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Ocho razones para viajar al gaditano Setenil de las Bodegas (y no está el vino)
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Ocho razones para viajar al gaditano Setenil de las Bodegas (y no está el vino)

No todos los días se va uno de tapeo bajo la roca ni se pide una de masita. Este pueblo que vuelve locos a los arquitectos por su orografía tiene unas cuevas que habrían hecho lo propio con Alí Babá

Foto: Setenil de las Bodegas es unas de nuestras 7 maravillas rurales según Toprural.
Setenil de las Bodegas es unas de nuestras 7 maravillas rurales según Toprural.

Íbamos a Ronda pero nos quedamos en Setenil de las Bodegas. No en Málaga, sino en Cádiz. En el Cádiz profundo, el que no tiene nada que ver, o poco, con el de Tarifa, Barbate y Conil, que ahora andan liados con el atún, y sí mucho con el de la ruta de los pueblos blancos (y bellos) a rabiar. El de tierra adentro, que se hace grande con Grazalema. Setenil no podía ser más pintoresco. Si ya estuviste en Frigiliana, te paseaste por Ochagavía, arribaste a Menorca antes de la oleada de turistas, conquistaste el castillo de Morella y lo demás y supiste lo que es bueno en Puebla de Sanabria, ahora te toca averiguar por qué hay que viajar hasta esta villa gaditana que tiene un apellido tan quijotesco. Aquí van ocho razones para no dejarlo para mañana si lo puedes hacer hoy. Y no está el vino, aunque brindamos, eso sí, con un 7 Mil Pasos para pasar después a un Xaldenil.

1. Ali Babá sin ladrones. Pero con cuevas que son casas, en plural, que es lo que hacen a Setenil tan particular, entreverado de roca y con un trazado, bajando del castillo y acomodándose al curso del Guadalporcún, a diferentes alturas, que solo se le habría ocurrido al mismísimo Escher (o a Moebius, el de los cómics). Todo él un tesoro no bajo el mar, sino sobre él, a 640 metros. Una villa incrustada en el tajo que labra el río. Desde luego, el lugar perfecto para pasar aquí alguna de tus mil y una noches. No hay otro como el De las Bodegas.

placeholder Setenil, bajo las rocas. (Cádiz Turismo)
Setenil, bajo las rocas. (Cádiz Turismo)

2. Construcciones semitrogloditas. No son trogloditas pero casi estas viviendas denominadas 'abrigos bajo las rocas', construidas a partir de la pared montañosa y sin excavar. Ya decíamos que Setenil es mucho Setenil. Dos de sus calles se llaman Cuevas de la Sombra y Cuevas del Sol, casi como en los toros. Por cierto, en las que da la sombra y se abstiene el sol se llegan a formar estalactitas cuando llega lo más crudo del crudo invierno.

3. También él tiene un pasado. En su caso, medieval, de lo que da fe el castillo que lo domina, una fortaleza nazarí que data del siglo XIV y del que aún queda la torre del homenaje, las murallas (hubo más de 500 metros) y un aljibe. Este pueblo tuvo que ver y mucho con la reconquista de Granada para la Corona de Castilla en época musulmana. Hasta siete sitios (batallas) hubo en la ciudad; de donde ciertas fuentes dicen que viene el nombre ('septem nihil', porque solo el último, ya con los Reyes Católicos, fue definitivo). Otras hablan de 'ad septem milia'; cosas de la distancia (y del latín).

placeholder Otro castillo para conquistar. (Foto: Cádiz Turismo)
Otro castillo para conquistar. (Foto: Cádiz Turismo)

4. Una villa de realengo. Tanta batalla le valió a la villa ser de realengo, con privilegios similares a los de Sevilla, casi nada, con lo que aquí se asentaron los Ortiz o los Guzmán. De su principalidad hablan la iglesia mayor, que en realidad son dos (una mudéjar y otra gótica); la casa consistorial, antes torre albarrana de acceso a la fortaleza, hoy oficina de turismo, que atesora un soberbio artesonado de tracería mudéjar, y los puentes. Por tener tiene hasta restos romanos, aunque ya en tierras de Ronda (la Vieja), con teatro, termas y templos. He aquí el yacimiento arqueológico de Acinipo.

placeholder El puente nuevo en el espectacular tajo. (Foto: Turismo de Ronda)
El puente nuevo en el espectacular tajo. (Foto: Turismo de Ronda)

5. Ronda, esa vecina. No todos los pueblos pueden presumir de tener una vecina tan glamourosa, digámoslo así, como Ronda (a solo 17 km al sur), que en tiempos (hasta el XVII) fueron solo una. Y a ella se la describe siempre con el temor a quedarse corto, "asentada sobre la mole de dos rocas cortadas a pico y separadas por el tajo estrecho y profundo del río", que dijo el poeta (Rainer María Rilke), fascinado con su fina estampa. Casi un sueño. Déjate caer por el restaurante Abades Ronda, en la cornisa del mismo tajo, y si se tercia, pernocta en el hotel Catalonia Reina Victoria (desde 78 euros).

6. Merodeando por los alrededores. Vista ya Ronda, no se puede quedar atrás Grazalema y todo el parque natural, donde crecen los pinsapos, a menos de 40 kilómetros hacia el suroeste por unas carreteras que le adentran a uno en el Cádiz interior y que le llevarán también al bellísimo y serrano Zahara de la Sierra; no todo el protagonismo iba a ser para el De los Atunes.

placeholder Desde Setenil los pies se te irán a Olvera. (Foto: Turismo de Olvera)
Desde Setenil los pies se te irán a Olvera. (Foto: Turismo de Olvera)

De salir hacia el norte, no hay que perderse Olvera, a tan solo 16, blanco a mas no poder, coronado por una imponente iglesia y el castillo, y con un peñón, el de Zaframagón, que es el reino de los buitres leonados.

7. De la sopa cortijera a las chacinas. Aquí reinan las sopas cortijeras, hechas de pan, aceite de oliva, espárragos y huevo escalfado, que dejan sitio a las batatas con miel, el revuelto de espárragos de morcilla o setas, el conejo a la serrana y las supremas chacinas artesanales. Nada como probar estas últimas en la Cueva del Ibérico, que es una tienda gourmet en toda regla en las Cuevas de la Sombra, donde se rinde culto a los manjares de la Sierra de Cádiz, entre ellos los quesos de la cabra payoya y la oveja merina grazalemeña. ¿De Setenil? El aceite de oliva virgen extra Agrosetenil. Y puestos a tapear, hay que dejarse caer por el bar Frasquito, un clásico del lugar, en las Cuevas del Sol, y pedirse un pincho de asadura de cerdo, carne en manteca o la célebre masita, con masa de chorizo y salchichón fresco a la plancha servida en bollito de pan. ¿Más bares? La Tasca, El Mirador o La Escueva.

placeholder Un rincón del cortijo El Guarda, en Alcalá del Valle.
Un rincón del cortijo El Guarda, en Alcalá del Valle.

8. Dormir en un cortijo. Esta tierra pide a gritos que pasemos la noche (y el día) en un cortijo. No lo hemos encontrado en el propio Setenil, sino en el cercanísimo Alcalá del Valle. El Guarda lleva sobre sus muros como espaldas más de 500 años de antigüedad. Fue la casa de los guardas de la finca del obispo de Sevilla.

placeholder La piscina de El Guarda, lujo en estas tierras.
La piscina de El Guarda, lujo en estas tierras.

Hoy, completamente rehabilitada, ofrece al viajero cinco habitaciones dobles en suite (cuatro con terraza), cuajadita de piezas modernas y detalles antiguos, como los viejos portones, y se explaya a lo largo y ancho de 1,5 hectáreas. A esto hay que sumar el encanto de su patio y la piscina en medio de esos jardines donde gobiernan los olivos con las adelfas. Todo cosa de una pareja holandesa. Precio: desde 104 euros.

PD: en Setenil se celebra San Isidro tanto como en Madrid. Lo que manda la tradición es echarse al monte o, mejor, al Puerto del Monte, en plan picnic familiar. Lo que viene a ser una romería. Por si te pilla por allí.

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Íbamos a Ronda pero nos quedamos en Setenil de las Bodegas. No en Málaga, sino en Cádiz. En el Cádiz profundo, el que no tiene nada que ver, o poco, con el de Tarifa, Barbate y Conil, que ahora andan liados con el atún, y sí mucho con el de la ruta de los pueblos blancos (y bellos) a rabiar. El de tierra adentro, que se hace grande con Grazalema. Setenil no podía ser más pintoresco. Si ya estuviste en Frigiliana, te paseaste por Ochagavía, arribaste a Menorca antes de la oleada de turistas, conquistaste el castillo de Morella y lo demás y supiste lo que es bueno en Puebla de Sanabria, ahora te toca averiguar por qué hay que viajar hasta esta villa gaditana que tiene un apellido tan quijotesco. Aquí van ocho razones para no dejarlo para mañana si lo puedes hacer hoy. Y no está el vino, aunque brindamos, eso sí, con un 7 Mil Pasos para pasar después a un Xaldenil.

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