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Marilé Zaera, el alma del glamuroso Pachá de los 80
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Marilé Zaera, el alma del glamuroso Pachá de los 80

La expresión "vivir como un pachá" implica disfrutar del lujo y la opulencia. El dueño de la popular discoteca madrileña que echa ahora el cierre tras

La expresión "vivir como un pachá" implica disfrutar del lujo y la opulencia. El dueño de la popular discoteca madrileña que echa ahora el cierretras más de 30 años haciendo bailar a la 'gente guapa' del momento se trajo esta idea de un viaje a la India. "Ricardo Urgell puso en marcha el primer Pacháen Sitges con un 'picú' -un tocadiscos de antaño- y un toldo", cuenta a VanitatisMarilé Zaera, directora de relaciones públicas de la sala de baile entre 1980 y 1992. "Luego vino el de Playa de Aro, el de Ibiza y después el de Madrid, que se abrió en la época en que nuestra capital era el Nueva York de Europa", añade esta pionera que vivió más de cerca que nadie la década de mayor esplendor de la ciudad y la intensa actividad de la discoteca de moda.

Zaera tiene un lado siciliano, como a ella misma le gusta definirlo, pero también otro muy espiritual. Dos virtudes que le ayudaron a llevar a cabo un trabajo para el que no todo el mundo vale. "He sido la primera relaciones públicas de una discoteca en España. Esa profesión me la inventé yo", reconoce orgullosa. "Empecé en la sala Cerebro de la calle Princesa, la más popular de los 70, con Franco, ocho años antes de que me llamaran para trabajar en Pachá".

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Ella inauguró, en 1980, la discoteca que se convertiría en poco tiempo en el Studio 54de Europa. "El día de la apertura se hizo una gran fiesta y había más de 1.000 personas con tacones de aguja y sombreros en la puerta queriendo entrar", recuerda. Y ella fue también el alma de la sala de baile durante doce años. El paso de Marilé Zaera por Pachádejó huella. Todos los que la conocieron recuerdan con cariño a esa maña con carácter que llegó a la capital con 18 años y una maleta llena de ilusiones y que acabó convirtiéndose en la carismática e imponentedama de la noche madrileña gracias a su talento especial para las relaciones públicas. Manejaba a la gente, atendía a los famosos, se ocupaba de que todo (y todos) estuviera perfecto y en su sitio. Sea cual fuera el caso, su función consistía en darle brillo, convocando a las personas adecuadas y consiguiendo la máxima repercusión en tiempos en los que no había móviles ni redes sociales. "La gente, cuando aterrizaba en Madrid por primera vez, venía con un solo teléfono: el mío. Había corrido la voz entre modelos y artistas de que yo les arreglaba la vida aquí".

Y es que, en aquellos años, pocas mujeres se atrevían a meterse en un mundo tan colmado como era el de la hostelería. "Fui de las primeras que se perdieron en este complejo laberinto. Y lo hice en el momento de esplendor de las noches españolas, cuando la Movida madrileña dictaba las normas y Pacháera el punto de encuentro con másglamour".

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El propio espacio ya rompía con el sistema de todas las viejas discotecas. Era un teatro de cuatro pisos más un restaurante, El Cielo de Pachá, que se abrió más tarde en lo que hasta ese momento había sido la casa de los porteros y cuya enorme cristalera permitía contemplar el cielo de Madrid durante la cena. "El restaurante se convirtió en el sitio de moda. Allí se bailaba salsa y otros tipos de música para gente de más edad. Era casi privado, con un acceso difícil y no se permitía entrar con cámara de fotos.Gallardón, Cereceda, Sarasola...Muchos famosos daban rienda suelta a sus excentricidadesen este espacio.Era tan divertido que había que echar a todo el mundo a las 8 de la mañana. Las señoras de la limpieza les preguntaban si no tenían casa", ríe.

Historias para no dormir

Todos los que vivieron esos años coinciden en que fueron irrepetibles por múltiples razones. La sociedad, la política, la cultura, la música. Todo estaba en su sitio y era el momento de demostrar quiénes éramos y cuánto valíamos. Pacháse convirtió entonces en el eje de la Movida, el gran fenómeno de la década, y el espíritu traspasó fronteras. "Al hijo de Alain Delon, Anthony Delon, que era famosísimo en los 80 porque además salía con la pequeña de los Grimaldi, le contrataban para venir a los aniversarios de Pachá", cuenta Marilé. "La madre era muy amiga de Syliane de Vilallonga -la que fuera mujer del aristócrata- y siempre decía que estaba encantada con España porque aquí pagábamos a su hijo para que fuera a una discoteca, mientras en Francia le pagaban para que no fuera".

El portero, Martín, era guardia civil, según cuenta la relaciones públicas. Ponía multas por la mañana y por la noche vigilaba la puerta de de la discoteca. "Derrochábamos vanguardia, pero en el fondo aún tratábamos de salir de la España profunda. Martín era un tío muy duro. Si no llevabas la tarjeta ya podías ser quien fueras que no entrabas sin pagar. Tuve muchos encontronazos con él porque a mí me gustaba invitar a todo el mundo", rememora. La tarjeta VIP de Pachá, un auténtico objeto de deseo, el tesoro más codiciado de la juventud gata. "La gente prefería tener la tarjeta a comprarse un Hermés. No se la dábamos a cualquiera y había padres nos llamaban para solicitar una como regalo de cumpleaños para su hija".

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Algo importante debía estar pasando en Madrid cuando un fin de semana cualquiera uno podía terminar la noche bailando con Mick Jagger, Barry White, Prince, Tony Curtis o Stevie Wonder. "Antes las cosas funcionaban de una manera mucho más espontánea. Hoy en día todo está mediatizado. Todos cobran por acudir a eventos, te llaman sus agentes por teléfono 40 días antes para organizar hasta el último detalle. Antes no se les pagaba y se presentaban en la discoteca sin avisar. La gente enloquecía y ellos participaban".

Las cosas eran distintas, en efecto. Eran los 80, los años de la Movida madrileña, en los que un sector de la juventud enloquecía con las drogas y todo tipo de excesos y otros, según Zaera, "eran sanísimos y venían a divertirse y a escuchar buena música. Pachátenía a Alí, el mejor Dj del mundo por aquel entonces. La voz de Barry White abría la discoteca a las 12 de la noche, le seguían Frank Sinatra, los Rolling, los Beatles...". A pesar de estar en la época dorada de la música española, la discoteca daba más importancia a la música extranjera, a esos grupos que se escuchaban tan poco en las radios.

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La estratégica distribución de la gente en el interior de la sala también llama ahora la atención. "A la derecha estaban los apellidos ilustres, desde el príncipe y las infantas a Primo de Rivera Carvajal, Sartorious, Martínez de Irujo..., y a la izquierda los 'originales', los actores, las modelos, los cineastas, los cantantes, los modistos... Los guays de la época: los componentes de Mecano, Miguel Bosé, Almodóvar, Bibi Andersen, José Coronado, Marta Sánchez... Los pijos a la derecha, los bohemios a la izquierda. Cuando alguien entraba yo les preguntaba dónde preferían, izquierda o derecha, aunque todo el mundo sabía perfectamente dónde tenía que ir. Eso sí, los de la derecha se terminaban mezclando con los de la izquierda porque allí estaban las chicas más guapas". En el anfiteatro se situaba la gente del teatro. "Allí era donde también se 'escondían' algunos, porque eran todo cojines, poca luz... Era el lugar idóneo para los que buscaban algo más de intimidad".

Con tanto rostro conocido, las anécdotas son innumerables. Marilé Zaera recuerda muchas de ellas y también que se llegó a escribir un libro titulado 'El Baile', que recoge todos los personajes que iban a la discoteca en aquella época y muchas de las historias que allí sucedieron. Lo editó Ricardo Urgell, director de Pachá, y lo conserva muy poca gente."Noera sólo una moda nacional. Hubo una época en la que la discoteca era lo más internacional que existía en España. Venían desde Estefanía de Mónaco a Nacho Duato. Pachá era un santuario y ahora es una leyenda".

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Espaguetis 'after hour'

Hoy organiza eventos desde su propia empresa de comunicación y relaciones públicas. 35 años de experiencia y un verdadero respeto de todos lo que la conocieron en aquellos años la avalan. Pero Marilé Zaera también probó suerte con la restauración. En 1984 abrió un restaurante italiano con Syliane de Vilallonga. La particularidad era que se cerraba de madrugada. Así, la fiesta en la capital no terminaba en Pachá. El local servía cenas hasta las 7 de la mañana y su clientela era, como poco, igual de ilustre que la de la discoteca. "Empezó llamándose 'Pasta y Basta' y terminó siendo 'Basta de Pasta'. Por allí pasaba toda la jet nacional e internacional, desde Jaime de Mora, la Duquesa de Alba, la baronesa Thyssen e Isabel Preysler hasta Sofía Loren, quien cocinó una noche unos riquísimos espaguetis. No ganamos un duro y lo tuvimos que cerrar pocos años después, pero nos reímos una barbaridad y eso nos parecía entonces lo más importante".

Después de la Movida, la sala se fue hundiendo poco a poco. "Para trabajar en una discoteca debes actuar como el anfitrión de tu propia casa, tienes que ser enlace de toda la gente que viene y tratarla con corazón y cierta psicología. Cuando yo me fui poco a poco esto se fue dejando y olvidando... Ricardo se la acabó vendiendo a Pedro Trapote y yo creo que no supieron gestionarla". Marilé se fue al Casino de la calle Alcalá, que se puso de moda durante los tres años que ella estuvo trabajando. "No sé cuál será el futuro del antiguo teatro Barceló, pero lo que es seguro es que nunca volverá a ser lo que fue Pacháen los 80".

La expresión "vivir como un pachá" implica disfrutar del lujo y la opulencia. El dueño de la popular discoteca madrileña que echa ahora el cierretras más de 30 años haciendo bailar a la 'gente guapa' del momento se trajo esta idea de un viaje a la India. "Ricardo Urgell puso en marcha el primer Pacháen Sitges con un 'picú' -un tocadiscos de antaño- y un toldo", cuenta a VanitatisMarilé Zaera, directora de relaciones públicas de la sala de baile entre 1980 y 1992. "Luego vino el de Playa de Aro, el de Ibiza y después el de Madrid, que se abrió en la época en que nuestra capital era el Nueva York de Europa", añade esta pionera que vivió más de cerca que nadie la década de mayor esplendor de la ciudad y la intensa actividad de la discoteca de moda.