Un viaje gastronómico por la ría de Urdaibai

Urdaibai es un paraje único y diferente de belleza desbordada, espacio protegido y Reserva de la Biosfera, se forma en torno al río Oka que nace en el monte Oiz y se transforma en ría en el encuentro con las aguas del mar Cantábrico, que entran tierra adentro junto a la villa marinera de Mundaka. Marismas en las que anida la vida en forma de miles de aves, vegetación y naturaleza exuberante que se transforma varias veces al día con la subida y bajada de la mar cada seis horas.

Aves que nos parecen exóticas y más propias de otras latitudes como el cormorán, conviven junto a garzas reales y a pocos metros de las cuales se extienden bellísimos arenales que forman algunas de las playas de arena blanca más bonitas de la zona. La de Laida, una playa cuyo asombroso encanto, casi mágico, la transforma casi constantemente para que ofrezca siempre un aspecto y tamaño diferente o; la playa de Laga, al pie del peñón de Ogoño, uno de los miradores naturales que salpican la costa y a los que es obligatorio asomarse para contemplar paisajes espectaculares. La ermita de San Pedro de Atarre en Ibarrangelu y San Miguel de Ereñozar en Ereño, ofrecen vistas y perspectivas panorámicas que muestran la zona en todo su esplendor. De camino a Bermeo, la ermita de San Juan de Gaztelugatxe, se erige en vigía permanente para desde el último acantilado, sobre el mar; guardar y mirar por todos los marineros que dejan la costa a sus espaladas para lanzar las redes en busca de la pesca diaria. Ya en Bermeo, uno de los pueblos con más tradición pesquera, recios barcos pesqueros de colores: azul, rojo y verde; se mecen nerviosos mientras esperan la hora de zarpar. El puerto abigarrado de casas de pequeños ventanucos protegen su interior de las indolentes inclemencias del Cantábrico. Se puede y se deben visitar alguna de las conserveras de la zona, para hacer acopio y llenar la despensa con latas de extraordinarias anchoas que alegren nuestros aperitivos. En la zona, un par de bodegas de taxcoli, el buen vino vasco, también merecen una visita.

Mundaka, templo y punto de peregrinación surfero, deja correr la ola izquierda más famosa de Europa junto a la entrada de la bocana. Aquí podemos parar a comer en La Bodega, impresionantes almejas de la ría, angulas y buenas gildas y pinchos con los que acompañar una copa de vino. Muy buenas las carnes rojas, que se acaban en la mesa.

Para cenar nada como acercarse al Castillo de Arteaga, una torre altiva que emerge insospechadamente de la nada y, en una de cuyas impresionantes suites durmió la mismísima Eugenia de Montijo. Su elegante comedor de lámparas de araña, suelo de madera, cortinas ampulosas y mesas vestidas, permite disfrutar de un gran menú degustación que incluye una deliciosa tarrina de foie a la brasa, un arroz de hongos y codorniz, un pescado del día y, cómo no, el omnipresente corte de carne roja, que en este caso se sirve deshuesada y en taco. Además y si le queda hueco, déjese sorprender con un buen postre y todo ello por 60€, en un marco incomparable. Si se quedan a dormir aquí y aprovechan para tomar una copa junto a la chimenea o si el tiempo lo permite, en la azotea, la experiencia será completa.