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El yugo de los ideales
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El yugo de los ideales

Si la primera parte de este díptico imposible, El Argentino, narraba de manera pretendidamente aséptica y en tono documental el triunfo de los ideales revolucionarios en

Si la primera parte de este díptico imposible, El Argentino, narraba de manera pretendidamente aséptica y en tono documental el triunfo de los ideales revolucionarios en la Cuba ‘precastrista’, Guerrilla hace lo propio con el fracaso de esos mismos paradigmas pseudo-filosóficos en la Bolivia tutelada por René Barrientos. La misma contradicción formal impregna los dos relatos: Soderberg no es capaz de mantener su arriesgada y a ratos exasperante apuesta técnico-formal durante todo el metraje.

 

El rechazo a los principios constitutivos del biopic clásico sigue siendo palpable en esta segunda parte, pero el director no es capaz de resistir la tentación de rodar y mostrar el fusilamiento de su protagonista, a pesar de que el guión está basado supuestamente en la autobiografía del mismo. Y es en la forma de mostrarlo donde el director reniega de manera descarada de ese cine-ojo/cine-verdad que practica sin disimulo durante el resto del extenso metraje. Los planos subjetivos elegidos para ilustrar el fusilamiento de Ernesto 'Che' Guevara en la selva boliviana contradicen esa pretendida esterilización ideológica que cimenta todo el relato. La identificación del público con el personaje es en esta secuencia un objetivo claro del director a la par que contradictorio con el ADN de su criatura.

Si la primera parte de este díptico imposible, El Argentino, narraba de manera pretendidamente aséptica y en tono documental el triunfo de los ideales revolucionarios en la Cuba ‘precastrista’, Guerrilla hace lo propio con el fracaso de esos mismos paradigmas pseudo-filosóficos en la Bolivia tutelada por René Barrientos. La misma contradicción formal impregna los dos relatos: Soderberg no es capaz de mantener su arriesgada y a ratos exasperante apuesta técnico-formal durante todo el metraje.