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Cinco paraísos a los que escaparte esta Semana Santa
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Cinco paraísos a los que escaparte esta Semana Santa

Hay uno que es muy natural y es pura Extremadura, otro mediterráneo e inclinado al lujo, y el resto para darle al spa y al golf, entregarse al oro de Baco o al exotismo total pasado por agua

Foto: Imagínate que estás aquí, en La Manga Club, tan cerca del mar.
Imagínate que estás aquí, en La Manga Club, tan cerca del mar.

En busca de un lugar en el mundo en el que ver la Semana Santa pasar, hemos venido a dar a cinco rincones paradisiacos, cada uno en lo suyo. Así, nos hemos dejado querer mucho en un beach club y no digamos en un spa con vistas al mar, hemos vuelto a triunfar con Baco, nos hemos tumbado a la bartola (o cama balinesa, que ahora es lo más) en un beach club y escapado a la naturaleza pródiga de Monfragüe, que siempre tiene mucho para dar. Veamos.

1. Un paraíso del sol y del golf. Para paraíso, el de Calblanque y sus bosques de palmitos y sus playas de arena morena (como el azúcar) y su soledad, sobre todo ahora, de territorio virgen. Cerca de este paraíso natural al que hay que ir antes de que llegue el verano y se bajen las barreras y se impongan las cuotas, que para eso es protegidísimo parque regional, entre el Cabo de Palos y Portmán, se alza un complejo turístico, deportivo, turístico y residencial que vende exclusividad con tentaciones para toda la familia, La Manga Club.

Empezamos por el Junior Club, con talleres creativos, Día del Detective y hasta una Weekend Party, además de pared de escalada, bicicletas de montaña o equitación, y seguimos por el campo de golf, el spa y la sala de fitness, sin olvidar sus 15 bares y restaurantes, por supuesto la presencia del mar y los barcos, y el hotel Príncipe Felipe de cinco estrellas, que es el rey del lugar, además de los apartamentos Las Lomas Village, de cuatro, y las villas de lujo. Para elegir. Dónde: Los Belones, Cartagena (Murcia).

2. Un paraíso enológico. Esta vez lo encontramos en la Ribera del Duero y Rueda de la mano del grupo Matarromera, que nos llevan de enoturismo. Esa suma con resultado a nuestro favor de pueblos históricos, castillos y monasterios medievales, mucha tradición, gastronomía de primera, bodegas prometedoras y jugosos caldos. Hay para cada día un plan. El Jueves Santo es el turno de Quintanilla de Onésimo, con su iglesia gótica y su histórico puente, y de Olivares de Duero. El Viernes Santo toca Peñafiel; indispensable el castillo-barco de tan noble villa. Estamos en Valladolid.

Seguimos. El Sábado Santo, el monasterio cisterciense de Santa María de Valbuena, sede permanente de 'Las Edades del Hombre'. Y el Domingo de Resurrección, Medina del Campo y el soberbio castillo de la Mota. Todo con visita a bodegas (e incluso a alguna almazara), viñedos y catas. Para comer, La Espadaña de San Bernardo, en Valbuena de Duero; probablemente lechazo castellano. Para dormir, el hotel rural Emina, sin salirnos de la ribera del más machadiano de nuestros ríos.

3. Un paraíso del lujo. El que se levanta ante nuestros ojos desde el Marbella Club, el Mediterráneo en su versión más lujosa, la del resort, el golf y el spa. En Málaga todo se vive con pasión, sobre todo en este oasis verde con horizonte azul donde lo mismo se puede dar un paseo en bici por la costa, apuntarse al paddle surf, ir a yoga, visitar el casco antiguo marbellí, que lo tiene, o el ya legendario Puerto Banús, y dejar que los niños se acerquen a su miniclub. Para ellos hay clases de cocina con chocolate, fiestas temáticas, talleres varios y sesiones de paddle board.

El complejo ofrece un pack familiar especial para la ocasión, del 9 al 17 de abril, con una estancia mínima de 5 noches, que incluye alojamiento en dos habitaciones dobles deluxe conectadas, con dos días de acceso al Kids Club, un almuerzo en el beach club para 2 adultos y 2 niños, desayuno bufé y más. Precio: 1.880 euros por pareja. Dónde: Av. Bulevar Príncipe Alfonso de Hohenlohe, s/n. Marbella (Málaga).

4. Un paraíso muy natural. El de Monfragüe, que es un delirio de grandeza en verde, antes de la raya con Portugal, donde Extremadura se vuelve a poner exquisita. Este parque nacional, con mayúsculas, está en el triángulo que forman Plasencia, Trujillo y Cáceres, casi nada, todas dignas de ver, y se lo debe todo o mucho al Tajo (con perdón del Tiétar, que también), adonde se asoma el Salto del Gitano, su gran observatorio de aves (estamos en un santuario ornitológico), que se alza imponente desde sus 300 metros. Por todas partes, las bucólicas dehesas.

Volarán sobre nosotros cigüeñas negras, alimoches, buitres y la venerada águila imperial. No le falta a Monfragüe ni su ermita ni su castillo (o lo que queda de él). La recomendación aquí, como siempre, es abrir muy bien los ojos, y si se busca alojamiento, hacer parada y fonda en la hospedería Parque de Monfragüe, dentro de sus contornos. Un edificio nuevo, construido con materiales tradicionales pero con decoración de vanguardia. Precio: desde 72 euros. Dónde: Carretera Plasencia-Trujillo, km 37,1. Torrejón el Rubio (Cáceres).

5. Un paraíso del exotismo. O sea, Tailandia, que además está de celebración como nosotros. En su caso, el Songkran Festival, el Año Nuevo suyo -ya van por el 2560 (nos llevan adelanto)-, que se celebra con mucha agua, batallas incluidas, de norte a sur. Nunca está de más viajar al país de la sonrisa ni practicar el 'thainess', o sea el arte de vivir tailandés, ahora que se habla tanto del hygge danés. Ni por supuesto hacer una inmersión cultural: purificación y decoración de templos, ofrendas a los monjes, rituales en los que Buda es ungido con agua lustral perfumada, muestras de gratitud a los ancianos, la competición de sombrillas y construcción de una pagoda de arena de Chiang Mai o la fiesta del agua con elefantes de Ayutthaya. Solo queda decir: "Sawadee Pi Mai!". O sea, feliz año. Y añadimos: ¡Viva Babel!

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En busca de un lugar en el mundo en el que ver la Semana Santa pasar, hemos venido a dar a cinco rincones paradisiacos, cada uno en lo suyo. Así, nos hemos dejado querer mucho en un beach club y no digamos en un spa con vistas al mar, hemos vuelto a triunfar con Baco, nos hemos tumbado a la bartola (o cama balinesa, que ahora es lo más) en un beach club y escapado a la naturaleza pródiga de Monfragüe, que siempre tiene mucho para dar. Veamos.

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