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Un paseo por los valles pasiegos de Cantabria: sobaos, queserías y cocidos.
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Un paseo por los valles pasiegos de Cantabria: sobaos, queserías y cocidos.

Los valles pasiegos han sido una zona tradicionalmente aislada, lo que aumenta su encanto. Productos como los sobaos y los quesos o la cocina de ollas y cuchara, le hacen un destino único

Foto: Valles pasiegos. Foto Turismo de Cantabria
Valles pasiegos. Foto Turismo de Cantabria

En el interior de Cantabria, en sus valles más profundos en un territorio que alimentan los ríos Miera y Pisueña y el Pas que da nombre a los valles que se esconden bajo unas escarpadas cumbres de piedras grises campos y pastizales de hierba verde y bosques autóctonos de avellanos, castaños y robles que aún en esta época del año mantienen los colores del otoño. Los valles pasiegos fueron en un tiempo Las Hurdes del norte, tierras y gentes que vivían casi incomunicadas del resto, les permitió desarrollar una personalidad propia, callada y reservada al amparo del santuario de la Virgen de Valvanuz, patrona de los pasiegos.

Selaya es uno de los principales municipios donde se agrupan casonas y algunas de las fábricas de sobaos más representativas de la zona. El Macho (www.casaelmacho.com) elabora estos deliciosos y contundentes bizcochos a base de harina, azúcar, huevos y mucha mantequilla, para darles ese sabor y color característico; en tres tamaños, siendo el grande, el que mejor destaca las bondades de sabor contundente, textura esponjosa y cantidad suficiente para colmar el apetito. El Andral (www.elandral.es) es otra pequeña fábrica donde Alicia elabora desde hace más de 25 años, ricos sobaos hechos con la mantequilla que hacen ellos mismos y según recetas y formas de hacer tradicionales.

Si los sobaos son los productos más típicos y conocidos de la zona; desde hace algunos años se vienen haciendo unos quesos muy correctos, que se elaboran a base de la leche que producen las vacas que pastan en los valles de la zona y que dan ese sabor especial al producto. La Jarandilla es una quesería de ámbito familiar con ganadería propia en la que se hacen varios tipos de quesos, pero el Divirín, es tal vez el más destacado por su corteza gris aterciopelada, pasta blanda y aromas a mantequilla de intensidad media. Es un queso idóneo para untar. Estos pastos alimentan vacas que dan una carne de enorme calidad y que se puede encontrar no solo en los restaurantes de la zona, sino en la carnicería que la ganadería La Pasiega, tiene en la calle principal de Selaya.

Para andar y recorrer la zona se puede elegir entre varios senderos: Uno lleva desde La Vieja Escuela paseando junto al río hasta la ermita del Toral; otro que atraviesa entre cabañas pasiegas (construcciones autóctonas) o paseos que nos llevan de cueva en cueva, no en vano es la zona de Europa con mayor densidad de cuevas, galerías y ríos subterráneos. Cerca de las cabañas y en otras épocas del año, uno se puede bañar en las pozas del río. Llegar hasta el túnel de Egaña, un paseo por una vieja estación de tren abandonada.

Todo viaje requiere disfrutar de una buena mesa en los restaurantes de la zona. Al fondo del valle, junto al río en la casa rural La Vieja Escuela, Miguel y Carmen sirven unos desayunos espectaculares y buena cocina casera donde los platos de cuchara contundentes como las alubias rojas, o el cocido montañés y los postres hechos como el arroz con leche, y el flan de queso sirven para recuperar fuerzas. Al pasar San Roque de Riomiera, tras unas curvas cerradas, comer en el Camping de Lunada (www.campinglunada.com), donde la estufa de leña hace más acogedor el comedor para disfrutar del cocido montañés y el cabrito asado

Para dormir en plena naturaleza, las cabañas pasiegas con encanto, antiguas viviendas y establos convertidos en un refugio en medio de las montañas. www.cabanasconencanto.com

En el interior de Cantabria, en sus valles más profundos en un territorio que alimentan los ríos Miera y Pisueña y el Pas que da nombre a los valles que se esconden bajo unas escarpadas cumbres de piedras grises campos y pastizales de hierba verde y bosques autóctonos de avellanos, castaños y robles que aún en esta época del año mantienen los colores del otoño. Los valles pasiegos fueron en un tiempo Las Hurdes del norte, tierras y gentes que vivían casi incomunicadas del resto, les permitió desarrollar una personalidad propia, callada y reservada al amparo del santuario de la Virgen de Valvanuz, patrona de los pasiegos.

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