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Comer en una bodega: experiencias gastronómicas entre viñedos
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DE PEÑAFIEL A LA RIOJA ALAVESA

Comer en una bodega: experiencias gastronómicas entre viñedos

Si siempre es interesante visitar una bodega, lo es aún más cuando su propuesta gastro está a la altura de sus vinos. Estos cuatro restaurantes cumplen sobradamente el desafío

Foto: Marqués de Riscal.
Marqués de Riscal.

Es difícil que un amante del vino sea de mal comer. Difícil que alguien que disfruta con todo lo relacionado con la cultura enológica no esté también interesado en los otros aspectos de la gastronomía. Así que no es mala idea esa tendencia, cada vez más habitual, de que las bodegas dispongan de un restaurante en el que los visitantes, amén de catar sus caldos, puedan también llenar la panza. Si, además, ese restaurante ofrece alta cocina, el asunto se pone más que sugerente. Los cuatro espacios que traemos hoy aquí tienen una propuesta gastro a la altura de sus vinos. Una doble tentación, sin duda.

Ambivium - Pago de Carraovejas

Acaba de abrir, está casi por estrenar. Se llama Ambivium y es la gran apuesta de la familia Ruiz-Aragoneses para complementar su oferta de enoturismo. El interés por la cocina de su propietario viene de muy antiguo: ya en 1982 abrió en Segovia el mítico restaurante José María. Con alma y formación de sumiller, el deseo de tener su propio vino le llevaría a crear su bodega, Pago de Carraovejas, en Peñafiel. Ahora da un paso más con este gastronómico que cuenta con una propuesta de alta cocina.

A los mandos encontramos a Marina de la Hoz, una chef que, tras su paso por Coque, ha trabajado los 10 últimos años mano a mano con Paco Roncero en la Terraza del Casino. Desde su cocina vista, De la Hoz diseña las cartas temporales y las adapta a la tierra y a la estación. El objetivo, una ‘experiencia que perdure en el recuerdo’.

Cepa 21

Seguimos en Ribera del Duero y nos vamos a Cepa 21, un restaurante que se funde con la bodega del mismo nombre en un entorno de cepas centenarias. Se trata de un espacio acristalado desde el que la vista se pierde en un horizonte de viñedos que incita a la calma y anticipa el disfrute. A lo largo de estos últimos años, Cepa 21 se ha ido consolidando como un referente en la celebración de bodas y eventos, pero no podemos dejar de recomendar el restaurante gastronómico.

En él encontramos la cocina de Alberto Soto, con platos de corte moderno que no olvidan la tradición, sino que la recogen y actualizan. Huevo frito de corral con carabinero, ravioli de patata trufada a la carbonara, corvina ibérica con lima… Hay dos propuestas de menú, uno de 50 € y otro de 60 €.

Marqués de Riscal

Rosa como el vino tinto; oro y plata como la malla y la cápsula de las botellas. Estos tres colores impregnan el edificio de Marqués de Riscal, diseñado por Frank Gehry y que refleja tanto la vanguardia como la sintonía con el paisaje de la Rioja alavesa en el que se enmarca. Allí encontramos el hotel y el restaurante del mismo nombre, una tentación para cualquiera que guste de entornos exclusivos y envolventes.

La dirección culinaria del restaurante está en manos de Francis Paniego y eso ya es señal inequívoca de buen hacer: bajo su batuta, difícil salir defraudado. La responsabilidad del día a día -y de seguir conservando la estrella Michelin y los dos soles Repsol- recae en Juan Bautista Peñas, chef ejecutivo, y en la jovencísima jefa de cocina Silvia García. Por cierto, los más sibaritas tienen la opción de cenar en la 'mesa del chef', situada en un rincón íntimo de la terraza y con cocina en vivo.

Refectorio, Abadía Retuerta

Cinco años han pasado ya desde que abriera sus puertas el hotel Abadía Retuerta LeDomaine, una pequeña joya situada en el corazón del Río Duero, en un monasterio del siglo XII rodeado de los viñedos de una bodega que cabalga entre la tradición y la tecnología. Allí se ubica un restaurante cuyo nombre, Refectorio, nos recuerda la estancia en la que comían los monjes del monasterio. Pero la cocina no puede ser más contemporánea: al mando de Marc Segarra, una estrella Michelin en un entorno inigualable.

Su propuesta es la de una cocina de corte creativo, con productos de temporada y de proximidad. Un toque de sofisticación sin perder de vista la excelencia de lo local. El visitante puede elegir entre dos propuestas de menú degustación y completarlos con un maridaje a base de vinos propios de la finca y la bodega.

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Es difícil que un amante del vino sea de mal comer. Difícil que alguien que disfruta con todo lo relacionado con la cultura enológica no esté también interesado en los otros aspectos de la gastronomía. Así que no es mala idea esa tendencia, cada vez más habitual, de que las bodegas dispongan de un restaurante en el que los visitantes, amén de catar sus caldos, puedan también llenar la panza. Si, además, ese restaurante ofrece alta cocina, el asunto se pone más que sugerente. Los cuatro espacios que traemos hoy aquí tienen una propuesta gastro a la altura de sus vinos. Una doble tentación, sin duda.

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