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Los líos del hermano del duque de Lugo
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Los líos del hermano del duque de Lugo

Mientras Jaime de Marichalar fue duque consorte en ejercicio (lo sigue siendo pero sin el poder real de antes) los innumerables satélites que rodeaban su vida

Foto: Los líos del hermano del duque de Lugo
Los líos del hermano del duque de Lugo

Mientras Jaime de Marichalar fue duque consorte en ejercicio (lo sigue siendo pero sin el poder real de antes) los innumerables satélites que rodeaban su vida planetaria también lo hacían, aunque en menor medida con el resto de la familia. Salvo Álvaro, que no le importó convertirse en personaje, los hermanos y la madre continuaron con su vida al margen del peloteo social. La condesa viuda de Ripalda saludaba amablemente a los reporteros que a veces la esperaban en la puerta de su casa cuando había noticia familiar, pero nada más. Su nombre no formó parte de los party listing y tampoco era cara de primera fila en desfiles de moda. Ni tan siquiera imagen de esas multicenas solidarias donde las damas y caballeros pudientes acuden –no todos– para acallar la conciencia.  

Concepción Sainz de Tejada nunca tuvo una palabra más alta que otra. Y mucho menos desde la separación del hijo querido. Cuando acudía al colegio a recoger a los nietos Froilan y Victoria sonreía, tomaba a los niños de la mano y a casa. Si la pillaban en la parada de autobús lo mismo. Buena cara y a seguir su vida. En cambio y mientras fue duque de Lugo ejerciente, Jaime se tomaba fatal cualquier critica . Y ahora esa peculiaridad la ha adoptado el hermano menor. Al menos así lo cuentan los que coincidieron con el en la Expo de Zaragoza, unos días antes del cierre definitivo de las instalaciones.

 

Según unas versiones Alvaro organizó un lío sin venir a cuento y con la actitud de “usted no sabe con quién esta hablando”. El desencuentro comienza cuando el deportista llega a la Expo pilotando su moto naútica por el Ebro. En el embarcadero le espera la autoridad en forma de Policia Nacional (dos miembros) que le piden los permisos indispensables para circular por el río. En ese momento y según versión A, Marichalar contesta de malos modos. Algo así como “¿Y donde quieren que me los meta? ¿en el traje de neopreno?”  Al día siguiente acude invitado al programa de la televisión de Aragón Mañanas Expo donde antes de comenzar la entrevista mantiene un rifirrafe con el director de seguridad del recinto, una conversación que va subiendo de tono hasta que un responsable del espacio consigue calmar al navegante.

De acuerdo con testigos fue una situación muy violenta. A continuación se sienta en el plato, deja en el suelo unas banderas que más tarde mostraría en directo y que según él son las que siempre le acompañan cuando navega. El problema era que una de ellas era la de Soria donde la familia Marichalar mantienen un contencioso por una expropiación de tierras (Ver La defensa numantina de los Marichalar) que ellos consideran ilegales y así lo explico en el programa.

Este tema que no figuraba en el orden del día, ya que Álvaro acudía al plato en calidad de deportista y aventurero y no como reclamante de nada. Se trataba de una entrevista blanca sin conflictos territoriales. Entre otras cosas porque el propio protagonista no lo había planteado previamente. De ahí el desconcierto por utilizar el medio para asuntos privados que además molesto al alcalde de Soria.

Mientras Jaime de Marichalar fue duque consorte en ejercicio (lo sigue siendo pero sin el poder real de antes) los innumerables satélites que rodeaban su vida planetaria también lo hacían, aunque en menor medida con el resto de la familia. Salvo Álvaro, que no le importó convertirse en personaje, los hermanos y la madre continuaron con su vida al margen del peloteo social. La condesa viuda de Ripalda saludaba amablemente a los reporteros que a veces la esperaban en la puerta de su casa cuando había noticia familiar, pero nada más. Su nombre no formó parte de los party listing y tampoco era cara de primera fila en desfiles de moda. Ni tan siquiera imagen de esas multicenas solidarias donde las damas y caballeros pudientes acuden –no todos– para acallar la conciencia.