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Vitoria: donde empezó todo
  1. Gastronomía

Vitoria: donde empezó todo

Nadie duda de que hoy por hoy la cocina española goza de un bien ganado prestigio mundial, aunque a lo mejor más que de la cocina

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Vitoria: donde empezó todo

Nadie duda de que hoy por hoy la cocina española goza de un bien ganado prestigio mundial, aunque a lo mejor más que de la cocina española en sí deberíamos hablar de cocineros españoles, que parece lo mismo pero no lo es. En estos tiempos de euforia es bueno recordar que las cosas no suceden porque sí, sino que, normalmente, tienen un principio, unos antecedentes, unas causas.

Pues bien, antes de que llegase el reconocimiento mundial del trabajo de Ferran Adriá, a quien muchos consideran no ya el mejor cocinero del mundo, sino el mejor de la historia, pasaron en España un par de cosas sin las que nada de lo que hoy sucede sería como es. Una, en Madrid, a mediados de los años 70; otra, en Vitoria, en los 80 y 90.

Lo de Madrid fue un encuentro auspiciado por la revista Club de Gourmets de Paco López Canís, en el que algunos de los principales protagonistas de la nouvelle cuisine francesa explicaron la filosofía de ese movimiento, decisivo en la evolución de la cocina mundial, filosofía que recogió, en primer lugar, un grupo de cocineros vascos cuyas cabezas visibles fueron Juan Mari Arzak y Pedro Subijana.

Ahí empezaron a cambiar las cosas, y la cocina -la alta cocina- española se abrió al mundo, descubrió nuevos horizontes.

Lo de Vitoria fue... el espaldarazo definitivo, el despliegue. A mediados de los 80, un empresario de hostelería, Gonzalo Antón, y un crítico gastronómico, Rafael García Santos, se inventaron lo que, en principio, fue un Certamen de Alta Cocina, que después se convertiría en Congreso. Por Vitoria, durante catorce años, pasaron los mejores cocineros del mundo.

No vinieron a dar ponencias, ni a desplegar vídeos de sus creaciones: vinieron a cocinar. Y los asistentes, entre ellos, y muy activos, los mejores cocineros españoles del momento y los que empezaban a surgir, pudieron comprobar las excelencias de la cocina de esos maestros de la mejor manera posible: probándola y debatiéndola.

Nadie duda de que hoy por hoy la cocina española goza de un bien ganado prestigio mundial, aunque a lo mejor más que de la cocina española en sí deberíamos hablar de cocineros españoles, que parece lo mismo pero no lo es. En estos tiempos de euforia es bueno recordar que las cosas no suceden porque sí, sino que, normalmente, tienen un principio, unos antecedentes, unas causas.

Pues bien, antes de que llegase el reconocimiento mundial del trabajo de Ferran Adriá, a quien muchos consideran no ya el mejor cocinero del mundo, sino el mejor de la historia, pasaron en España un par de cosas sin las que nada de lo que hoy sucede sería como es. Una, en Madrid, a mediados de los años 70; otra, en Vitoria, en los 80 y 90.

Lo de Madrid fue un encuentro auspiciado por la revista Club de Gourmets de Paco López Canís, en el que algunos de los principales protagonistas de la nouvelle cuisine francesa explicaron la filosofía de ese movimiento, decisivo en la evolución de la cocina mundial, filosofía que recogió, en primer lugar, un grupo de cocineros vascos cuyas cabezas visibles fueron Juan Mari Arzak y Pedro Subijana.

Ahí empezaron a cambiar las cosas, y la cocina -la alta cocina- española se abrió al mundo, descubrió nuevos horizontes.

Lo de Vitoria fue... el espaldarazo definitivo, el despliegue. A mediados de los 80, un empresario de hostelería, Gonzalo Antón, y un crítico gastronómico, Rafael García Santos, se inventaron lo que, en principio, fue un Certamen de Alta Cocina, que después se convertiría en Congreso. Por Vitoria, durante catorce años, pasaron los mejores cocineros del mundo.

No vinieron a dar ponencias, ni a desplegar vídeos de sus creaciones: vinieron a cocinar. Y los asistentes, entre ellos, y muy activos, los mejores cocineros españoles del momento y los que empezaban a surgir, pudieron comprobar las excelencias de la cocina de esos maestros de la mejor manera posible: probándola y debatiéndola.