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A la mesa con extraños
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Las cenas pop-up son la última sensación gastronómica

A la mesa con extraños

Amor a primera vista. Es lo que se siente al formar parte del universo de una cena clandestina donde la decoración, el diseño, la moda, la

Foto: Fotos: ©luciaMphotography2013 (WeLove)
Fotos: ©luciaMphotography2013 (WeLove)

Amor a primera vista. Es lo que se siente al formar parte del universo de una cena clandestina donde la decoración, el diseño, la moda, la cultura y la gastronomía, acompaña a la idea de reunir a personas en lugares increíbles. Son los llamados restaurantes pop-up, nómadas, efímeros, que apuestan por una experiencia social en la que conocer, compartir, emocionarse y, por supuesto, comer bien. Una cita que baila entre lo cool y lo snob para reivindicar que el lujo no siempre es lo caro y ostentoso.

No es sólo lo que comes, es dónde, cómo y sobre todo con quién lo comes

Aunque también los hay exclusivos y con precios astronómicos, desde Pret A Diner, que requiere una subscrición anual para disfrutar de sus encantos, a la mesa voladora de Dinner in the Sky, que además de la experiencia de comer en las alturas, los cocineros son siempre celebridades, para WeLove, un colectivo de 'coleccionistas de momentos únicos' cuyo interés común es desarrollar ideas especiales, únicas y atractivas en forma de citas, workshops, cenas pop-up o unusual shops, los detalles son lo más importante. "Nos gusta la comida, o mejor dicho, la buena comida. Creamos eventos únicos en los que la comida y el lugar son la gran excusa para que un grupo de personas vivan algo increíble y apetecible. Porque no es sólo lo que comes, es dónde, cómo y sobre todo con quién lo comes".

Así, para cada cita encuentran un lugar sorprendente distinto. La última tuvo lugar en Los Peñotes, un conocido espacio de jardinería en Madrid con un maravilloso iglú de cristal perfecto para este tipo de celebraciones. Prepararon una mesa para 24 personas en la cual sólo podían reservarse hasta cuatro lugares con el objetivo de evitar 'grupitos', pensaron un menú rico y de temporada... y nos invitaron a vivir una experiencia que jamás volverá a producirse. Ahí radica el encanto.

Presidiendo la mesa

La idea de las cenas pop-up nació hace algunos años en Londres y Nueva York, como fusión de la esencia underground del East End y la escena alternativa de la ciudad de los rascacielos. Son fugaces porque sus peculiares ubicaciones van cambiando. Cada cena es diferente y tiene lugar en un espacio distinto. La clave es que nunca sea un restaurante. Un jardín secreto, un almacén abandonado o un rincón oculto en una estación de metro son escenarios perfectos para una cena pop-up. En algunas de ellas, el menú o incluso la localización es secreto hasta el último momento para aportar un toque de intriga a la velada.

El portugués Nuno Medes, ex pupilo de Ferrán Adriá, fue de los primeros en poner en marcha este tipo de proyectos con su The Loft Project. Convocaba cenas en la terraza o en el salón de su ático, a las que invitaba a un joven talento de la cocina cada mes. Tuvo tanto éxito que la idea se trasladó a otras ciudades ávidas de tendencias como Berlín, Múnich o Melbourne. Y desde allí a Cannes o a Río de Janeiro.

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Dieta mediterránea

En España, los restaurantes efímeros viven su época dorada. Como era de esperar, la capital catalana lleva la delantera. En Barcelona We Pop fueron los primeros con una reunión en un salón de belleza del Paseo de Gracia. A partir de entonces para cada velada cuelgan el cartel de no hay entradas. The Supper Club, la aventura culinaria de una chilena y una californiana, expertas en recetas tradicionales a base de productos locales, les sigue de cerca. Lista de espera suele tener también Titanic Pop Up, una romántica cena de gala que cada San Valentín contagia a la Ciudad Condal con la atmósfera del famoso barco antes de la tragedia. Dos noches, dos cenas, a las que se debe acudir con una vestimenta acorde a los tiempos y olvidarse del móvil y la cámara durante unas horas.

En Madrid, además de WeLove, otros proyectos como Menudavida Organic Food, La Cocina Clandestina o Banquete Pop Up proponen este tipo de hazañas culinarias. El primero, especialista en organizar cenas improvisadas en los escenarios más inverosímiles de la capital (la próxima cita será el 17 de octubre). El segundo, fusión peruano-japonesa en una casa particular, una vez al mes. Y la tercera, una experiencia secreta y con aforo limitado que cuenta con un chef de postín en cada ocasión.

Amor a primera vista. Es lo que se siente al formar parte del universo de una cena clandestina donde la decoración, el diseño, la moda, la cultura y la gastronomía, acompaña a la idea de reunir a personas en lugares increíbles. Son los llamados restaurantes pop-up, nómadas, efímeros, que apuestan por una experiencia social en la que conocer, compartir, emocionarse y, por supuesto, comer bien. Una cita que baila entre lo cool y lo snob para reivindicar que el lujo no siempre es lo caro y ostentoso.

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