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Rania de Jordania, una década como Reina
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Rania de Jordania, una década como Reina

Hace poco más de diez años, una princesa desconocida se convertía en Reina de Jordania desplazando a la madrasta de su marido en el cargo, una

Foto: Rania de Jordania, una década como Reina
Rania de Jordania, una década como Reina

Hace poco más de diez años, una princesa desconocida se convertía en Reina de Jordania desplazando a la madrasta de su marido en el cargo, una soberana admirada por su belleza y discreción. Una década después, Rania es una sombra de lo que era. Madre de familia, icono de glamour, defensora de las causas perdidas, embajadora de su país… Todos los apelativos se quedan cortos para describir a una mujer admirada en todo el mundo por su labor humanitaria.

Nacida en agosto de 1970 en Kuwait, hija de padres palestinos, se crió en las mejores escuelas para graduarse en Administración en El Cairo. Tras varios trabajos en Citygroup y Apple y un máster en Suiza, se cruzó en su vida el príncipe Abdullah, que en un principio no estaba destinado a ser rey. Así, y como si fuera un cuento de hadas, se casaron y tuvieron cuatro hijos: Hussein, Iman, Salma y Hashem. Eran simplemente parte de la familia real. Pero su vida cambió en 1999. Por carambolas del destino, se convirtió en Reina y no en princesa consorte como otras antecesoras suyas en el cargo. Entonces comenzó su verdadero cambio, su defensa de la mujer y la ampliación de su armario.

Con los años, Rania ha conseguido eclipsar a su propio marido. Convencida de que el Islam y la modernidad no están reñidos, viaja por todo el mundo participando en reuniones como la de Davos para ayudar a la gente más desfavorecida. Tampoco duda en dar un discurso si la ocasión lo merece y lo hace en un correcto inglés, lengua que controla a la perfección. Siempre es consciente de que el mundo entero se está fijando en ella. Pero también ejerce como Embajadora para la Infancia de Unicef, cargo que comparte con otras muchas estrellas del celuloide, y está al frente de varias fundaciones creadas por ella misma. Vamos, que casi no tiene tiempo libre para gestionar su solidaridad.

Pese a esa aureola de humildad, su armario está al alcance de pocos bolsillos. De él cuelgan trajes y vestidos de las mejores casas de alta costura en todo el mundo. Aunque no suele ir a los desfiles de Dior o Chanel a París, como otras, siempre va a acompañada de refinados trajes y caros complementos. Y es ese estilo personal, con el que nunca intenta provocar, lo que le ha permitido colarse en las listas de las mejores vestidas del mundo.

Papel oficial

Pero aparte de su papel solidario y de sus aires chic, Rania es ante todo primera dama de un país. Y como tal ejerce de perfecta compañera de su marido, al que acompaña en visitas oficiales. De hecho, no hace mucho estuvieron en España, donde compartieron comida palaciega con los Príncipes de Asturias y los Reyes. De aquella glamourosa cita, todos dieron como vencedora a la reina jordana por encima de la clase y el estilo de doña Letizia.

La familia es otro de los pilares de Rania de Jordania. Le gusta cuidar a sus niños personalmente, ver películas y comer palomitas. De hecho, no duda en asistir a las fiestas escolares de sus pequeños siempre que puede. Para disfrutar de su anonimato no hay nada mejor que su gran Palacio y las calles de Londres, ciudad por la que le gusta perderse amparándose en su anonimato. Nunca fue fácil ser reina.

Hace poco más de diez años, una princesa desconocida se convertía en Reina de Jordania desplazando a la madrasta de su marido en el cargo, una soberana admirada por su belleza y discreción. Una década después, Rania es una sombra de lo que era. Madre de familia, icono de glamour, defensora de las causas perdidas, embajadora de su país… Todos los apelativos se quedan cortos para describir a una mujer admirada en todo el mundo por su labor humanitaria.