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Por qué tienes que ir a Arriondas, Cocentaina y otros rincones rurales fuera de ruta
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detrás de una estrella (michelin)

Por qué tienes que ir a Arriondas, Cocentaina y otros rincones rurales fuera de ruta

Por el paisaje, por el Cantábrico y el Mediterráneo, por Casa Marcial y L'Escaleta, en el caso de estos dos. Y en el de todos, para degustar nuestra geografía como si fuera el mejor de los menús

Foto: Hospedería El Batán, en Tramacastilla (Teruel)
Hospedería El Batán, en Tramacastilla (Teruel)

Nos sobran los motivos para viajar, hay tanto para ver, pero hemos encontrado uno más: ir detrás de una estrella (o dos) de las del cielo Michelin hasta llegar a rincones rurales de nuestra geografía que no nos esperábamos, de esos que no salen en los mapas del turismo más habitual. Así es como hemos caído en Arriondas, Ribadesella adentro, o en Tramacastilla, en la sorprendente sierra de Albarracín, y en otros tres destinos más. Partimos con la alegría que da saber que, además, vamos a comer como un rey. Estos banquetes también le habrían gustado a Babette.

1. Villaverde de Pontones y el Cenador de Amós

Esto son palabras mayores. Si alguien busca un hermoso restaurante donde saber lo que es bueno de verdad, ese es el que comanda sabiamente el chef biestrellado Jesús Sánchez. No es un decir, es que el Cenador de Amós (Plaza del Sol, s/n) es una antigua casa palacio del siglo XVIII, la de los Mazarrasa, que se alza en el cántabro Villaverde de Pontones, donde hacen parada de postín los más sibaritas de los viajeros. Hay más romanticismo aún porque Sánchez ha bautizado los tres menús degustación de su cocina de autor como Memoria, Esencia y Experiencia. Las que se viven en este ídilico paisaje entre los ríos Aguanaz y Pontones, no lejos de la costa ni del Parque de la Naturaleza de Cabárceno, ese lugar que no es un parque natural ni un zoológico donde los animales viven en semilibertad; los que pueden, como los osos.

Para dormir: la Posada de la Trapa, en la misma finca que el Cenador, antiguas caballerizas del palacio, que tiene servicio de canguro y actividades para niños (atención, parejas).

2. Arriondas y Casa Marcial

En la cornisa cantábrica pero antes de dar salida al mar se halla esta villa del concejo de Parres, considerada capital salmonera de España por culpa del famoso y muy navegable río Sella, que, como es sabido, no solo descienden los salmones. Aquí, a diez minutos por una carretera estrecha, en este entorno verdísimo de la bella Asturias se encuentra Casa Marcial (La Salgar, 10), que no solo es el reconocídisimo restaurante de Nacho Manzano, dos estrellas Michelin, sino la casona que le vio nacer y donde pasó toda su infancia, y la casa de comidas que regentaron sus padres tiempo después. Una construcción típica de las de aquí.

No queremos pasar por alto las bondades del gochu asturcelta con berza fermentada o la esponja de remolacha, requesón, frutos rojos y helado de cebolleta, por no hablar de la fabada y el arroz con leche, antes de que los ojos y lo demás también se nos pierdan por el entorno presidido y a lo grande por los Picos de Europa.

Para dormir: La Quintanilla de Romillo, un complejo de siete apartamentos rurales a cinco minutos de Arriondas.

3. Tramacastilla y El Batán

De nuevo nos adentramos en uno de los paraísos interiores de España, robándole el eslogan a Jaén, para arribar en la sierra turolense de Albarracín, plagadita ella de pueblos monumentales y muy muy rústicos. Es el caso del pequeño Tramacastilla, donde se encuentra El (gran) Batán (Ctra. Comarcal 1512, km 43), el restaurante abierto en lo que fue una fábrica de lana cuya cocina tan exótica como local, que se desmenuza a lo largo y ancho de un menú degustación de catorce platos, se hizo merecedora de una estrella Michelin.

Para ponerle al viaje más emoción, hay que decir que Tramacastilla (no confundir con el del Pirineo, apellidado De Tena) se halla en el Camino del Cid y fue en tiempos el límite entre los reinos de Aragón y Castilla, de donde su nombre. Hay que ir para demostrar, otra vez, que Teruel también existe, más allá del pintoresco y muy visitado Albarracín.

Para dormir: por fortuna, es también hospedería, como el Miramar de Paco Pérez en LLançá.

4. Pancar y El Retiro

No está en el marinero y bien parecido Llanes, pero casi. En la aldea de Pancar que curiosamente apenas sale en el mapa y sin embargo sí lo hace en el de las estrellas Michelin. Los designios gastronómicos son inescrutables. Pues en este Pancar se encuentra El Retiro, de piedra y con chimenea y muy de raíz aunque sin renunciar a lo nuevo, según la visión de su chef, Ricardo González Sotres, que hace al mar protagonista, como lo prueba uno de sus platos más famosos, la ostra especial con manzana, albahaca y limón verde.

Lo mejor para antes o después recorrerse el casco histórico de la gran villa asturiana y empaparse de mar y tradición marinera, otra vez con el fondo encantador de Picos de Europa. Qué mejor sobremesa que hincharse a ver palacios y casas blasonadas, una torre medieval, una basílica, un faro, el puerto o las playas. Es lo que tiene Llanes.

Para dormir: The CoolHouses, que son dos casas independientes muy de diseño y de alquiler completo, al ladito del centro de Llanes. Un complejo que, tal y como nos recuerdan desde Escapadarural.com, incluye servicio de panadería y desayuno.

5. Cocentaina y L’Escaleta

Y dejamos el verde norte para irnos al azul sur, el del Mediterráneo, el alicantino de Cocentaina, aunque quede tierra adentro, entre montañas, que también las hay, a la sombra de la sierra de Mariola y con salida al mar por Altea, por ejemplo. En este municipio levantino es donde está L’Escaleta (Pujada Estació Nord 204), el restaurante de Kiko Moya que presume de dos estrellas Michelin, la última conseguida el año pasado, y de terraza, donde se da cancha, al igual que en la sala, a la cocina regional revisada (pichón asado en orujos de aceituna, gamba roja en costra de sal cítrica, jugo de calabaza asada con crema helada de almendras y manjares así).

Para aderezar el viaje, las pinturas rupestres de arte esquemático, los yacimientos ibéricos, el arrabal, el castillo, las alquerías de los alrededores o el palacio condal.

Para dormir: la casa rural La Torreta de Sant Tomàs, en el casco histórico del mismo Cocentaina, con techos abovedados y vigas de madera. Se trata nada menos que de la torre de la antigua muralla del siglo XIII.

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Nos sobran los motivos para viajar, hay tanto para ver, pero hemos encontrado uno más: ir detrás de una estrella (o dos) de las del cielo Michelin hasta llegar a rincones rurales de nuestra geografía que no nos esperábamos, de esos que no salen en los mapas del turismo más habitual. Así es como hemos caído en Arriondas, Ribadesella adentro, o en Tramacastilla, en la sorprendente sierra de Albarracín, y en otros tres destinos más. Partimos con la alegría que da saber que, además, vamos a comer como un rey. Estos banquetes también le habrían gustado a Babette.

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