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Aranda, un delicioso risotto (fuera del circuito gastro)
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EN MADRID

Aranda, un delicioso risotto (fuera del circuito gastro)

Alejado de cualquier ruta gastronómica madrileña encontramos este restaurante con brasas, cocina de temporada y un estupendo risotto

Foto: Aranda
Aranda

Reconozco que es fácil acostumbrarse a lo cotidiano. Es más cómodo visitar restaurantes madrileños céntricos, ubicados en alguno de los distritos gastronómicos de moda -de Jorge Juan a Ponzano, de Retiro a Chamberí-, que explorar por otros territorios más alejados del centro y sin una ubicación que les dé vistosidad o glamour.

Bien, pues hoy nos salimos de la zona de confort, de la ruta trillada, y nos acercamos hasta Ciudad Lineal. Allí encontramos Aranda, un restaurante que, con apenas dos meses de vida, ya empieza a dar que hablar. Los mandos los llevan Daniel Bañón -a quien ya conocemos de Triana- y Tania Tarrasquilla; ambos han ideado este espacio consagrado a la cocina de temporada -con el toque inconfundible de las brasas del Josper- que da vidilla a una zona empresarial saturada de oficinas. Es moderno, pero sin chorradas, y tan funcional como para acoger tanto al ejecutivo que acude al reclamo de un estupendo menú del día (14,50 euros) como al residente de la zona Conde de Orgaz que busca un lugar donde cenar bien.

Lo mejor: afortunadamente, la comida. Hablamos de una propuesta versátil en la que manda el mercado. Así, cada día hay sugerencias de productos frescos que complementan una carta breve y estacional. En ella conviven sin problemas el clasicismo de las croquetas de jamón (11 euros) con el toque gourmet de unos mejillones con velouté de naranja y toque de mantequilla de jamón (13 euros) o de un pulpo braseado con espuma de patata, crujiente de chistorra y caviar de agua de mar (17 euros).

Imprescindible: el risotto de longaniza, trigueros y boletus (18 euros). Se trata de un risotto que, además de tener el punto perfecto -ese que tanto se nos suele resistir-, logra armonizar todos los sabores sin que ninguno de ellos desaparezca. Sé que volveré para probarlo de nuevo... y para comprobar si el arroz meloso de carabineros, que vi por alguna otra mesa, está a la altura.

Un plus: el servicio. El local estaba a reventar el día que fuimos (era viernes y al mediodía ya se andaba celebrando con alborozo tanto el afterwork como el fin de semana) y, aun así, la atención a todas las mesas fue impecable.

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Reconozco que es fácil acostumbrarse a lo cotidiano. Es más cómodo visitar restaurantes madrileños céntricos, ubicados en alguno de los distritos gastronómicos de moda -de Jorge Juan a Ponzano, de Retiro a Chamberí-, que explorar por otros territorios más alejados del centro y sin una ubicación que les dé vistosidad o glamour.

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