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Una Penélope Cruz express y una 'femme fatale' llamada Rosa Díez en los Goya
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ceremonia de entrega de los premios goya 2015

Una Penélope Cruz express y una 'femme fatale' llamada Rosa Díez en los Goya

Penélope, la estrella de la noche, la niña de nuestros ojos. Minutos antes, al pasar por la alfombra, vestida con un vestido tan violeta como los ojos de Elizabeth Taylor

Resistencia. Lolita, Ana Belén, Asunción Balaguer o Dani Rovira, entre otros, apelaban al arte de resistir (a la crisis, al abultado IVA, a toda metáfora que se les ocurra) con el Dúo Dinámico de banda sonora al inicio de una gala, la de los Goya 2015, en la que se comenzaba apelando a la nostalgia, con vídeos de Lola Flores, Raphael o Rocío Dúrcal mediante. Sin embargo, ¿quién se preocupa por la resistencia de los periodistas que, a pie de alfombra y en la sala de prensa, viven los avatares, las carreras, las prisas de esta ceremonia anual que tiene nombre de pintor dieciochesco? Los que nos licenciamos en Periodismo sabíamos que la estrella de la noche, la niña de nuestros ojos, era Penélope Cruz. Lo sabía hasta el conductor de la gala, un Dani Rovira que, entre chascarrillo y chascarrillo, le regaló un coche. Minutos antes, al pasar por la alfombra, vestida con un vestido violeta tan violeta como los ojos de Elizabeth Taylor, fue un enorme suplicio poder hablar con ella. 'Pe' fue lo que se dice cortés y educada, pero distante. Hacer que posase o contestase a unas simples preguntas era tan difícil como hacer que el coyote atrapase al correcaminos en un corto de la Warner. Sin embargo, en honor a la verdad, hay que decir también que decidió pararse y dedicarnos unos minutos que nos reconciliaron con ella. De corto Warner a corto Disney.

Empezando con nostalgias varias, la gala no era ni la noche de La isla mínima, la esperada triunfadora de la noche, ni el triunfo de los saludos conciliadores de Dani Rovira tan aplaudidos por su novia, Clara Lago. Aquello era una reunión de la troupe Almodóvar en toda regla, convocada para rendir pleitesía al Goya de Honor que recibía Antonio Banderas. El malagueño también pasó a última hora por la alfombra rosa pero, sencillez por delante, quiso compartir la emoción de un premio que había reunido allí a gran parte de esa panda almodovariana que habría hecho las delicias del Joaquín Sabina que cantaba las bondades de ser una chica Almodóvar. Una vez recibido el premio, a Banderas le faltó remontarse al Pleistozeno en un discurso plagado de ilustres nombres del pasado. Sin embargo, consiguió emocionar al respetable cuando, de forma inesperada, pidió perdón a su hija Stella del Carmen por no haber estado presente en su crecimiento vital debido al trabajo. A más de unoesaindulgencia casi le provoca un infarto ya que, por unos microsegundos, parecía que la destinataria de aquel perdón iba a ser la mismísima Melanie Griffith.

Video embebido

Vamos, que del grupo almodovariano la más simpática acabó siendo Blanca Suárez, que de ser tan agria con la prensa como un repeledor de mosquitos (algo tendrán que ver sus romances fallidos con Miguel Ángel Silvestre y Dani Martín, tan presentes en las revistas) se convirtió en Miss Simpatía, nos envió un afectuoso mensaje y hasta contó parte de su festejo flamenco con Valentino. ¡Viva Blanca!

Vestidas para matar

Por cierto, el vestido rosa de la chica Intimissimi, de diseñadora impronunciable (Zuhair Murad) causó sensación en una alfombra que este año, además de rosa, era de lo más florida. Ejemplos clarísimos como el vestido que llevaba Macarena García, obra de Blumarine y que, no por casualidad, daba un aspecto de cuento de hadas a la protagonista de Blancanieves. Estaba claro que el estampado floril era tendencia en esta fría noche de febrero. Y no hay rosa sin espinas... Menudos eran los pinchos que llevaban Angie en sus pendientes o Cayetana Guillén Cuervo en su vestido. Bastante 'madonnil' y atrevida iba también Massiel, que con su diseño de pieles parecía recién llegada de una cacería en Badajoz. A falta de mantón (y ella de eso sabe un rato) le pudieron los zorros. Pero eso sí, la que se marcó un modelito de infarto fue Rosa Díez. Con guantes de femme fatale, la líder de UPyD, que iba del brazo de Toni Cantó, parecía una versión castrense de la Gilda de Rita Hayworth. Ella y los demás políticos se enfrentaban a preguntas incómodas y muy pertinentes.

Teniendo en cuenta que este es año de elecciones y que el cine es un buen escaparate, por la alfombra pasó el poder de seducción de Pedro Sánchez (el más simpático de todos o quizá el único, todo hay que decirlo), la desidia de José Ignacio Wert, que este año sólo se enfrentaba a dos frentes:la enésima petición de bajada del IVA de Enrique González Macho, y a su bestia negra, que no es otra que Pedro Almodóvar. Ni siquiera con la simpatía que Rovira le manifestó durante toda la ceremonia con su buenrrollismo malagueño se aflojó su eterno rictus de protagonista de película de espías soviéticos, aunque de soviético, soviético, él no tenga mucho.

Entre chica y chica Almodóvar, buen cine (sólo por Magical Girl y La Isla Mínima este año ya merecerían pasar a la historia de nuestro cine) y señoras y señores de buen ver, que para eso invitan a estas cosas a Nieves Álvarez o Jon Kortajarena, uno se queda con el premio a Mejor Actor Revelación que Dani Rovira le dedicó a Clara Lago y con el besazo que le pegó. Ahí está la prueba, como hubiese cantado otra almodovariana de pro, Luz Casal, de que un buen año de cine siempre será mejor acompañado de un año de amor.

Resistencia. Lolita, Ana Belén, Asunción Balaguer o Dani Rovira, entre otros, apelaban al arte de resistir (a la crisis, al abultado IVA, a toda metáfora que se les ocurra) con el Dúo Dinámico de banda sonora al inicio de una gala, la de los Goya 2015, en la que se comenzaba apelando a la nostalgia, con vídeos de Lola Flores, Raphael o Rocío Dúrcal mediante. Sin embargo, ¿quién se preocupa por la resistencia de los periodistas que, a pie de alfombra y en la sala de prensa, viven los avatares, las carreras, las prisas de esta ceremonia anual que tiene nombre de pintor dieciochesco? Los que nos licenciamos en Periodismo sabíamos que la estrella de la noche, la niña de nuestros ojos, era Penélope Cruz. Lo sabía hasta el conductor de la gala, un Dani Rovira que, entre chascarrillo y chascarrillo, le regaló un coche. Minutos antes, al pasar por la alfombra, vestida con un vestido violeta tan violeta como los ojos de Elizabeth Taylor, fue un enorme suplicio poder hablar con ella. 'Pe' fue lo que se dice cortés y educada, pero distante. Hacer que posase o contestase a unas simples preguntas era tan difícil como hacer que el coyote atrapase al correcaminos en un corto de la Warner. Sin embargo, en honor a la verdad, hay que decir también que decidió pararse y dedicarnos unos minutos que nos reconciliaron con ella. De corto Warner a corto Disney.

Penélope Cruz Rosa Díez UPyD
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