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Marrakech trendy: 10 visitas imprescindibles más allá de la plaza Jmaa-el-Fnaa
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Marrakech trendy: 10 visitas imprescindibles más allá de la plaza Jmaa-el-Fnaa

El modisto Saint Laurent fue un adelantado a su tiempo. Capaz de situar en el mapa esta urbe que, gracias a su exotismo y singularidad, es hoy una ciudad apta para trendsetters y hipsters

Foto: De los 'saintlaurentianos' Jardines Majorelle a La Mamounia. Los rincones cool de Marrakech están aquí.
De los 'saintlaurentianos' Jardines Majorelle a La Mamounia. Los rincones cool de Marrakech están aquí.

¿Conoces Marrakech? Entonces ya te habrás enamorado de ella y estarás deseoso de volver y descubrir nuevos lugares. ¿No has estado nunca? En ese caso, caerás hechizado sin remedio por su patrimonio y su exotismo, pero también sentirás la que es una de las ciudades más cosmopolitas de todo África. Así que, por un día, vamos a dejar de lado los muchísimos atractivos de esta urbe que ya conoces o de los que tanto has oído hablar y vamos a dejarnos arropar por su cara más moderna.

Y es que esta 'ciudad rosa' o la 'puerta de desierto' –emplea el sobrenombre que más te agrade– se ha sacudido en los últimos años de cierta desidia y, como suele decirse, “se ha puesto las pilas”. Que Marrakech siempre ha sido una ciudad 'cool' es una verdad innegable: desde los tiempos de su 'descubrimiento' a manos de los literatos de la Generación Perdida norteamericana allá por la primera mitad del siglo XX al desembarco de la 'beautiful people' francesa después de su independencia –comandada por Yves Saint Laurent–, miles de producciones de moda, portadas de revistas y metros de celuloide han tenido como marco esta ciudad infinita pespunteada por la mezquita de la Koutobia y arrullada por la banda sonora eterna de la plaza de Jmaa-el-Fnaa y que, ahora, cambian los escenarios clásicos por rincones urbanos decorados con grafitis, puertas de bares que no cierran nunca y parejas besándose en los bancos ante la mirada despreocupada de las abuelas del lugar.

La Mamounia, donde comenzó todo

La bien cimentada fama de Marrakech como ciudad más 'trendy' de todo África arrancó con el esplendor de las estrellas del cine, de los políticos y de las grandes fortunas, que convirtieron a La Mamounia en uno de los mejores y más legendarios hoteles del mundo (sí, de esos ante los ni siquiera el viajero más gruñón o exigente es capaz de fruncir el ceño; imagina cómo te sentirás tú cuando sucumbas al lujo de fantasía del hotel: creerás, de verdad, que estás en el cielo). Piensa en el nombre de cualquier celebridad, de fama planetaria: pues sí, ha estado en La Mamounia. O, muy probablemente, esté al mismo tiempo que tú, que es lo que te mereces.

Regalarte una estancia, reservar en cualquiera de sus excelentes restaurantes –L'Italien, Le Français, Le Maroccain: estrellas Michelin, 'nouvelle cuisine' y comida tradicional marroquí, elige– o dejarte mimar en su spa de más de 2.500 metros cuadrados... Si no te alojas en él, hay excelentes pases diarios para que los no huéspedes puedan disfrutar de sus instalaciones; y si no, simplemente franquea las murallas de la ciudad que lo circundan, atraviesa su puerta y pasea por sus ocho hectáreas de jardines, poblados de olivos centenarios y miles de rosales, mientras degustas un helado del pabellón Le Menzeh, en el paseo de los Olivos. O, también, puedes tomar el brunch en la piscina; pero no te pongas nervioso cuando esa persona tan pero tan parecida a Hugh Jackman te acerca la tablet que se te acaba de caer. O sí, ponte nervioso, pierde la vergüenza y pídele un selfie. Solo se vive una vez.

Hipsters en la medina

Rock the casbah!”, podríamos decir de los nuevos aires que –poco a poco, lentamente, pero sin pausa– soplan el polvo de siglos de la medina de Marrakech, ese laberinto de zocos –lugar Patrimonio de la Humanidad– que se desparrama por detrás de la plaza de Jmaa-El-Fnaa. Por allí, un café con wifi de vagas influencias galas; por aquí, un puesto de prensa internacional donde todo está perfectamente colocado; y por allá, un par de ciclistas con barba atusada y vaqueros skinny que sortean, como pueden, el tráfico habitual de carretillas y algún burro despistado... Entre los infinitos, consabidos y prescindibles puestos de latonerías y cueros –recuerda: no, no hemos venido a esto– nos encontramos con joyas como Puro Beauty Nature (Derb Dabachi 41), una maravillosa boutique de cosméticos ecológicos que, a sus precios bajos y sus beneficios, suma un diseño de packaging de los que nos gustan. Llena tu maleta ahí del mejor aceite de argán.

En el Ryad Yima (52 Derb Aarjane Rahba), el artista local Hassan Hajjaj ha convertido la antigua residencia familiar en su atelier, donde además vende su obra y hay un salón de té donde se sirven especialidades locales que él mismo cocina. Pero donde tal vez más se rompa la kasbah sea en Le Clock (224 Derb Chtouka), ideal para comer algo a cualquier hora del día: el desayuno bereber, por 40 dirhams, te saciará para todo el día: huevos bereber, tomate grillado, pancakes con plátano, muesli con yogurt...), consultar tus redes sociales –es espacio de coworking, nunca falta un Mac–, tomar un curso exprés de caligrafía o de cocina o, simplemente, subirte a la terraza de la azotea y mirar con un té cómo cae la noche sobre la medina, que siguen siendo mucha noche y mucha medina.

Las calles del barrio de Gueliz siempre han sido las favoritas para las élites de la ciudad, para los expatriados y para los viajeros incapaces de dejar escapar un sitio trendy allí donde viajen. Pues aquí puedes tomar buena nota del L'Izbar (28, rue Moulay Ali Gueliz), el típico restaurante 'bien' de toda la vida –gruesas y caras alfombras, raciones enormes, clientes pudientes locales– que arriesga con la gastronomía tradicional y que, al pedir la cuenta, pensarás que se han dejado algo por cobrar: la relación calidad/cantidad/precio es imbatible.

Muy cerca está Le 68 (68, rue de la Liberté), un garito de ambiente boho-chic donde te juntarás con la gente guapa de la ciudad, algo bohemio, que cierra tarde y donde se pincha buena música (aquí, a diferencia del L'Izbar, no pensaremos que se nos cobra de menos: y es que en Marrakech, salir de copas es caro, digámoslo, aunque en el caso del 68, lo suyo son los vinos y hay buena bodega). Y si no, siempre siempre nos quedará Le Grand Café de la Poste (Boulevard El Mansour Eddahbi con la Avenue Imam), donde si somos capaces de dejar de poner fotos en Instagram, disfrutaremos del que sigue siendo 'el lugar' por excelencia de Marrakech.

Alta cultura

No le faltan precisamente a Marrakech lugares de alta cultura e historia (las ya mencionadas plaza de Jmaa-el-Fnaa y la mezquita de la Koutoubia y sus jardines, las tumbas saadíes, la madrassa Ben Youseff o el palacio Bahia), pero dos se llevan la palma de ser los más cool: la Maison de la Photographie (46, Rue Souk Ahal Fassi), una preciosa colección de fotografía marroquí de todas las épocas con una de las mejores azoteas de la ciudad; y, por supuesto, los Jardines de Majorelle (33 Rue Majorelle), el capricho de Yves Saint Laurent, que compró y restauró en la década de los 80 con su pareja Pierre Bergé para convertirlos en el otro gran imprescindible de la ciudad: los jardines son espectaculares y el pequeño museo de arte bereber es, simplemente, impresionante (nunca tanto se contó y se mostró en tan poco y tan bien).


No cerramos aquí nuestro Marrakech 'cool': lo hacemos cruzando la acera desde el jardín y entrando en 33 Rue Majorelle, una exquisita boutique multimarca donde hacerse a buenos precios con lo más exquisito de la moda marroquí.

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¿Conoces Marrakech? Entonces ya te habrás enamorado de ella y estarás deseoso de volver y descubrir nuevos lugares. ¿No has estado nunca? En ese caso, caerás hechizado sin remedio por su patrimonio y su exotismo, pero también sentirás la que es una de las ciudades más cosmopolitas de todo África. Así que, por un día, vamos a dejar de lado los muchísimos atractivos de esta urbe que ya conoces o de los que tanto has oído hablar y vamos a dejarnos arropar por su cara más moderna.

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