El acoso político y mediático le da la puntilla al matrimonio Bono

El comunicado enviado por el presidente del Congreso José Bono informando de su separación matrimonial ha resultado sorprendente. Sobre todo, porque hasta la fecha ningún político había utilizado este sistema. Los que han sido protagonistas de separaciones sonadas, como Felipe González (de Carmen Romero) o Álvarez Cascos (de Gemma Ruiz) prefirieron no hacer comentarios y mucho menos facilitar información. Otros como Josep Piqué y Rodrigo Rato procuraron mantener sus relaciones personales en la más absoluta intimidad, hasta que volvieron a casarse.

 

De todos es conocido el viacrucis mediático al que está siendo sometido el presidente del Congreso estos últimos meses a cuenta de su patrimonio. El caso es que, si a veces los disgustos provocados por cuestiones ajenas a la pareja suelen unir, parece que en el matrimonio Bono/Rodríguez ha sido lo contrario. Al menos, esta es una de las versiones que dan los conocidos, porque los íntimos han hecho piña y no dan ningún tipo de explicación. Es imposible que confirmen o desmientan si existe una pequeña posibilidad de que uno de ellos tenga “una nueva ilusión”.  Por el momento, esta probabilidad  parece que no se contempla. Son sólo rumores. El tiempo lo dirá.

 

Aun con todo, el comunicado de José Bono y Ana Rodríguez dando por finalizados públicamente sus veintinueve años de matrimonio fue ayer la comidilla en los ambientes políticos, que no esperaban una reacción de este tipo. Aparentemente, parecían una pareja solvente, compenetrada y con un futuro predecible, en el que se suponía que envejecerían juntos al estilo de El Estanque Dorado. De ahí la sorpresa del divorcio incluso para los conocidos y amigos. Si hace una semana acudían a la boda de la hija del presidente de Iberdrola, Ignacio Sánchez Galán, las navidades las pasaron todos juntos y en familia en Baqueira, instalados en el mismo hotel que sus consuegros Raphael y Natalia Figueroa.

 

La normalidad ha sido la tónica general incluso cuando hace unos años circuló el rumor de un posible desencuentro, que coincidió con la decisión de Bono de abandonar la política activa. Las razones oficiales tenían que ver con Sofía, la hija pequeña. “A los mayores  –Amelia, Ana y José–  les disfruté muy poco y, por eso, no quiero que pase lo mismo con Sofía y Ana (su mujer). Se merecen que les dedique más tiempo”, afirmó el presidente del Congreso por aquel entonces. Esta declaración de intenciones con respecto a su mujer sirvió para que desaparecieran los rumores. Si hubo o no una tercera persona que hizo que Bono reaccionara (se comentó que Ana coqueteaba con un joyero cordobés) nunca se sabrá.

 

Los  comentarios desaparecieron y las amistades más cercanas lo calificaron como una de las muchas crisis que superan los matrimonios que llevan muchos años juntos. Públicamente y, muy a su pesar, Ana Rodríguez se convirtió en Ana Bono. Al principio le molestaba porque desde muy joven se buscó la vida y su compromiso político lo adquirió mucho antes de conocer a su marido. Es militante del PSOE y trabajó durante años en la organización del partido de Castilla-León, donde conoció al que después sería el padre de sus hijos. Más tarde, y a través de los joyeros Tous, se hizo un hueco en el mundo de la franquicia de la marca del oso. 

 

La apertura de sus tiendas en Castilla-La Mancha, donde su marido ha sido presidente de esa comunidad, ha sido durante años motivo de ataque público. Ella se ha defendido asegurando: “Sí, gano dinero. Me siento orgullosa de dar trabajo a 30 personas todos los días. ¿He de pedir perdón por eso?” Pero tanta presión ha acabado por pasar factura.

 

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