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El extraño albariño de los australianos
  1. Gastronomía

El extraño albariño de los australianos

Se ha citado tantas veces y atribuido a tantos autores que ya nadie sabe ni cómo era originalmente ni quién pronunció o escribió por primera vez

Foto: El extraño albariño de los australianos
El extraño albariño de los australianos

Se ha citado tantas veces y atribuido a tantos autores que ya nadie sabe ni cómo era originalmente ni quién pronunció o escribió por primera vez la frasecita; pero es verdad: "que hablen de mí, aunque sea mal" -o bien, según versiones- indica que lo importante es ser conocido, que es cuando la gente habla de uno, las más de las veces más mal que bien, al menos en este país en el que la envidia manda.

Que hablen de uno, pero también que le dejen por imposible -"bah, las cosas de Fulano, que ya sabes cómo es"- y, sobre todo, que le imiten. La imitación es un signo externo del éxito. Y, al fin y al cabo, una imitación no es más que un intento de copiar algo o a alguien, "normalmente -dice el DRAE- más valioso". Y de la imitación a la falsificación no hay más que un paso... y sólo se falsifica lo que merece la pena ser falsificado, claro. O sea: signos externos, penosos, pero reales, del éxito.

Nadie dudaba de que los albariños de la D.O. Rías Baixas habían alcanzado un éxito rotundo. En todas las guías de vinos españolas dominan los puestos de cabeza en la clasificación de vinos blancos; los grandes gurús internacionales de la cosa los distinguen con muy altas puntuaciones, las exportaciones, sobre todo al mundo anglosajón, funcionan muy bien, los mercados y el público responden... Por supuesto, se habla mucho de los albariños, generalmente para bien. Y, miren por dónde, se copian.

Hoy se elaboran albariños fuera de la zona geográfica amparada por la D.O, Rías Baixas. En Galicia, pero también en Castilla, en Aragón, en Cataluña, en Oregón (EEUU) y, por lo visto, en Australia... aunque el albariño de los canguros no parece ser demasiado ortodoxo. Al parecer, los aussies estaban tan contentos con sus albariños, procedentes -dicen- de unas cepas importadas de Galicia antes del establecimiento de la Denominación de Origen, y ha llegado un enólogo francés para decirles que menos lobos, y que las uvas que ellos creen albariño no lo son, que se trata de la variedad que los franceses llaman savagnin, propia de la zona del Jura.

Hace unos años a lo mejor no pasaba nada; pero, hoy por hoy, el nivel de aprecio de una y otra variedad en el mundo del vino es abrumadoramente mayor del lado de la albariño. Entonces, los australianos están muy enfadados, porque vender albariño, aunque sea versión ornitorrinco, es más fácil que vender savagnin... y han decidido echarles la culpa a los gallegos, argumentando la peregrina teoría de que en Galicia, el veinte por ciento de las plantaciones de albariño son, en realidad, savagnin. De dónde hayan sacado semejante barbaridad, ellos lo sabrán. Pero que es falso de toda falsedad, lo sabe el resto del mundo.

 

Se ha citado tantas veces y atribuido a tantos autores que ya nadie sabe ni cómo era originalmente ni quién pronunció o escribió por primera vez la frasecita; pero es verdad: "que hablen de mí, aunque sea mal" -o bien, según versiones- indica que lo importante es ser conocido, que es cuando la gente habla de uno, las más de las veces más mal que bien, al menos en este país en el que la envidia manda.

Que hablen de uno, pero también que le dejen por imposible -"bah, las cosas de Fulano, que ya sabes cómo es"- y, sobre todo, que le imiten. La imitación es un signo externo del éxito. Y, al fin y al cabo, una imitación no es más que un intento de copiar algo o a alguien, "normalmente -dice el DRAE- más valioso". Y de la imitación a la falsificación no hay más que un paso... y sólo se falsifica lo que merece la pena ser falsificado, claro. O sea: signos externos, penosos, pero reales, del éxito.

Nadie dudaba de que los albariños de la D.O. Rías Baixas habían alcanzado un éxito rotundo. En todas las guías de vinos españolas dominan los puestos de cabeza en la clasificación de vinos blancos; los grandes gurús internacionales de la cosa los distinguen con muy altas puntuaciones, las exportaciones, sobre todo al mundo anglosajón, funcionan muy bien, los mercados y el público responden... Por supuesto, se habla mucho de los albariños, generalmente para bien. Y, miren por dónde, se copian.

Hoy se elaboran albariños fuera de la zona geográfica amparada por la D.O, Rías Baixas. En Galicia, pero también en Castilla, en Aragón, en Cataluña, en Oregón (EEUU) y, por lo visto, en Australia... aunque el albariño de los canguros no parece ser demasiado ortodoxo. Al parecer, los aussies estaban tan contentos con sus albariños, procedentes -dicen- de unas cepas importadas de Galicia antes del establecimiento de la Denominación de Origen, y ha llegado un enólogo francés para decirles que menos lobos, y que las uvas que ellos creen albariño no lo son, que se trata de la variedad que los franceses llaman savagnin, propia de la zona del Jura.

Hace unos años a lo mejor no pasaba nada; pero, hoy por hoy, el nivel de aprecio de una y otra variedad en el mundo del vino es abrumadoramente mayor del lado de la albariño. Entonces, los australianos están muy enfadados, porque vender albariño, aunque sea versión ornitorrinco, es más fácil que vender savagnin... y han decidido echarles la culpa a los gallegos, argumentando la peregrina teoría de que en Galicia, el veinte por ciento de las plantaciones de albariño son, en realidad, savagnin. De dónde hayan sacado semejante barbaridad, ellos lo sabrán. Pero que es falso de toda falsedad, lo sabe el resto del mundo.