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Bailarinas: el truco definitivo para prevenir las ampollas con ese calzado-tortura
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¿PERO QUIÉN DIJO QUE FUESEN CÓMODAS?

Bailarinas: el truco definitivo para prevenir las ampollas con ese calzado-tortura

¡Son ideales! Ya, pero te han rozado hasta la uña del dedo gordo. No te enfurruñes y tires tus nuevos zapatos planos a la basura. Solo tienes que aprender a domarlos

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Se acaba el verano y toca el cambio de calzado. Por muy buenos y cómodos que sean los que tienes en el armario, el paso de las sandalias a los zapatos cerrados, y viceversa, suele desencadenar una serie de catastróficas desdichas para tus pies. Ampollas, rozaduras en los dedos, dolor en los arcos, sequedad en las plantas, durezas... ¡Vaya! Qué bonito suena todo.

Lo peor es que hay zapatos con los que te la juegas, así de sencillo. Sabes que tienes un 99,9% de probabilidades de que tus pies acaben como si hubieses hecho el camino del Rocío en 'loop' durante meses, pero no te resistes a tener unas en tu zapatero: las bailarinas.

Un zapato de lo más otoñal con el que aquello 'del roce hace el cariño' se hace más real que nunca. La primera vez te destrozan viva, pero si les das más oportunidades y aprendes a amoldarlas a tus pies -o más bien al revés- pueden acabar convirtiéndose en tu calzado de cabecera. Solo tienes que seguir unas sencillas medidas preventivas para evitar la catástrofe. Que no tengas que pensar aquello de 'no hay ningún lugar como el hogar' al ponértelas.

Momento compra: escoge las menos dañinas

Antes de escoger a lo loco, sigue estos pasos y encuentra el par ideal:

1. Compra siempre con los pies hinchados. Hazlo a última hora del día, después de una larga jornada laboral y, a poder ser, tras haber caminado un buen rato. Es el momento ideal para comprar zapatos. Ya, no te apetece dar el cante -en todos los sentidos- en medio de la zapatería, pero es la mejor forma de saber si tus pies se ajustarán bien a esas bailarinas en la vida real.

2. Que la puntera sea redondeada. O, al menos, que te quepan bien los dedos estirados. Si ya en la zapatería notas que van comprimidos, mal.

3. Que cubran casi el empeine. Al margen de que la simple idea de que se te vean las raíces de los dedos es bastante atroz, cuanto más pie esté dentro del zapato mejor sujeción conseguirás y no tendrás que hacer fuerza con el metatarso para impedir que se te caigan a cada paso.

4. Que tengan una suela en condiciones. Hay bailarinas de todo tipo de materiales. Lo suyo es que escojas unas de piel que dejen transpirar tus pies, pero si vas a optar por el ofertón y te compras unas medio de plástico, ten en cuenta dos cosas: nunca acerques demasiado a ellas un pitillo -se fundirán en tres, dos, uno...- y procura que tengan algo de suela. Se llaman bailarinas, sí, pero no es necesario que te vayas clavando las calles a tu paso como si llevases unas punteras de profesional.

5. ¿Y un poquito de tacón? Ya, la idea era ir en plano, pero si tienen algo de altura en la zona del tacón estarás cuidando de verdad de la salud de tus pies. La falta de elevación del talón se traduce en que la planta se estira demasiado y la fascia plantar (la banda de tejido elástico que va desde el calcáneo hasta la zona metatarsal, debajo de los dedos) se puede inflamar. Ojo, porque esto puede derivar en fascitis plantar, una lesión dolorosa y complicada de tratar. Los expertos coinciden en que lo ideal es utilizar zapatos con un tacón de unos 3,8 centímetros. Hazles caso y que tus bailarinas te eleven aunque sea un par de dedos del suelo.

Prevención de las rozaduras

Ahora que tienes en tus manos el par ideal, no te arriesgues a que el día del estreno sea un completo fracaso. Es conveniente que prepares el calzado para que esté a punto y poder aguantar varias horas con ellos sin terminar andando como si tuvieses un problema de cojera.

Antes de debutar, prueba a caminar con ellas. No, con probarlas en la tienda y mirarte de soslayo en algún espejo para ver cómo las luces no ha sido suficiente. Tienes que andar con ellas por casa al menos durante una hora antes de salir a la calle. Esta es la única forma de detectar los puntos más sensibles donde puede que te rocen. Una vez los localices: ataca y aniquílalos.

Una de las mejores formas de prevenir las ampollas es echando vaselina o crema hidratante en las zonas donde has notado que van a hacerte más daño: normalmente, la puntera, la zona de los juanetes y los talones. Existen decenas de lubricantes específicos para evitar las rozaduras del calzado, pero la crema Nivea de toda la vida -sí, el bote de metal azul marino- te puede servir perfectamente. Eso sí, ojo con salirte por fuera porque podrías dejar mancha en los zapatos, y pringados de grasa a ver en qué tienda 'sonríen y asienten' y te devuelven tu dinero.

Con este truco se reblandecerán las partes duras del zapato y te entrarán como un guante. Pero aún puedes tomar más precauciones. Muchas marcas refuerzan la parte trasera de los zapatos para que nos duren más tiempo, pero los pies no son de madera y tanta dureza nos destroza los talones. Lo peor es que lo sabes de antemano, así que ponle remedio: cubre esa zona del interior del zapato con algo blandito. Como con el anterior, en la farmacia puedes encontrar parches almohadillados adhesivos, cómodos de poner y con la forma perfecta para adaptarse a los talones. Pero vamos, que con poner unas pocas capas de esparadrapo lo haces casi igual. No es tan 'cuqui', pero seguro que tienes a mano.

¿Qué hacer si el daño ya está hecho?

Es que eran tan bonitas, baratas, cómodas, originales... Pon el adjetivo que quieras, pero el caso es que te has comprado unas bailarinas que te hacen un daño terrible en los pies, y al acabar el día solo quieres amputártelos. No dramatices, que no pasa nada, ni seas radical y los tires a la basura. Tienes ampollas y rozaduras en los dedos, los talones, los laterales, el empeine, pero ¡eh!, esto no significa que la relación con tus zapatos se haya terminado. Esto es solo un 'hasta luego'.

"Simplemente tenéis que ir a una terapia de pareja", bromea Annie Crawford en 'Bustle', donde recoge dos sabios consejos que debes seguir cuando los zapatos ya te han dejado el pie medio destrozado.

1. No estalles la ampolla. Esa capa fina de piel abultada es en realidad una barrera protectora para mantener la piel dañada debajo de la infección. Para que no se reviente, coge una tirita o una banda de esparadrapo y deja un pequeño espacio redondo en la mitad que proteja la ampolla. Exacto, en la farmacia también encontrarás parches adhesivos listos para hacer esta labor sin que juegues a las manualidades.

2. Y si ya se ha estallado... Vale, escuece y molesta, pero se pasa y se cura en nada. Lo que tienes que hacer es mantener la zona libre de bacterias para evitar que la herida se infecte: limpia el área irritada, aplica una crema hidratante y, al menos durante unos días, procura usar un calzado diferente que no te roce en la zona.

Se acaba el verano y toca el cambio de calzado. Por muy buenos y cómodos que sean los que tienes en el armario, el paso de las sandalias a los zapatos cerrados, y viceversa, suele desencadenar una serie de catastróficas desdichas para tus pies. Ampollas, rozaduras en los dedos, dolor en los arcos, sequedad en las plantas, durezas... ¡Vaya! Qué bonito suena todo.

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