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Especímenes de gimnasio: la fauna 'fitness' en 10 estereotipos clave
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Especímenes de gimnasio: la fauna 'fitness' en 10 estereotipos clave

Son 'personajes' fáciles de clasificar. Los hay en versión analógica e 'instagramer', pero siempre con un denominador común. Vanitatis realiza un repaso a los más comunes

Foto: Brad Pitt en un fotograma de la película 'Quemar después de leer' en 2008
Brad Pitt en un fotograma de la película 'Quemar después de leer' en 2008

Las fiestas de Navidad están a la vuelta de la esquina, la (pre)operación biquini de cara al próximo verano o esa vida de oficina (sedentaria) que llevan la mayoría de los mortales son solo algunos de los factores que motivan a hordas y hordas de individuos a inscribirse casi en masa al gimnasio. Razones tan poderosas como la pereza o la pasividad pueden convertirse en dos grandes lastres para quienes pagan sus cuotas religiosamente y evitan a toda costa ponerle cara a la recepcionista que les espera sonriente a la entrada de este tipo de establecimientos.

Ni siquiera les motiva ese aroma a sudor y hormonas que suele respirarse en estos Olimpos del 'fitness'. Tampoco lo hace la posibilidad de abandonar la temida soltería en pos de quemar grasa o ganar músculo. Existe una tercera razón más poderosa que lleva al individuo a caer en los brazos de la pereza deportiva: la fauna de gimnasio. Sí, una especie que, a su vez, se divide en innumerables subespecies cortadas por el mismo patrón. 'Especímenes' de todo tipo catalogados y categorizados por igual en cualquier palestra de cualquier parte del mundo. Aquí, el repaso.

1. El principiante. Después de repetirse a sí mismo que la vida sedentaria ha de pasar a mejor ídem, destacan de él algunas actitudes muy reseñables: está más perdido que Adán en el día de la madre; cuando encuentra una máquina cuyo ejercicio puede resultarse asequible, quienes le rodean acaban por descubrir que no está haciendo esfuerzo alguno. Lo más recomendable es que acuda al monitor más cercano.

2. El TOC. En un lugar recóndito de su conducta gimnástica deben existir ciertos aspectos propios de alguien que padece un trastorno obsesivo-compulsivo. A saber: combina los colores de pantalón y bolsa deportiva; y suele ir bien pertrechado de 'gadgets' como reproductor de música, botella de bebida isotónica, toalla-gamuza al cuello e, incluso, cinta de tenista contra el sudor en la frente.

3. El adonis. Su vida gimnástica la hace frente al espejo. Levantando pesas, comprobando la correcta ejecución de sus ejercicios, seduciendo con su mirada (y barba perfectamente delineada) a todas cuantas pasan por su lado. Suele lucir camisetas 'ultraslim fit' de lycra antitranspirable y suele sudar elixir. ¡Ah! Y no se despeina durante todo el circuito de entrenamiento.

4. El accionista. Vive allí. Puede hacer sus sesiones deportivas de una sola vez o repartir su entrenamiento entre la primera hora de la mañana y el final de la tarde. Acude diligentemente a todas las clases grupales: desde 'spinning' a 'body pump' pasando por su hora de musculación. Que este tipo de 'especimen' ande suelto por ahí invita a pensar que es socio accionista del gimnasio.

5. El arroz con pollo. A medida que ingiere estos dos alimentos –base fundamental de su dieta–, aumenta su masa muscular. La pena es que lo hace en detrimento de su desarrollo intelectual. Y eso que conoce a la perfección todos los entresijos de los regímenes que siguen a rajatabla los de su especie. Además, suele contar con una horda de acólitos que ingiere los mismos alimentos. Es como el (rey) Leónidas y sus '300'.

6. El propaganda. Esta subespecie es el antónimo del TOC. Aprovecha su inscripción en el gimnasio para dar salida a su ropa campera o de andar por casa. Y se ahorra el gasto en una nueva equipación. Existe un elemento distintivo que les une: una camiseta de regalo de cualquier caja de ahorros de provincias. Ropa 'vintage' como ese pantalón de chándal propio de la generación postáctel –muy de los 90– o esas zapatillas aptas para cualquier cosa menos para hacer deporte: como las clásicas J'Hayber New Olimpo.

7. El 'preju'. No, esta especie no es la forma de alguien que tenga ciertos prejuicios antes de aventurarse en la aventura 'fitness'. Esta especie la forman los prejubilados y prejubiladas que suelen pasearse por el gimnasio. Ellas suelen acudir a clases de pilates en pandilla y suelen ser bastante madrugadoras –que a las nueve las espera 'su' Mariló para 'darles la mañana'–, y ellos suelen hacer algo de cinta o elíptica. Verles por allí demuestra que para practicar la vida sana no hay edad.

8. El 'selfies'. Es una subespecie tecnológica derivada del mencionado adonis. Pero en versión exhibicionista porque publica fotos de su apolínea figura en las redes sociales desde cualquier espejo que le permita marcar abdomen en alta resolución. Porque en redes sociales como Instagram da igual que el resto del universo se dedique a publicar imágenes de lugares idílicos: siempre habrá un 'selfies' que acapare todos los 'likes' a golpe de músculo.

9. El terror de las nenas. Es una suerte de falso vigía o guardián del gimnasio. Presume de un cuerpo esculpido y, además, no le importa apuntarse a clases de 'spinning' o pilares. Aunque nunca lo haya practicado. Su objetivo es acudir al rescate de cualquier damisela desorientada para ayudarla y, de paso, preguntarle a qué hora y qué días suele acudir a hacer ejercicio para coincidir con ella. Dentro y fuera de la palestra.

10. El hombre 10. Acude al gimnasio vestido con la ropa 'reglamentaria'. Realiza sus tablas de ejercicios escuchando música a un volumen tal que no molesta al resto. Es cuidadoso con las máquinas, es constante tanto con la frecuencia con que acude como con su progresión física. Es respetuoso con el resto de las especies y subespecies, y no acapara la atención del resto de grupúsculos que suelen poblar este tipo de centros deportivos.

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Las fiestas de Navidad están a la vuelta de la esquina, la (pre)operación biquini de cara al próximo verano o esa vida de oficina (sedentaria) que llevan la mayoría de los mortales son solo algunos de los factores que motivan a hordas y hordas de individuos a inscribirse casi en masa al gimnasio. Razones tan poderosas como la pereza o la pasividad pueden convertirse en dos grandes lastres para quienes pagan sus cuotas religiosamente y evitan a toda costa ponerle cara a la recepcionista que les espera sonriente a la entrada de este tipo de establecimientos.

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