La cara más humana de Miguel Ángel Silvestre

Ser poseedor de un título nobiliario no siempre es sinónimo de reconocimiento. Claro que si el título es el de duque, a secas, sin ningún terreno adscrito y viene acompañado de apariciones reiteradas en televisión, la notoriedad se multiplica en décimas de segundo. Eso es lo que le sucede a Miguel Ángel Silvestre. En poco menos de un año ha pasado de ser un joven más que paseaba por la calle intentando hacerse un hueco en el mundo del cine y la televisión a convertirse en el centro de todas las miradas allá por donde pasa.

 

El mafioso más perseguido por las quinceañeras ha hecho un descanso entre la grabación de la serie ‘Sin tetas no hay paraíso’ y el estreno de sus dos próximas películas para posar para la portada de la revista DT, para la que también ha hablado sobre cómo es Miguel Ángel cuando se quita la careta de ‘El duque’. De la entrevista se desprenden comentarios como su definición del éxito. Dice Silvestre que triunfar no consiste en pasear por la ciudad y ser reconocido, sino que es “aprender a convivir con uno mismo, con tu familia y con tus amigos” y también es “ir a trabajar, convivir con tus compañeros”.

A pesar del furor que desata entre las jóvenes, el actor, de 26 años, dice no cuidarse demasiado. Le basta con un poco de crema hidratante y de boxeo, un deporte que practica con asiduidad. Sin embargo, quería haber sido tenista, y en ello estaba cuando, siendo pequeño una lesión le alejó de la cancha. Así que, gracias a la intervención de su abuela, que le había mostrado lo que era el mundo del teatro, Miguel se interesó por la interpretación. Un camino que, tras pasar por el certamen de Mister España representando a su Castellón natal, le ha llevado hasta donde está ahora.

A punto de estrenar L’imbroglio nel lenzuolo del director Alfonso Arau, y El viaje de Zhao de Susi Gonzalvo, ambas grabadas en 2008, y estando inmerso en el rodaje de la segunda temporada de ‘Sin tetas no hay paraíso’, cuenta el actor que su tiempo libre lo dedica a estudiar, hacer deporte y pasar tiempo con sus amigos. Entre ellos podría encuadrarse perfectamente la joven Amaia Salamanca (Ver entrevista), su compañera de reparto, para quien sólo tiene buenas palabras. Dice de ella que es una chica “muy trabajadora” y que les une “una amistad muy grande construida por las horas de rodaje”.

Un rodaje que varía día a día el horario de grabación en función de las escenas y que deja muy poco tiempo libre. Es por eso que el castellonense cuenta que si dispusiera de más horas para hacer lo que le apeteciera “lo dedicaría a continuar con las clases de guitarra y cajón gitano” y a surfear con sus amigos, otra de sus grandes pasiones.