, porque "es como el traje de baño que muchos australianos usan para protegerse del sol y similar a los utilizados por deportistas de elite por su aerodinámica".

Aunque puede ser la solución para que las más puritanas practiquen la natación, la moda del burkini -nombre con el que se ha bautizado al bañador que usan algunas musulmanas y que solamente deja al descubierto los pies, las manos y la cara- no ha sido bien recibida en todas las piscinas holandesas. La piscina de la ciudad de Zwole (norte del país), parcialmente financiada con fondos públicos, ha prohibido su uso en horarios regulares, argumentando que espanta a los usuarios que acuden a nadar con trajes de baño normales.