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Maruja Díaz, de 'Banderita, tú eres gualda' al chimpún televisivo
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FALLECE A LOS 83 AÑOS DE EDAD

Maruja Díaz, de 'Banderita, tú eres gualda' al chimpún televisivo

“La gente joven se queda con mi personaje televisivo y mis historias frikis, pero no se preocupan en saber que he recibido premios de interpretación en la mayoría de países iberoamericanos”

Maruja Díaz era la vitalidad personificada. Fue una de las “mi armas”, un calificativo inventado por ella para definir a su grupete de amigas artistas compuesto por Lola Flores, Rocío Jurado y Paca Rico. Más tarde se uniría Carmen Sevilla, aunque nunca llegó a formar parte del núcleo duro porque “era muy fina y nosotras más deslenguadas”, decía Marujita. Su biografía tanto personal como profesional está llena de contrastes, de luces y sombras.

En el mundo artístico hizo de todo. Más de 100 títulos entre cine y teatro. Y lo contaba muy ufana cuando la fustigaban por sus salidas de pata de banco. “La gente joven se queda con mi personaje televisivo y mis historias frikis, pero no se preocupan en saber que he recibido premios de interpretación en la mayoría de países iberoamericanos, que no quise trabajar en Hollywood porque no me dio la gana, que hice teatro, musicales, que escribo, que recito a los clásicos, que me gusta la ópera y que he llevado Banderita por el mundo entero”. Maruja se refería a su canción estrella, el pasodoble del maestro Alonso que se convirtió en un himno.

Se lo pedían en cualquiera de las fiestas a las que acudía. Ya fuera privada o pública. En los últimos años además lo ofrecia como reclamo. “Que yo animo como nadie”, decía. Se levantaba, hinchaba pecho y, dependiendo de donde estuviera, recreaba la situación y repetía el estribillo antes los aplausos de los asistentes. Ese momento y su movimiento de ojos formaban parte de esa personalidad loca y divertida de la Díaz, que además era una mujer solidaria con quien de verdad lo necesitaba y tacaña con las personas que consideraba que tenían, pero que no ofrecían.

Hay muchas anécdotas de esta cara y cruz. Estas Navidades, que visto el desenlace ya debía estar regular, pasaba parte de las mañanas en un puesto del rastrillo de Nuevo Futuro. Se colocaba su turbante –que variaba cada día–, sus joyas falsas grandes y aparentes como de marajá –“las buenas las guardo en el banco”, aseguró en varias ocasiones–, sus blusas print animal… y sacaba dinero fotografiándose con los visitantes. “Igual que con las exclusivas, me lo llevo yo, pero aquí todo va para los niños. Escríbelo, que luego habrá quien diga que me aprovecho”, me dijo. Y efectivamente se convirtió en uno de los atractivos de la almoneda solidaria.

También tenía su punto tacaño con las amistades. Las invitaba a comer a su casa, calculaba el tiempo y antes de que llegaran a su domicilio les decía: “Oye, pásate por Mallorca y traes un par de pollos asados, que se han apuntado más de la cuenta y no he calculado”. Un mensaje que repetía pero con diferente menú ya fueran pasteles, ensaladas… En una ocasión, al comentarle si la anécdota era real o formaba parte de la leyenda, prefirió tomárselo a risa y no deshacer el entuerto.

Su muerte ha sido una sorpresa porque muy pocos sabían que su cáncer era más grave de lo que decía. Hace unos años estuvo ingresada por una insuficiencia respiratoria y cuando salió del hospital tuvo la ocurrencia de comentar que en realidad se había sometido a una operación de cirugía estética. La realidad era diferente. Ella nunca tuvo inconveniente en inventarse historias. Incluso amorosas que no tenían ni pies ni cabeza, como su relación con Dinio, el joven cubano con el que acabó mal; aunque pasado el tiempo, y a cambio de un buen caché, se reconciliaron en directo en el plato de Sálvame. Maruja, que era mujer leal, lo defendió en varias ocasiones, lo mismo que a Espartaco Santoni, su primer marido, cuando escribió sus memorias donde atacaba a Carmen Cervera (con la que también se casó) y a su madre. El playboy era indefendible, pero a ella le daba igual.

Fue una mujer de bandera y sentimentalmente con grandes amores poco estables. Espartaco Santoni le duró tres años y el matrimonio con Antonio Gades, 20 meses. En ninguna de sus comparecencias televisivas explicó por qué rompieron, igual que tampoco su romance con el duque de Cádiz. Para ella no todo tenía un precio. La Maruja real era una y la Marujita Chimpún otra. Y ella sabía diferenciarlo. Los que la conocimos la vamos a echar mucho de menos.

Maruja Díaz era la vitalidad personificada. Fue una de las “mi armas”, un calificativo inventado por ella para definir a su grupete de amigas artistas compuesto por Lola Flores, Rocío Jurado y Paca Rico. Más tarde se uniría Carmen Sevilla, aunque nunca llegó a formar parte del núcleo duro porque “era muy fina y nosotras más deslenguadas”, decía Marujita. Su biografía tanto personal como profesional está llena de contrastes, de luces y sombras.

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