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Palomo Linares, "que el fin del mundo me pille bailando con Concha"
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MUERE A LOS 69 AÑOS

Palomo Linares, "que el fin del mundo me pille bailando con Concha"

El torero falleció a las 17:13 horas a causa de una hemorragia cerebral como complicación de un postoperatorio de cirugía cardiaca

Foto: Palomo Linares. (Gtres)
Palomo Linares. (Gtres)

Sebastián Palomo Linares estaba convencido de que esta vez iba a ser como en otras ocasiones y que la recuperación de su delicadísima operación de corazón era cuestión de tiempo. Y así lo contaba por teléfono a los amigos que le llamaban para darle ánimos veinticuatro horas antes de pasar por el quirófano.

Foto: Sebastián Palomo Linares. (CP)

“En peores plazas he toreado y esta no va a ser la última”, decía mientras organizaba almuerzos de fin de semana en su finca de Aranjuez. “Para cuando salga, que el campo va a estar precioso, comemos en el jardín”. Y no solo eso, sino que hacía planes para presentar su próxima exposición de pintura, que empezó como afición y al cabo de los años era una importante fuente de ingresos. Decía que “Dios me dio el don de ver el color y esa es la base de mi trabajo. Se cumplieron dos de mis sueños. Mi familia era muy humilde. Yo empecé a trabajar a los siete años y cuando me preguntaban qué quería ser, siempre decía lo mismo: torero y pintor. Y lo conseguí. Llevo 47 años con los pinceles, depurando técnica y aprendiendo todos los días”.

Otra de sus previsiones era viajar a Sevilla para la Feria de Abril, que nunca se perdía. Y estos últimos años siempre acompañado de Concha Azuara, la juez que el destino le colocó en su camino y que consiguió que fuera el hombre más feliz del mundo. Con ella estaba a punto de casarse en una ceremonia civil porque la nulidad no llegaba y tenían intención de organizar una gran fiesta con los amigos de siempre e invitar a la prensa en su casa de El Palomar.

“Yo no me caso de tapadillo porque mi magistrada (así la llamaba) no se lo merece. Es mi compañera, mi amiga, la mujer que me ha dado otra oportunidad para ser feliz y la que más me ha querido. Mi todo”, decía. Ella fue la que le convenció para que hiciera caso a los médicos tras el anterior ingreso. “Llegó con el corazón al límite y todos los sufrimientos de estos últimos años le han pasado factura”, contaba Concha, que nunca ha entendido cómo los tres hijos a los que quería mucho a pesar del distanciamiento se desentendieron de su padre esta última vez. Quizá los malentendidos fueron por las dos partes y ni ellos ni el torero supieron echar marcha atrás. “Una pena que ya no tiene solución”, cuentan los que saben qué había detrás de esos desencuentros filiales.

Todos los que le trataron desde hace años resaltaban su generosidad y también su fuerte carácter cuando veía cosas que aunque no le afectaban directamente pasaban por delante de sus ojos. Colaboró durante años con la televisión de Castilla-La Mancha y participó en el espacio 'Soy novillero', donde chavales muy jóvenes buscaban su oportunidad. Muchas veces, y sin tener que hacerlo, comía con ellos en un restaurante de la zona y solía llevar a un torero ya consagrado para que les diera consejos. Era impresionante escuchar cómo les hablaba y les decía que no era un juego, sino una manera de vivir.

Las fiestas en la finca

También les abría las puertas de El Palomar, la finca que nunca quiso abandonar a pesar de que le pillaba lejos cuando acudía en Madrid a cenas, fiestas sociales y festejos taurinos en San Isidro. “Siempre duermo en casa, aunque tenga que volver tarde”, decía. Era el lugar de sus recuerdos buenos, regulares y malos. Allí vivió con Marina Danko hasta que se divorciaron, una etapa muy complicada y triste para el torero.

Foto: Palomo Linares en una imagen de archivo. (Gtres)

Todas las celebraciones importantes tenían la casa familiar como punto de encuentro. Celebraba las fiestas de cumpleaños, la primera comunión de los tres hijos, la boda de Miguel con Marta, hija de su gran amigo Dámaso González, a la que acudieron desde Raphael y Natalia Figueroa a José Bono, en aquel momento presidente del Congreso de los Diputados. Una fiesta que terminó con fuegos artificiales y Palomo Linares bailando rumbas, una de las las cosas que mas le gustaban y que mejor se le daba.

Se apropió de una frase que recomendaba cuando le preguntaba por su vida actual: “Si se acaba el mundo, que me pille bailando. Con Concha, claro”. Y era lo que hacía metafóricamente hablando con su magistrada. En cuanto ella tenía libre, Sebastián organizaba viajes de fin de semana a Oliva (Valencia) o más largos a Colombia donde su gran amigo, el expresidente Andrés Pastrana, al que consideraba su hermano, le festejaba. El político lo ha homenajeado en las redes sociales: "Adiós a Palomo, amigo del alma. Se va, como siempre, por la Puerta Grande".

La historia vital de Palomo Linares fue dura, brillante y carismática. Y sobre todo llena de bondad y generosidad. Al menos para todos los que tuvimos la suerte de ser sus amigos.

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Sebastián Palomo Linares estaba convencido de que esta vez iba a ser como en otras ocasiones y que la recuperación de su delicadísima operación de corazón era cuestión de tiempo. Y así lo contaba por teléfono a los amigos que le llamaban para darle ánimos veinticuatro horas antes de pasar por el quirófano.

Muere Palomo Linares
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