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Una fiesta ‘de negro’ para tiempos de crisis
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Una fiesta ‘de negro’ para tiempos de crisis

Dress code: negro e invisible. Lugar: museo Guggenheim Bilbao. Acontecimiento: fiesta de Louis Vuitton por la inauguración de la retrospectiva del japonés Takashi Murakami (ver álbum). Cuando

Foto: Una fiesta ‘de negro’ para tiempos de crisis
Una fiesta ‘de negro’ para tiempos de crisis

Dress code: negro e invisible. Lugar: museo Guggenheim Bilbao. Acontecimiento: fiesta de Louis Vuitton por la inauguración de la retrospectiva del japonés Takashi Murakami (ver álbum). Cuando los vips recibieron hace unas semanas en sus casas la invitación no lo dudaron un minuto: la fiesta en la capital vizcaína ha sido la prueba de fuego para este crítico 2009 que en pleno febrero -y con las contadas excepciones de eventos periódicos como los Goya- aún no había vivido ningún sarao de esos de relumbrón para los que ellas sacan sus mejores galas y ellos... bueno, el traje de siempre. En vez de alfombra roja, la escalera de acceso al icono del nuevo Bilbao. ¿La señora Crisis? Lo sentimos, hay fiesta privada y no se puede pasar.

 

No fue hasta las diez de la noche cuando los flashes comenzaron a cegar a los primeros famosos (“¿Es esta la cola para las fotos?”, preguntaba entre emocionada y confundida Anne Igartiburu), pero en realidad la fiesta había comenzado mucho antes. La sala vip del aeropuerto de Barajas fue escenario para besos, abrazos y saludos con Lucía Bose como protagonista, cariños todos que luego continuaron -copa de Moet Chandon en la mano, que para algo es de la casa- en el chárter exclusivo que los llevó hasta el aeródromo de Bilbao, un edificio calatravo en toda regla.


Una vez en faena y pasados los compromisos fotográficos, la cuarta planta del museo abrió excepcionalmente sus puertas en horario de noche y los invitados pudieron contemplar el trabajo lisérgico de Murakami. A Juana de Aizpuru y Soledad Lorenzo, reinas del mundo del arte en la corte madrileña, se les veía encantadas de poder pasear por la exposición, que antes de llegar a Bilbao ha estado en Los Angeles, Nueva York y Frankfurt. Eso sí, nadie dijo que la cultura y el glamour tuvieran que discurrir siempre paralelos -sus trayectorias son divergentes en muchos casos, de hecho-, así que también hubo entre los asistentes quien no pudo llegar más allá del hecho de que entre las esculturas hay una a la que “se le ve el pito”.

 

La fiesta salió redonda, aunque por encima de los canapés, la exposición o la música lo más comentado era lo ecléctico de la lista de invitados, un potlatch en el que cabían aristócratas como Beatriz de Orleáns (como diciendo 'el lujo soy yo' con su Dior), escritores (Espido Freire ¿homenajeando con abanico al miembro de Locomía detenido hace unos días?), modelos (Martina Klein, Raquel Revuelta, María Jurado), empresarios (con el ‘heredero’ Antoine Arnault sobre todos ellos), rockeras de top one (las hermanas Cristina y Amparo Llanos) relaciones públicas (ahí estaba Nuria March) y hasta sagas familiares trigeneracionales, como la de los Bose: la matriarca Lucía acompañada por su hija Paola Dominguín y el hijo de ésta, Olfo Bose. Ah, y entre otros muchos el televisivo Jaime Bores, que también andaba por allí manteniendo una de las conversaciones telefónicas más largas de las que la humanidad tiene constancia.

 

Mientras los camareros hacían malabarismo para que no se les cayeran las bandejas made in Murakami con champagne, tempura de aguacate o dulces macarons, Alaska subió al escenario con Nacho Canut y dos bailarines para, convertidos en Fangoria, interpretar el hitazo de cualquier fiesta vip que se precie, Criticar por criticar, toda una canción protesta del famoseo. No se lanzó a su nuevo disco aunque Rossy de Palma, fan fatal, aplaudía emocionada desde la primera fila mientras algo más atrás el diseñador Ion Fiz observaba la jugada. En el centro de la sala el homenajeado, Takashi Murakami, aguantaba estoico el aluvión de flashes: él fue la auténtica estrella de la noche. Ironías de la vida: los mismos famosos que conseguen atraer la mirada de la gente de la calle se pegaban por sacarse una foto con el artista. El propio Carlos Delso, director de Louis Vuitton en España, se prestaba gustoso a sacarlas.

 

Hubo quien no cumplió con el código de ropa negra (entre estos se encontraba obviamente Agatha Ruiz de la Prada, aunque ella no cuenta porque no lo utiliza ni en los funerales), pero todas -lo de ellos es un caso aparte- lucieron espectaculares, ya fuera de Oscar de la Renta, Nike o de Amaya Arzuaga, y de un negro casi tan invisible como la señora Crisis, que sigue esperando en la puerta a ver si las encargadas de la lista se apiadan de ella.

Dress code: negro e invisible. Lugar: museo Guggenheim Bilbao. Acontecimiento: fiesta de Louis Vuitton por la inauguración de la retrospectiva del japonés Takashi Murakami (ver álbum). Cuando los vips recibieron hace unas semanas en sus casas la invitación no lo dudaron un minuto: la fiesta en la capital vizcaína ha sido la prueba de fuego para este crítico 2009 que en pleno febrero -y con las contadas excepciones de eventos periódicos como los Goya- aún no había vivido ningún sarao de esos de relumbrón para los que ellas sacan sus mejores galas y ellos... bueno, el traje de siempre. En vez de alfombra roja, la escalera de acceso al icono del nuevo Bilbao. ¿La señora Crisis? Lo sentimos, hay fiesta privada y no se puede pasar.