El nido de amor cordobés de la duquesa de Alba

Desde que se confesó con Jaime Peñafiel y con José Antonio Olivar (Hola), la duquesa de Alba se ha quitado un peso de encima. Ya no tiene que esconder sus sentimientos y, según dicen los que la frecuentan, está como una perdiz en tiempo de veda. Feliz y entretenida.

Aseguran que sigue viéndose con Alfonso Díez, el que fuera “entrañable amigo” y convertido en novio oficial de la megaaristócrata. Los que la conocen bien me confirman que Cayetana no se ha resignado a no casarse por tercera vez. Si encuentra a un sacerdote que celebre la liturgia convertirá a Alfonso en duque consorte. Por el momento, no hay oficiante que se arriesgue y, por lo tanto, familia y amigos de verdad pueden respirar.

 

Ahora se ha sabido que las idas y venidas de Cayetana a Córdoba “para ver caballos” eran la disculpa perfecta de cara a sus íntimos sevillanos que desconocían la relación amorosa. Esas escapadas tenían como final feliz sus reencuentros con el novio en la casa de la anticuaria María Dolores. Como ya no hay que buscar escondite, los viajes seguramente desaparecerán de la agenda de Cayetana.

Mientras el mundo sigue girando, la duquesa quiere estar lo mejor posible y por eso visitó hace unos días el centro de belleza de Rupert. Previamente se había concertado la cita y cuando el artista capilar vio entrar el jueves pasado a Cayetana se emocionó. Y eso que por sus manos han pasado cabezas importantes como las de María Callas, María Schell, Josephine Baker y últimamente la diputada Rosa Díez, entre otra clientela importante. “Nunca la había peinado. Para mí es la mujer más importante en estos momentos”, ha dicho.