La ex de Villalonga, Adriana Abascal, encuentra nuevo presidente de empresa

No elige Adriana Abascal como pareja al primer hombre que ve por la calle. La que fuera Miss México 1988 ha rehecho de nuevo su vida sentimental junto al presidente de una multinacional. Tras ocho años al lado de Emilio ‘El Tigre’ Azcárraga, el hombre más rico de América latina y presidente de Televisa, y un posterior matrimonio con el español Juan Villalonga, expresidente de Telefónica, Abascal apuesta ahora por la empresa francesa.

La mexicana, que vive a caballo entre Los Angeles, París y a ratos España, ha sido fotografiada en Madrid en actitud muy cariñosa junto a Emmanuel Schreder, presidente de Catella France, una multinacional especializada en la prestación de servicios inmobiliarios.

La revista Love de esta semana informa que Adriana (42) y Schreder (52) se conocieron en París por mediación de unos amigos comunes. Han estado en nuestro país cuatro días. Se alojaron en el hotel Intercontinetal de Madrid y se mostraron de los más cariñosos en sus paseos y cenas por la capital.

Adriana, que rompió su relación con Chris Brown en noviembre del año pasado, ha sido ‘fichada’ por Telecinco para la grabación de una nueva serie llamada Dreamland School. De hecho, su romántica escapada a España se debía a sus compromisos laborales como actriz.

Una mujer de armas tomar

Durante el tiempo que estuvo casada con Juan Villalonga, Adriana presentaba una imagen que nada tenía que ver con la realidad. Su aparente sumisión conyugal, que la igualaba a las integrantes del club de las terceras esposas, con las que compartía aburridísimas tardes de té y compras, desapareció en cuanto volvió a ser aquella ‘Juanita Guacamole’ que deslumbró al fallecido magnate de Televisa Azcárraga y, más tarde, al expresidente de Telefónica. 

Adriana Abascal es mucho más lista, más divertida y con un horizonte internacional más amplio que las señoras de nacionales a las que Villalonga quería que se uniera. Abascal era demasiado Abascal y no le gusta ser mujer florero. Por ejemplo, no entendía que, cuando quedaba con algunas de estas terceras esposas, tuviera que ir a comer a lugares determinados porque eran los únicos que sus maridos les permitían.

Estos locales son el punto de reunión al mediodía y se conocen como restoranes de señoras. Este apelativo nada tiene que ver con un toque feminista, sino con lo contrario, porque no suelen acudir caballeros millonarios que tiran más por Horcher o Jokey y, por lo tanto, el peligro de coqueteo resulta inexistente. Abascal no aguantó mucho ese tipo de vida. Una vez divorciada, se instaló en París con sus hijos. Y hasta ahora.