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Fiorella Faltoyano, la musa de la Transición que soñó con ser otra
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acaba de publicar 'aprobé en septiembre'

Fiorella Faltoyano, la musa de la Transición que soñó con ser otra

“Todos somos una construcción de muchos al mismo tiempo; depende de quién nos mire y de en qué momento estemos", asegura la musa de Garci

Foto: Fiorella Faltoyano, en una imagen de archivo
Fiorella Faltoyano, en una imagen de archivo

“Todos somos una construcción de muchos al mismo tiempo; depende de quién nos mire y de en qué momento estemos”. La frase no puede pertenecer a otra persona que no sea un actor. En este caso, sale de la boca de una actriz a la que la mayoría identifica con un cine, el de Garci y con una época, la Transición, en la que, entre pecho y pecho, entre destape y destape, se cocía un cine que cambiaba al mismo tiempo que la España en la que se enmarcaba. Sin embargo, pocos conocen a la Fiorella Faltoyano mujer, a la niña que soñó con ser otras porque odiaba su vida, a la joven que conoció a su padre biológico después de toda una vida y la que se casó con un hombre mucho mayor que ella desafiando un sinfín de convenciones sociales y buscando, quizá, una figura paterna. Todo ello conforma Aprobé en septiembre (La Esfera de los Libros), un libro de memorias recién publicado con título garciano y declaraciones sorprendentes por parte de esta mujer cabal que nunca creyó que a nadie le interesase lo que tenía que contar sobre sí misma.

Fiorella Faltoyano, en la década de los 70“Necesitaba escribirme una historia para mí misma. Cuando estaba terminado tenía una estructura, un interés…La editora Imelda Navajo me dijo que quería leerlo y a los quince días me llamó y me dijo que quería publicarlo”, asegura a Vanitatis. Y en esta catarsis escrita, Faltoyano ha sido capaz de desenterrar cadáveres como el conocimiento de su padre biológico. A los once años se enteró de que el que creía su padre no lo era y de que, en lugar de Madrid, había nacido en Málaga. Con los años, pudo conocer a Ramón Pardo, el padre ausente que la marcaría de por vida. “Me maldije muchísimo por haber hecho caso a mi madre, que fue la que me hizo ir, porque salí temblando y llorando de ese encuentro con él. Con el tiempo pensé que había tenido suerte de haberlo visto al menos una vez en la vida, de haber sabido cómo era”. Incluso su muerte la dejó, en parte, algo huérfana pese a no haber estado junto a él.

La niña que soñaba con huir de su vida acabó triunfando en televisión al mismo tiempo que se iba conociendo a sí misma y que las demás lo enseñaban todo en un cine de consumo rápido. Los Estudios 1 de Televisión Española fueron una de sus grandes escuelas. Por esa época se enamoró de José Luis Tafur, el productor que acabaría dando su primera oportunidad a Garci como director y la haría feliz a ella en lo personal. Sin embargo, no era el hombre más adecuado para la actriz: le doblaba la edad, estaba casado y tenía hijos. “Yo tenía clarísimo que era la persona con la que quería estar y que me haría feliz. No me imaginaba que iba a ser una historia que durase hasta su muerte”. La muerte de Tafur se produciría en 2012 a causa de Alzheimer. La actriz, cuarenta años después de iniciar su relación con él, se seguía enfrentando en esos momentos a cierta incomprensión social. “La gente no entendía que, si estábamos separados, yo me ocupase de él en los últimos años cuando él estaba enfermo de Alzheimer. De hecho, lo que me motiva a escribir el libro fue la muerte de José Luis”.

“Ser emblema del cine de Garci me ha perjudicado”

La acriz, en una fotografía recienteEn los setenta, muchas revistas resaltaban que era ‘madre soltera’ tras tener un hijo con Tafur sin haberse casado. Sin embargo, la España puritana la respetaba como actriz, sobre todo a partir de su papel en Asignatura pendiente, la película que confirmó a Garci como un director emblemático de un nuevo cine español. Quizá por ello, Faltoyano lo defiende sin fisuras. “Me ha perjudicado ser un emblema del cine de Garci y así se lo he dicho a él varias veces. Cuando te identifican mucho con un director es porque has tenido un éxito y a los otros directores eso no les gusta. Pero también pienso que han sido injustos con él. En España somos muy de cargarnos a la gente. Es el mismo caso de Almodóvar. Si fuesen franceses, nadie los criticaría. Se los apropiarían, y los tomarían como ejemplos. Echo de menos esa actitud de Francia”.

Sin embargo, a pesar de una trayectoria que incluye obras de teatro, series como Hermanos de leche o La Regenta y grandes personajes, también hubo parones que hicieron tambalear su esquema vital. “Nunca sabes si la película o la serie o la función es la última de tu vida y a partir de ahí dejará de sonar el teléfono. Me pasó con cuarenta y pocos años y me puse a hacer otra cosa: abrí una tienda de ropa. Necesitaba estar viva y no podía permitirme pensar que ya no podía hacer nada más. Me compré el papel de dependienta, de dueña de una tienda. Para los actores hay una sensación de inseguridad que nos hace muy frágiles y por esa misma razón, también hay personalidades muy patéticas en este mundillo; que quieren salir en los medios a toda costa”.

Se puede decir que ese ‘mundillo’ la salvó de “una vida construida a base de mentiras”, empezando por la de su origen, la acabó haciendo olvidar aquellas dificultades de la infancia y la convirtió en la persona que anhelaba ser. “No quería ser la niña que era ni me gustaba lo que me rodeaba. Por eso soñaba con ser otra. Eso se canalizó en ser muchas otras que me iban permitiendo construir el personaje que soy ahora”, confiesa. Y, si todos somos una construcción de muchos personajes, ella, que se confiesa una afortunada y una persona a la que siempre le pasó algo que la hizo salir “del pozo” parece haber encontrado, por fin y después de muchos años, el papel de su vida.

“Todos somos una construcción de muchos al mismo tiempo; depende de quién nos mire y de en qué momento estemos”. La frase no puede pertenecer a otra persona que no sea un actor. En este caso, sale de la boca de una actriz a la que la mayoría identifica con un cine, el de Garci y con una época, la Transición, en la que, entre pecho y pecho, entre destape y destape, se cocía un cine que cambiaba al mismo tiempo que la España en la que se enmarcaba. Sin embargo, pocos conocen a la Fiorella Faltoyano mujer, a la niña que soñó con ser otras porque odiaba su vida, a la joven que conoció a su padre biológico después de toda una vida y la que se casó con un hombre mucho mayor que ella desafiando un sinfín de convenciones sociales y buscando, quizá, una figura paterna. Todo ello conforma Aprobé en septiembre (La Esfera de los Libros), un libro de memorias recién publicado con título garciano y declaraciones sorprendentes por parte de esta mujer cabal que nunca creyó que a nadie le interesase lo que tenía que contar sobre sí misma.

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