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Subastas como alternativa al shopping
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Subastas como alternativa al shopping

Suena el timbre del número 52 de la calle Alcalá. Un hombre de mediana edad entra con paso firme y decidido en busca de la sala

Suena el timbre del número 52 de la calle Alcalá. Un hombre de mediana edad entra con paso firme y decidido en busca de la sala de tasación. Porta envueltos, de una forma un tanto improvisada, tres cuadros. Por su modo de manejarse en el críptico espacio de la histórica casa de subastas Ansorena se puede deducir que las piezas de las que quiere deshacerse no guardan un significado especial. O sí. Tal vez sean heredadas, un capricho mejor pensado o la escapatoria a una complicada coyuntura económica. O quizá procedan de un importante coleccionista de arte, un empresario aficionado o un simple anticuario apasionado de su oficio. En Ansorena cada subasta es especial y cada matiz, relevante.

Más que un lugar donde se puja con el azar bajo llave, esta mítica casa, fundada en 1845 por Celestino de Ansorena y Alejandre, el joyero de la reina Isabel II, es un auténtico referente en el mundo de la alta joyería y la subasta de piezas de lujo. Un museo en toda regla. En 1974, con el peso de haber realizado el regalo de pedida de la duquesa de Alba y una tiara de 500 diamantes montados en platino con dibujos de la Flor de Lis para la reina Victoria Eugenia por expreso deseo del rey Alfonso XIII, así como el alumbramiento de otras relevantes obras, se inauguraba la Sala de Subastas de Pintura, joyas y objetos de arte.

Una apuesta pionera en una España alejada de la tendencia que la ‘perfidia Albión’ venía experimentando desde el año 1744 con la creación de una casa de subastas por parte de Samuel Baker, a pesar de que el germen primigenio de las subastas se remonta a tiempos inmemoriales: la antigua Babilonia. Pero, en el caso de Ansorena, con la sofisticación y la calidad como servicios mínimos, ya que cuenta con un equipo técnico de tasación  y catalogación, todos ellos licenciados en arte, así como gemólogos y especialistas en numismática, iconos, plata, relojes y porcelana. Desde entonces, a diferencia de la también célebre Christie’s, que ha dejado de organizar evening sales hace unos años, celebra mensualmente tres subastas de pintura, artes decorativas y joyas.

La próxima cita: los días 16, 17 y 18 de diciembre. Más de 1.400 piezas se someterán al veredicto de los cerca de cien asistentes habituales a la ceremonia, que valoran la importancia de una inversión segura. Grabados de Goya con un precio de salida de menos de 200 euros, lienzos de Antonio Tápies, pendientes con seis diamantes de talla antigua o las verdaderas joyas de esta edición: una capilla portátil novohispana del siglo XVII o un óleo sobre tabla de Sebastiaen Vrancx, pintor barroco flamenco. En conjunto superan los 70.000 euros de precio de salida.

El acto en sí cuenta con una teatralidad sorprendente, apoyada en los piques del subastador que desde el estrado adjudica cada una de las exclusivas piezas. En el caso de la centenaria joyería, galería y casa de subastas, Jaime Mato Ansorena, consejero delegado de la empresa familiar, licenciado en Historia del Arte y experto gemólogo, Luis Pradillo, María Navarro y Gema Corral hacen las funciones de hilo conductor entre algo tan abstracto como el arte y algo todavía más abstracto como el buen gusto. Sentirse abrumado es una sensación lógica, cada vez más cerca de públicos anteriormente antagónicas a la sofisticación bajo cheque en blanco. Pero, algo ha cambiado en la percepción general.

Poco a poco, la afición de coleccionar arte en sus múltiples variantes ha ido creciendo entre el target más joven. También entre los más mayores, que han visto en los objetos de alcance para todos los públicos una forma de combinar afición y devoción. La crisis se ha cebado con este sector, aunque en palabras de los responsables de Ansorena, no especialmente. “No tenemos la afición que hay en otros países y las pujas no suelen ser tan altas, pero con la crisis tan sólo se ha logrado reactivar el consumo y ajustar más los precios de salida”, dicen. La venta de joyas, un campo que domina a la perfección la familia de orfebres reales, también ha salido reforzada de la crisis, ya que al ajustar el precio de salida “es mucho más fácil conseguir la pieza deseada”. Según los expertos en este tipo de subastas, es donde los novatos cometen el mayor número de errores.

Ir a un evening sale se ha convertido en un plan alternativo al shopping, una tarde de museos o una ruta por el Madrid de los Austrias. Además, desde el precio de un pequeño televisor de pantalla plana se puede contar con un grabado en plancha de cobre de Durero o un Cristo del S. XVII. Tan sólo depende del número de pujas. Al parecer, Ansorena puede presumir de contar entre sus habituales clientes al mismo príncipe Felipe que ha optado por su buen hacer para regalarle a su mujer una tiara de más de 50.000 euros que Letizia esconde hasta que amaine la crisis. Cosas del vil metal.

Suena el timbre del número 52 de la calle Alcalá. Un hombre de mediana edad entra con paso firme y decidido en busca de la sala de tasación. Porta envueltos, de una forma un tanto improvisada, tres cuadros. Por su modo de manejarse en el críptico espacio de la histórica casa de subastas Ansorena se puede deducir que las piezas de las que quiere deshacerse no guardan un significado especial. O sí. Tal vez sean heredadas, un capricho mejor pensado o la escapatoria a una complicada coyuntura económica. O quizá procedan de un importante coleccionista de arte, un empresario aficionado o un simple anticuario apasionado de su oficio. En Ansorena cada subasta es especial y cada matiz, relevante.

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