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Estrella del Bajo Carrión, el lujo de la buena cocina y mucho estilo
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Estrella del Bajo Carrión, el lujo de la buena cocina y mucho estilo

Bajo el amplio porche de vigas y listones de madera blanca, recostado en una vieja mecedora de color azul decapado, que se mueve suave y rítmicamente

Foto: Foto: Capriles
Foto: Capriles

Bajo el amplio porche de vigas y listones de madera blanca, recostado en una vieja mecedora de color azul decapado que se mueve suave y rítmicamente adelante y hacia atrás, adelante y atrás... en una mano, una copa de balón con mucho hielo y un trago de un buen licor; en la otra, un buen libro de algún cocinero que he dejado de leer, cuando Paula, una de las tres hermanas que dirige el hotel Estrella del Bajo Carrión, se sienta a mi lado, para comentarme la historia del hotel y su excelente cocina; mientras, un par de gorriones y algún carbonero de pecho amarillo, trinan dando el mejor concierto al que he asistido hace mucho tiempo.

Un hotel con muchísimo encanto, amplio y diáfano, de grandes espacios, sin tabiques, ni columnas, magníficamente decorado por Concha, del estudio Telone, y situado en plena naturaleza palentina, entre campos de cereales, girasoles y frondosas choperas; en medio del silencio y de la tranquilidad, muy cerca de Carrión de los Condes, cuna del Marqués de Santillana.

Su cocina ha merecido ya dos soles de la guía Repsol y no me equivoco mucho, si asevero que a no mucho tardar, Michelin tendrá que reconocer el buen hacer de Alfonso Fierro en los fogones, y la gran calidad del producto que trabajan: el pescado del Mercado de la Esperanza, en Santander; las verduras y las hortalizas de las huertas cercanas; matanza propia, caza de la zona.

Un gran comedor, suelos de madera y ricas alfombras, enormes ventanales que suben desde el suelo hasta tocar los techos, muy altos. Un detalle en cada mesa, una flor natural que adorna los manteles blancos de lino; la vajilla de presentación, perteneció a la abuela de las dueñas. Aparadores de época que contrastan con modernas lámparas de casco y otras dos más fastuosas y ornamentales sobre una gran mesa de comedor. Dos viejas vigas de madera suspendidas en el aire, dividen el comedor de un gran salón, presidido por una chimenea y trofeos de caza. Abajo en el semisótano, una mesa de billar junto a una bien surtida bodega. Muy amplías, cómodas y espaciosas las habitaciones.

La cena, fue una cena, sorprendente, 'In Crescendo', cada plato que traían a la mesa; cada nuevo bocado, superabaen sabor y en técnica, al anterior.

Un aperitivo de salmorejo en su aceite y una croqueta de parmesano y jamón, crujiente por fuera y suave y cremosa por dentro. Para beber un José Pariente, seco y fresco. Excelente la menestra de verduras que es de obligado cumplimiento en esta cocina. Verduras de temporada, lo que da la huerta en cada momento y cada una, cocida por separado y en su justo punto, ligeramente más allá de ‘al dente’, enteras y sabrosas, pero por encima de todas ellas, emergía el sabor pleno y rotundo de una berenjena deliciosa.

Si este plato había satisfecho todas nuestras espectativas, probamos después un revuelto de boletus, foie, cebolla confitada y huevo de corral; como no había probado antes. Alfonso, no escatima en la yema, lo que le da una jugosidad y una untuosidad que junto con el ‘perfume’ del boletus y el dulzor de la cebolla, potencian las tres texturas y sus sabores. ¡Un plato de diez!

Pero si creíamos haber llegado lejos, ibamos a culminar la cena con unos maganos en su propia tinta, que no los preparan mejor en Puerto Chico. Suaves como la mantequilla, pero con todo su sabor intacto. A mi lado se sirvieron unas rabas y un bonito encebollado, de factura excelente a juzgar por los comentarios, de quienes los probaron.

Gracias a dios y a pesar de que la prudencia aconsejaba no comer más, ante la insistencia de Paula de que probáramos algún postre, nos dejamos convencer y nos atrevimos con una espuma de natillas y galletas María, muy ligeras, que resultaron ser el punto final perfecto a una cena excelente.

Además, ahora hacen una propuesta única para disfrutar en familia, lo que llaman 'cena de familia', una cena tradicional a base de tortilla de patata de huevos de corral y patatas de la Ojeda, pimientos rojos confitados, ensalda y postre de natillas de Villoldo.

En fin, lo dicho, que si todavía hay gente que no se acerca a pasar unos días por aquí y probar la gran cocina de este hotel con encanto, no será porque no les hayamos avisado. Y si acaban como yo, en el jardín de delante, con una buena copa y una mejor tertulia, se sentirán dueños del mundo, al menos por un día; y será una de esas experiencias que no se borran facilmente del recuerdo.

Hotel Estrella del Bajo Carrión, Villoldo, Palencia. Tlf. 979 82 70 05

Bajo el amplio porche de vigas y listones de madera blanca, recostado en una vieja mecedora de color azul decapado que se mueve suave y rítmicamente adelante y hacia atrás, adelante y atrás... en una mano, una copa de balón con mucho hielo y un trago de un buen licor; en la otra, un buen libro de algún cocinero que he dejado de leer, cuando Paula, una de las tres hermanas que dirige el hotel Estrella del Bajo Carrión, se sienta a mi lado, para comentarme la historia del hotel y su excelente cocina; mientras, un par de gorriones y algún carbonero de pecho amarillo, trinan dando el mejor concierto al que he asistido hace mucho tiempo.

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