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El funeral de Elena Arnedo devuelve la relación de los Boyer y los Preysler al limbo
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SE MOSTRARON MUY UNIDoS EL AÑO PASADO

El funeral de Elena Arnedo devuelve la relación de los Boyer y los Preysler al limbo

Laura y Miguel Boyer júnior se mostraron muy unidos a la familia Preysler en el entierro del exministro socialista. En el de su primera mujer, fallecida esta semana, no ha sido así. ¿Por qué?

Foto: Laura Boyer y Tamara Falcó durante el entierro de Miguel Boyer (Gtres)
Laura Boyer y Tamara Falcó durante el entierro de Miguel Boyer (Gtres)

Cuando murió Miguel Boyer el 29 de septiembre de 2014, la imagen de una Isabel Preysler abatida agarrada de la mano de Hugo, nieto del exministro, circuló por todas las revistas. La foto marcaba un hito en el mundo del corazón: era la primera vez que la filipina y la familia de su tercer marido compartían escenario, y lo que es más importante aún, por primera vez también fuera del entorno familiar se podía dilucidar qué tipo de relación mantenían ambos bandos después de la sonada traición del político, esa que acaparó titulares en prensa en los ochenta cuando este abandonó el domicilio conyugal porque “perdió la cabeza por la china” (compañeros de partido dixit).

Pero aquella imagen no fue la única que centró la atención de los periodistas que vivieron aquel escándalo ochentero. Ver a Tamara Falcó consolando a Laura Boyer, hija del socialista, y a Ana Boyer caminando con su sobrino Gonzalo, hijo de su hermana Laura, también resultó extraño. No debía haberlo sido, pero lo cierto es que la familia Boyer Arnedo quedó totalmente rota cuando el ministro comenzó una nueva vida con Isabel Preysler y, aunque después el padre y los hijos lograron retomar el contacto, es vox pópuli que Laura y Miguel júnior nunca le perdonaron a su progenitor el modo en que fulminó su esfera familiar y culparon de todo a su nueva esposa.

Dos familias enfrentadas

Con los problemas del pasado aparentemente enterrados, todos dieron a Miguel Boyer el adiós que se merecía. Además, la imagen de los Preysler-Boyer Arnedo unidos por fin hacía desaparecer los rumores que hasta la fecha les habían mantenido enfrentados.

Pero en el reciente funeral de Elena Arnedo, primera mujer de Miguel Boyer, fallecida el pasado 7 de septiembre, aquellos rumores volvieran a resurgir. Ni Tamara, que tanto apoyó a Laura en el entierro de su padre, quiso acompañarla al perder a su madre, ni Ana, que tan buena sintonía mostró con sus hermanos y sobrinos, se dejó ver por el sepelio para despedir a la que había sido el primer amor de su padre. Ni rastro de los Preysler en el funeral de una familia que muy a su pesar tanto había compartido con ellos.

Una estrategia de Preysler

Pero para los Boyer Arnedo la ausencia de las dos hermanas no fue tan inesperada. Fuentes cercanas a los hijos mayores del exministro socialista confirman a Vanitatis que la armoniosa estampa mostrada en el funeral de Boyer un año antes no fue más que una estrategia de Preysler para vender que todos estaban unidos. “Isabel cogió la mano de Hugo en cuanto presintió la presencia de los reporteros. Al chaval le pilló totalmente desprevenido y no sabía qué hacer”, confiesan.

Una maniobra que confirma una vez más el arte que la reina de corazones se trae con los medios de comunicación. Dicen que sabe manejar como nadie el oficio y que no da puntada sin hilo. La última demostración sin ir más lejos ha sido este miércoles en la inauguración de la nueva sede de Porcelanosa en Nueva York. Allí la foto de la filipina y Mario Vargas Llosa sonrientes y agarrados por la mano corresponde a una estrategia perfectamente orquestada por Isabel, que quiso que su presentación pública con su nuevo novio fuera absolutamente perfecta. Lo fue. No cabe ninguna duda.

Cuando murió Miguel Boyer el 29 de septiembre de 2014, la imagen de una Isabel Preysler abatida agarrada de la mano de Hugo, nieto del exministro, circuló por todas las revistas. La foto marcaba un hito en el mundo del corazón: era la primera vez que la filipina y la familia de su tercer marido compartían escenario, y lo que es más importante aún, por primera vez también fuera del entorno familiar se podía dilucidar qué tipo de relación mantenían ambos bandos después de la sonada traición del político, esa que acaparó titulares en prensa en los ochenta cuando este abandonó el domicilio conyugal porque “perdió la cabeza por la china” (compañeros de partido dixit).

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