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Un fin de semana gastronómico en Elciego
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Un fin de semana gastronómico en Elciego

De aperitivo,yemas de espárrago extra gruesas, unos pimientos de piquillo rellenos de marisco extraordinarios y excelentes chuletillas de cordero a la brasa con una buena botella de Barón de Chirel.

Foto: Foto Capriles. Mercado Elciego
Foto Capriles. Mercado Elciego

El río Ebro, aun estrecho, rápido y casi en torronteras a estas alturas del año, atraviesa haciendo giros caprichosos un campo que se extiende hasta la Sierra de Cantabria por un lado y hasta las colinas que se divisan en el horizonte por el sur. El campo se inunda de viñedos rigurosamente alineados en interminables hileras cuyas pequeñas cepas, sin fruto ahora, semejan pequeñas esculturas cinceladas por la naturaleza para confrontar la belleza del hotel de las Bodegas de El Marqués de Riscal. El monumento que Frank Gehry hizo al vino, tras probar y beber una fabulosa botella de Rioja del año 1929, el año de su nacimiento, fue suficiente para inspirarle y ayudarle a realizar un boceto genial de líneas y garabatos entrelazados como una madeja, que en mitad del campo, imitan el descorche de una botella y el colorido del vino al caer en la copa.

Elciego, elevado a villa por concesión de Felipe II en 1583, alza al cielo las dos torres de la iglesia de San Andrés, irregulares y desiguales realzan la verticalidad de una localidad hecha de casonas de piedra, blasones y fachadas señoriales de sillería.

Visita obligada al pequeño mercado de frutas, verduras y artesanías, que se sitúa en los alrededores de la plaza mayor que preside el ayuntamiento. Los tomates enormes, de un tamaño excepcional para esta época del año, especialmente carnosos y sabrosos para ser de invernadero; avellanas y nueces, dátiles, pimientos de Lezoa, alcachofas de huertas cercanas y cestería artesana. Tome el aperitivo en El Mesón Elciego. Unas yemas de espárrago extra gruesas de temporada, unos pimientos de piquillo rellenos de marisco extraordinarios y unas excelentes chuletillas de cordero hechas a la brasa al momento en la misma barra, en una mini barbacoa, acompañadas de patatas y regado todo ello de una buena botella de Barón de Chirel.

Una visita a las bodegas de Marqués de Riscal para entender todo el proceso por el que la uva se transforma, al cabo de años, si años, en un buen vino de crianza o reserva. Si tienen la oportunidad asómese a la bodega que en el subsuelo guarda botellas de cada añada desde que se fundó Marqués de Riscal, pasillos oscuros, de zonas umbrías, telarañas y el polvo acumulado durante tantos años, se alumbran apenas por una bombilla. Allí abajo, oculto del mundo, se esconde un auténtico tesoro de botellas de cada año desde 1858. Una joya, un tesoro.

Si pueden, la mejor opción es alojarse en el fabuloso hotel de Marqués de Riscal, de habitaciones amplias, luminosas, cada una de ellas es casi una pequeña suite con vistas a los viñedos y camas extra anchas ideales para descansar. Un tratamiento relajante a base de masajes y vinoterapia, no se parece a ningún otro que hayan podido disfrutar.

Para cenar, el restaurante gastronómico de Francis Paniego, con una estrella Michelin y con dos menús de degustación para elegir. La otra opción el restaurante 1860, un bistrot de cocina tradicional y de temporada, a base de potajes de legumbres, extraordinarias menestras de verduras, albóndigas caseras y pescados frescos.

El río Ebro, aun estrecho, rápido y casi en torronteras a estas alturas del año, atraviesa haciendo giros caprichosos un campo que se extiende hasta la Sierra de Cantabria por un lado y hasta las colinas que se divisan en el horizonte por el sur. El campo se inunda de viñedos rigurosamente alineados en interminables hileras cuyas pequeñas cepas, sin fruto ahora, semejan pequeñas esculturas cinceladas por la naturaleza para confrontar la belleza del hotel de las Bodegas de El Marqués de Riscal. El monumento que Frank Gehry hizo al vino, tras probar y beber una fabulosa botella de Rioja del año 1929, el año de su nacimiento, fue suficiente para inspirarle y ayudarle a realizar un boceto genial de líneas y garabatos entrelazados como una madeja, que en mitad del campo, imitan el descorche de una botella y el colorido del vino al caer en la copa.

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