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Regresa 'Juego de tronos' para reinar en Europa
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Regresa 'Juego de tronos' para reinar en Europa

Llega el día más esperado. Por fin, la noche del 31, sabremos si Theo está muerto, si Robb se ha casado o dónde están los dragones

Llega el día más esperado. Por fin, la noche del 31, sabremos si Theo está muerto, si Robb se ha casado o dónde están los dragones de Dany. Tal vez estás cosas les suenen a chino, pero estamos en condiciones de asegurarles que, para millones de espectadores en todo el planeta, seguidores de las andanzas en los siete reinos de Poniente, irse a la cama sin saberlo sería un suplicio.

Juego de tronos, adaptación de la saga de George R.R. Martin, se ha convertido en esa serie de la que todo el mundo habla. Un producto perfectamente popular y contemporáneo: lo mismo encadila a los inocentes freaks crecidos en el mundo del rol, que sirve para sketches (véase Juego de monos en el caso Bárcenas en El Intermedio), o para que los economistas tracen una gastadísima analogía entre la serie y la situación política en Europa o la competitividad en tal o cual sector, demostrando que los periodistas de las páginas salmón saben, visto el resultado de sus predicciones, bastante más de televisión que de economía real.

Más allá del Muro

Sin embargo, haríamos mal en quedarnos, como los humoristas y los economistas, solo con la mera narración de la serie, por más apasionantes que nos resulten sus incestos y traiciones. Con Juego de tronos se está disputando una verdadera guerra, más silenciosa e incruenta que la que tiene lugar en Poniente, pero sin duda, de mayor alcance y trascendencia: la de las multinacionales televisivas por el suculento pastel de la televisión de pago europea.

Las cifras son apabullantes: el episodio final de la segunda temporada fue seguido, en la cadena productora, HBO, por 4,2 millones de espectadores; pero es que esa cifra es menor que el número de de descargas ilegales que, según TorrentFreak, llegaron a las 4,5 millones en algunos capítulos, siendo lo más pirateado del año 2012 y produciendo un cambio de política de estrenos mundial.

David Petrarca, uno de los directores, se metió en un tremendo jardín el pasado 23 de febrero cuando, en un festival literario en Perth (Australia), afirmó que la piratería era necesaria para generar “la tendencia cultural”, que resulta más importante que las audiencias para que “series como Juego de tronos sobrevivan”. Y es que Juego de tronos es caro, mucho: el piloto hizo bandera de ello, siendo el más costoso de la historia de la televisión, por encima de los 5 millones de dólares, gastados en localizaciones en numerosos escenarios naturales (Malta, Escocia, Croacia), efectos especiales y grandes estrellas (Sean Bean). Como con todos los productos audiovisuales estadounidenses, ante el descomunal coste, su rentabilidad pasa por la amortización fuera de sus fronteras. Pero, ¿hay suficiente mercado para ello?

Juego de tronos se emite, actualmente, en más de 176 países. Pero más que dónde se emite lo relevante es a través de quién se emite: la serie es la niña bonita de los contenidos premium dentro de las televisiones de pago. El sector, considerado maduro en EE.UU., donde está presente en un 90% de los hogares, busca conquistar un continente europeo que, desde este punto de vista, tiene la talla del rijoso Tyron Lannister: enano. En Reino Unido, donde reina el todopoderoso Murdoch con su BSkyB, solo llega al 48%; en España, apenas alcanza el 25% según un reciente informe de Deloitte. En este contexto, se entienden los movimientos de Netflix y Amazon que, semana tras semana, llenan páginas de diarios. Pero también otros, como la adquisición por parte de Liberty Digital de Virgin Media en Reino Unido, o la entrada de Discovery en la francesa Eurosport, no tan publicitados por los siempre tan elitistas gurús del 2.0 pero igualmente sintomáticos.

Lo llamaban 'Europudding' 

Visto desde ese lado del muro, el carácter internacional del reparto cobra otra dimensión. Avisados como estaban de la necesidad de europeización para su supervivencia, los productores han convertido a los habitantes de Poniente en una especie de Eurovisión con lo mejorcito de cada país. Así, Dinamarca tiene al guapo de moda, Nicolaj Coster-Waldau (Jaime Lannister); Alemania aporta a Sebil Kekilli (Shae) actriz muy famosa además en Turquía por ser sus padres del país otomano; Holanda luce a Carice van Houten, última musa de Verhoven (Melisandre); Noruega  a Krtistofer Hivju… y España, por eso de que nos cuesta conseguir el acento shakespeariano del continente, ha recurrido a la londinense Natalia Tena (Osha). La colaboración no es únicamente humana: Croacia, Malta y Escocia aportan los escenarios. El sistema es perfecto, el reparto asegura mayor popularidad en los países europeos a la vez que reduce los costes: cualquier estrella, cualquier set de rodaje europeos siempre serán más baratos que los hollywoodienses.

No todo es dinero: Juego de tronos es la punta de lanza de una nueva colonización audiovisual estadounidense, esta vez a través de la televisión de pago. En los 80, Francia, a través de Jack Lang, encabezó la resistencia al imperialismo cultural estadounidense de la época, representado en la serie de televisión Dallas. Suyas fueron declaraciones tan rimbombantes e históricas como esta: “Satélites de Coca-Cola atacan nuestra integridad cultural y artística”, realizada en una entrevista en el Finantial Times en 1984. Era la época de la liberalización del sector, de la entrada de las privadas en un panorama hasta entonces capitalizado por el sector público.

Tras años y años de inversiones para paliar el déficit audiovisual de la Unión Europea frente a EE.UU, después de mil y una declaraciones de defensa de su cultura, un marco jurídico cristalizado en la Directiva europea de Television Sin Fronteras, Juego de tronos demuestra que, lejos de solucionarse, la situación va camino de empeorar. También en eso, como en lo económico, la Unión Europea ha fracasado estrepitosamente. Europa se muestra como un súbdito obediente, carente de liderazgo (¿dónde está el Lang actual?) y, sobre todo, buen pagador. EE UU sigue teniendo sus posaderas bien asentadas en su particular Trono de Hierro de Desembarco del Rey. Y a diferencia de lo que ocurre en la serie, no hay visos de que nadie tenga la intención de discutirle su corona.

 

Llega el día más esperado. Por fin, la noche del 31, sabremos si Theo está muerto, si Robb se ha casado o dónde están los dragones de Dany. Tal vez estás cosas les suenen a chino, pero estamos en condiciones de asegurarles que, para millones de espectadores en todo el planeta, seguidores de las andanzas en los siete reinos de Poniente, irse a la cama sin saberlo sería un suplicio.