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Belén Esteban: "Ya lo he vendido absolutamente todo y no quiero hacerlo más"
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la colaboradora presenta su primer libro

Belén Esteban: "Ya lo he vendido absolutamente todo y no quiero hacerlo más"

Dos palabras: Belén Esteban. Las dos palabras que utilizan como perfecta diana aquellos que van contra la telebasura; dos palabras que han sido sinónimo de un

Dos palabras: Belén Esteban. Las dos palabras que utilizan como perfecta diana aquellos que van contra la telebasura; dos palabras que han sido sinónimo de un largo culebrón televisado protagonizado por una mujer que despierta pasiones y odios, entre los que la ven como una víctima de los medios y los que la consideran una aprovechada de ellos. Cuando Vanitatis se enfrenta al personaje, entrevistándola con motivo de la publicación de un libro en la oficina de su representante, se da por hecho que nos vamos a encontrar con su verborrea. También que nos enseñará su desenfado y su capacidad para captar la atención del que la entrevista o se cruza con ella. Pero esa Belén se ha quedado en la tele; ahora está en pleno proceso de recuperación de una adicción a la que no quiere poner un nombre más allá de “lo malo” y eso hace que esté aletargada, que sea parca en palabras y que parezca optar por los silencios y los monosílabos como salvavidas y antídoto perfecto a todo lo que ha sufrido una persona que asegura que “ya lo ha vendido todo”, que parece tener miedo de tropezar y que acaba de publicar Ambiciones y reflexiones, libro que ya se encuentra entre los más vendidos de nuestro país, lo quieran o no sus muchos detractores.

Belén Esteban presenta 'Ambiciones y reflexiones' (Carmen Hache)¿Qué es Ambiciones y reflexiones? Una catarsis, un “desahogo” en palabras de la Esteban. “Me pilló en un momento en el que estaba muy mal y me ha servido de desahogo. Con este libro me he abierto en canal para todo el mundo”. Es tentador hacer de abogado del diablo y preguntarle por todos aquellos que consideran que lleva 13 años hablando de lo mismo, de su romance con Jesulín de Ubrique y de la hija que resultó de él, y viviendo de ello. “Si no quieren escucharlo, que no lo escuchen”. También es apetecible la idea de saber qué habría sido la Belén Esteban persona si no hubiese sido un personaje, más allá de lo que haya vendido o no; la chica de telenovela con la que muchas otras madres solteras, jóvenes y sin nada se han identificado: “Yo habría tenido un marido, unos hijos y ya está. Soy totalmente tradicional y eso es lo que habría hecho si no estuviese en la tele”.

Ese ‘tradicional’ es el punto de inflexión en ella, el que la despierta y revela la sonrisa, el brillo en la mirada y algo más del ‘verdadero yo’ de lo que, a todas luces, es una niña grande. Su tradicionalidad hace que le preguntemos si podrá compatibilizar la televisión con su carácter de personaje mediático, una tarea casi imposible. “No contaría que tengo novio, por ejemplo. Yo ya he vendido gran parte de mi vida, ya no quiero vender más. Todo tiene un precio y un límite”. Su respuesta ante la posibilidad de seguir trabajando en televisión sin vender su vida es un claro: “¿Por qué no?” El contraataque, también: ¿Y si se ve obligada a hacerlo para seguir en el candelero? “Ya he vendido todo lo que tenía que vender. No me quiero equivocar más. Me encantaría no vender mi vida, vivir bien y ser superfeliz”, comenta ilusionada y sonriendo, como si en ese momento soñase con escapar de una especie de prisión y ansiase la normalidad con la que vivimos el resto. Porque la fama cuesta, y nadie lo sabe mejor que ella. ¿Qué precio ha pagado Belén Esteban por ser Belén esteban? “Todo”, es su contundente respuesta. “Pero lo he elegido yo y tampoco me puedo quejar”, añade.

Y ese todo, ese alto precio por ser tan conocida, ha incluido las adicciones, que confesaba hace poco en el programa Abre los ojos y mira, asegurando que se “ponía” antes de salir a bailar en ¡Mira quién baila! Lejos de las cámaras y de la parafernalia que parece protegerla, la sola mención de esa adicción a la ex de Jesulín y madre de ‘Andreíta’ es suficiente como para incomodarla. Se refiere a ello como “lo malo” y lo repite varias veces a lo largo de la entrevista. “Todos sabemos qué es lo que más daño me ha hecho. Me da vergüenza hablar de ello. Jorge (refiriéndose a Jorge Javier Vázquez) me regaña mucho y me dice que no debe darme vergüenza pero sí me da. Está pasado y superado, y prefiero no ponerle nombre”, afirma. De la recuperación sí habla, y sí contesta de forma más cómoda. “Mira lo mal que estaba ahí”, dice señalando una de las fotografías en las que aparece y que ocupan la oficina de su representante, Toño Sanchís, lugar en el que charlamos con ella. “Ahora estoy mucho mejor”, y vuelve a sonreír con la ilusión de una niña que ya no quiere meter más la pata y que espera que el juego, esta vez, tenga un final feliz.

Dos palabras: Belén Esteban. Las dos palabras que utilizan como perfecta diana aquellos que van contra la telebasura; dos palabras que han sido sinónimo de un largo culebrón televisado protagonizado por una mujer que despierta pasiones y odios, entre los que la ven como una víctima de los medios y los que la consideran una aprovechada de ellos. Cuando Vanitatis se enfrenta al personaje, entrevistándola con motivo de la publicación de un libro en la oficina de su representante, se da por hecho que nos vamos a encontrar con su verborrea. También que nos enseñará su desenfado y su capacidad para captar la atención del que la entrevista o se cruza con ella. Pero esa Belén se ha quedado en la tele; ahora está en pleno proceso de recuperación de una adicción a la que no quiere poner un nombre más allá de “lo malo” y eso hace que esté aletargada, que sea parca en palabras y que parezca optar por los silencios y los monosílabos como salvavidas y antídoto perfecto a todo lo que ha sufrido una persona que asegura que “ya lo ha vendido todo”, que parece tener miedo de tropezar y que acaba de publicar Ambiciones y reflexiones, libro que ya se encuentra entre los más vendidos de nuestro país, lo quieran o no sus muchos detractores.

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