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Ruta por los 'palacios fantasma' de Madrid
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Ruta por los 'palacios fantasma' de Madrid

Junto al tráfico, el bullicio y las altas torres de las compañías financieras, late un Madrid oculto. Donde ahora hay sedes, fundaciones, bancos y oficinas, antes

Junto al tráfico, el bullicio y las altas torres de las compañías financieras, late un Madrid oculto. Donde ahora hay sedes, fundaciones, bancos y oficinas, antes habitaban palacios, palacetes y residencias aristocráticas que servían como centro de reunión para las clases sociales más elevadas. Pero de las sesenta mansiones que perfilaban la espina dorsal de la ciudad, desde el paseo del Prado hasta el de la Castellana, pasando por el de Recoletos, tan solo quedan la mitad. El resto han sido devoradas por las llamas del pasado.

La descontextualización de los privilegios del estilo de vida de la nobleza y la codicia de la especulación inmobiliaria contribuyeron a la desaparición de la mitad de las construcciones palaciegas que, gracias a Ignacio González- Varas y su libro Los palacios de la Castellana, vuelven a recuperar su esplendor, al emerger, como una auténtica Atlántida platónica, de las profundidades del Madrid en el que la marquesa de Casa Torres o la duquesa de Fernán Núñez enamoraban con su porte al mismo Pío Baroja. Ya nada es lo que era. Hoy en día, tan sólo la duquesa de Alba habita su palacio.

Paseo del Prado

Las tiendas de souvenirs y las tabernas que ofrecen tapas y comida típica a precios desorbitados inundan el paseo del Prado, lo que se conoce actualmente, en su extensión desde Atocha hasta Cibeles, como la ‘ruta de los museos’. Poco, salvo el aura historicista que recorre de arriba abajo el casco antiguo de la ciudad,  hace recordar que desde mediados del XVII, el inexistente palacio del Buen Retiro, del que solo quedan el Salón de Reinos y el Casón del Buen Retiro, era el que ejercía su predominio en esta parte de la ciudad, mucho antes de que el Reina Sofía, el Museo del Prado o el Thyssen fueran una realidad para turistas y enamorados de la pintura. Hasta que desapareció. Pero antes de marcharse para siempre, el palacio, que construyó Felipe IV, ya había cumplido con una función más que importante para el devenir de la metrópoli en ciernes: "Su presencia motivó la creación de un foco de arquitectura nobiliaria a su alrededor y se convirtió en el lugar de residencia ideal para nobles y aristócratas", en palabras de González-Varas.

Los palacios barrocos del duque de Medinacelli, encargo del duque de Lerma, y el del Marqués de Alcañices le tomaron el relevo al del Buen Retiro y se convirtieron en el símbolo de una época dorada de lujo y señorío que estaba llamada a desaparecer. Para entonces, el palacio del duque de Medinacelli, derribado en 1909, se convertía en el flamante Hotel Palace y el del Marqués de Alcañices, destruido en 1882, caserón que contribuía a potenciar la condición palaciega de Cibeles con el de Buenavista y el del Marqués de Linares, en el Banco de España. Comenzaba pues el proceso de derribo que acabaría convirtiendo al embellecido Madrid de alto linaje en la ciudad urbana y cosmopolita actual con palacios reconvertidos en hoteles y sedes sociales de importantes empresas.

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Tras ellos, cayeron el palacio de Xifré, actual ‘Casa Sindical’ de Madrid y ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad, que había servido de residencia para el duque del Infantado; el Palacio de don Ceferino Ballesteros, actual Instituto de Crédito Oficial; o el enigmático Palacio del Marqués de Casa Riera, destinado a un edifico de oficinas anexo al Círculo de Bellas Artes. La inauguración del Hotel Ritz y del Palace contribuyó de forma activa en el triste adiós a este tipo de construcciones, estandartes de una era, ya que, casi a la vez, los salones, centro de reunión, escribían su triste epitafio.

De la etapa de oro de los palacios madrileños, tan sólo perdura el palacio de Villahermosa, actual Museo Thyssen tras la remodelación de Rafael Moneo en 1992, en la margen izquierda del Paseo del Prado. El edifico sirvió de refugio para el duque de Angulema y se vio obligado a cambiar su orientación hacia la calle Zorrilla, ya que los duques de Medinacelli, ubicados en la Carrera de San Jerónimo, eran poseedores de un privilegio, según el cual su escudo no podía estar frente a otro. Ahora, los salones que antaño acogían bailes fastuosos y recepciones de postín reciben millones de turistas deseosos de disfrutar de las colecciones de arte que penden de sus paredes.

Paseo de Recoletos

La misma historia se repite en el segundo tramo de la principal arteria de Madrid. Al Palacio del Marqués de Portugalete, conocido también como el de los Duques de Bailén, por haber pertenecido a la familia del general Castaños, de poco le sirvió competir en opulencia con el cercano palacio del marqués de Linares: terminó derruido durante la Guerra Civil. Aunque, en principio, su solar fue destinado a la construcción del Instituto Nacional de Previsión, ahora sirve de sede para el Ministerio de Trabajo e Inmigración. Al igual que el desaparecido Palacio de don Ramón Pla, actual compañía de seguros La Aurora Polar, o el del Marqués de la Remisa, que acoge la Fundación BBVA.

A su vez, el de don Ramón Calderón formaba parte del grosso de los palacios más suntuosos, con el de la Remisa y el del Marqués de Salamanca a la cabeza. Fue muy conocido por sus grandes fiestas y su grandísima escalera de mármol, pero esto no fue motivo suficiente para su desaparición y posterior conversión en el edificio L’Union. En el tramo inicial del paseo de Recoletos, el palacio del marqués de San Nicolás de Nora, repitiéndose la historia una vez más, tuvo menos fortuna que el del Duque de Sesto o el de López Dóriga, que todavía siguen en pie.

Pero sin duda, el caso más trágico fue el de los duques de Medinacelli. Tras mudarse al palacio del duque de Uceda en la plaza de Colón, ya que en su antiguo residencia se edificó el Hotel Palace, se enfrentaron a un grave incendio en 1917. En 1970, el solar, en el que también había residido Francisco Fernando, heredero de Austria Hungría, asesinado en Sarajevo en 1914, se destinó a la construcción del Centro Colón.

Paseo de la Castellana

Es en este tramo del eje metropolitano, en el que más se nota la ausencia de los palacios derribados. La casa Bruguera, el primer edifico residencial levantado en la Castellana, actual Banco de Madrid, fue demolido en 1970. Dos años más tarde, se inauguraba el Hotel Villamagna. Ni rastro quedaba del Palacio del Duque de Anglada o Palacio Larios sobre el que se levantaba, y que al principio de su construcción fue saludado por la sociedad madrileña como uno de los más lujosos de su época.

Un evidente ejemplo de este triste proceder también es el Palacio de Indo y Palacio del Duque de Montellano, residencia oficial para Manuel Falcó y Escandón, duque de Montellano, su mujer, la marquesa de Mirabel, y sus cuatro hijos, entre los que se encuentran los más conocidos: Carlos Falcó, marqués de Griñón y ex marido de Isabel Preysler, o Fernando, marqués de Cubas y ex de Marta Chávarri. La familia entera tuvo que abandonar su residencia a consecuencia de la Guerra Civil y el edificio, actual Mutua Madrileña, acogió la embajada de Estados Unidos. En 1966, quedó reducido a escombros. Atrás se fueron los recuerdos de los tiempos en que Don Juan Carlos era presentado en sociedad en una gran recepción como príncipe de España.

Otros palacios de la Castellana que ya no existen son: El Palacio de la Embajada de Alemania, actual edificio de Crédito y Caución; el Palacete de Don Luis de Silva y Fernández de Córdoba, actuales Torres de Colón; el Palacio del duque de Arión, en el que eran habituales las fiestas a las que acudían miembros de la realeza extranjera, como los reyes de Portugal y Óscar de Suecia; el Palacio del duque de Santa Elena, actual edifico de la embajada federal de Alemania; el Palacio de los Condes de San Bernardo, actual Edifico Pirámide; Palacete de la calle de la “S”, actual parlamento europeo y embajada de Irlanda; Palacete del conde de Moriles; Palacio de la Legación de Hungría; Palacio del duque de Aliaga, actual hotel Castellana Intercontinental; Palacio de la marquesa de Argüelles; Palacete del Conde de la Maza; Palacete de la familia Selgás; el Palacete del Duque de Almenara Alta o el Palacete de Luca de Tena o de Luis Canthal.

Junto al tráfico, el bullicio y las altas torres de las compañías financieras, late un Madrid oculto. Donde ahora hay sedes, fundaciones, bancos y oficinas, antes habitaban palacios, palacetes y residencias aristocráticas que servían como centro de reunión para las clases sociales más elevadas. Pero de las sesenta mansiones que perfilaban la espina dorsal de la ciudad, desde el paseo del Prado hasta el de la Castellana, pasando por el de Recoletos, tan solo quedan la mitad. El resto han sido devoradas por las llamas del pasado.

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