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Los informes secretos de Tita y Blanca Cuesta
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Los informes secretos de Tita y Blanca Cuesta

Cuando se abren las puertas de ARCO, Carmen Cervera cambia su domicilio habitual de San Feliú, en Gerona, por el casoplón de La Moraleja que le

Foto: Los informes secretos de Tita y Blanca Cuesta
Los informes secretos de Tita y Blanca Cuesta

Cuando se abren las puertas de ARCO, Carmen Cervera cambia su domicilio habitual de San Feliú, en Gerona, por el casoplón de La Moraleja que le cae más a mano. Aunque ella se mueve con su avión privado y las distancias entre Barcelona y Madrid se resumen a los cuarenta o cincuenta minutos de atasco desde los respectivos aeropuertos, la baronesa prefiere respirar el mundo del arte. Le gusta pasear por la feria, hablar con los galeristas, mirar, comparar precios, comprar y regatear, que se le da bastante bien. Por supuesto, sin obviar esas obras que a lo mejor no son sus preferidas, pero en las que figura el cartelito “de interés para inversionistas”.

Carmen Cervera, además de considerar el arte como bello en sí mismo, también tiene claro que a veces sacan de un apuro. Por ejemplo, Mario Conde utilizó en su momento un cuadrito para pagar una deuda con Hacienda. No es el caso de la baronesa, aunque su paseo por ARCO le puede servir para iniciar la colección de Sacha, su nieto recién nacido. Mejor una tela o una escultura de un artista renombrado que un prendedor de plata para el chupete.

De todas formas, y pese a la tranquilidad que últimamente rodea su vida gracias a la reagrupación familiar a través de su reencuentro con los B&B (Borja y Blanca), la estabilidad de la baronesa puede interrumpirse. Está a punto de publicarse un libro sobre su vida donde Teo Lozano y Goya Ruiz desvelan lo que denominan la historia de una ambición. Según los previos enviados por la editorial Temas de Hoy, los periodistas cuentan los problemas que tuvo con la Justicia al ser declarada en busca y captura por sacar del país una película embargada judicialmente.

Cuando se abren las puertas de ARCO, Carmen Cervera cambia su domicilio habitual de San Feliú, en Gerona, por el casoplón de La Moraleja que le cae más a mano. Aunque ella se mueve con su avión privado y las distancias entre Barcelona y Madrid se resumen a los cuarenta o cincuenta minutos de atasco desde los respectivos aeropuertos, la baronesa prefiere respirar el mundo del arte. Le gusta pasear por la feria, hablar con los galeristas, mirar, comparar precios, comprar y regatear, que se le da bastante bien. Por supuesto, sin obviar esas obras que a lo mejor no son sus preferidas, pero en las que figura el cartelito “de interés para inversionistas”.